Solamente la inercia mueve a la Unión Europea

El presidente del Consejo Europeo de Investigación (ERC), Mauro Ferrari, dimitió de su cargo aduciendo que estaba en desacuerdo con la gestión que la UE ha hecho del Covid-19. Más tarde, el Consejo Científico del organismo desmintió las razones dadas por el presidente dimisionario, pero en sus explicaciones dejó en evidencia que, a pesar del rimbombante nombre de la institución, su cometido es más bien pobre. Lejos de lo que se pudiera pensar, el Consejo se dedica solamente a elegir los proyectos de investigación que la UE financiara con la «excelencia» como criterio. Fuera de su responsabilidad queda, al parecer, cualquier tipo de reflexión estratégica sobre la dirección que debiera tomar la investigación en la UE. Financiación común pero ausencia de política común, un buen reflejo de lo que une a la UE.

También terminó sin acuerdo la reunión del Eurogrupo sobre la financiación de las medidas para hacer frente a la crisis. Una vez más, división entre los países del norte y del sur de Europa: mientras los segundos rechazan cualquier condición adicional para acceder a la financiación, los primeros se niegan a aceptar emisiones de deuda que tengan que ser respaldadas de manera solidaria, es decir, haciéndose cargo cada uno de los países del total de la deuda. A pesar del desánimo general, el ministro alemán de Finanzas, Olaf Scholz, se mostraba optimista y señalaba que «casi» había acuerdo. La dificultad estará, como acertadamente recogía algún teletipo, en encontrar un lenguaje en el texto de las conclusiones que sea aceptable para todos. Otra muestra más de la rutina burocrática sin dirección en la que está sumida la UE.

El coronavirus está tumbando uno tras otro todos los mitos sobre los que se ha construido el relato de la UE. No ha habido el mínimo atisbo de solidaridad, ni de estrategia común. Incluso el mercado único quedó en entredicho con la prohibición alemana de exportar material sanitario. La inercia es lo único que le queda a la Unión Europea.

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