Todo el mundo debe reaccionar y parar el programa sionista de exterminio y genocidio

En sucesivos bombardeos contra barrios de Beirut, en menos de una semana Israel ha matado a más de 700 personas. Entre ellas está el líder máximo de Hizbulah, Hassan Nasrallah. La Convención de Ginebra establece que las bombas de gran potencia como las utilizadas en Líbano no pueden lanzarse sobre barrios civiles. Pero Israel se siente por encima de toda norma internacional, sea humanitaria o de guerra.

Sin frenar el genocidio en Gaza, ni el apartheid ni las políticas de exterminio en toda Palestina, utilizando el hambre como arma y avanzando en su expansión ilegal en todos los territorios de la región, abandonando a los rehenes a su suerte, el Gobierno sionista amplía sus crímenes de guerra gracias a EEUU. La comunidad internacional oscila entre ese apoyo, la pasividad y la impotencia. A su vez, Benjamin Netanyahu, contra quien pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional, llama «antisemitas» a la ONU en su propia Asamblea General.

Mientras nada de esto tenga consecuencias políticas ni diplomáticas serias para Israel, la masacre continuará. Hay que ir más allá del alto el fuego y demandar el embargo de armamento, sanciones, el aislamiento y el boicot al estilo del que se llevó a cabo contra el apartheid. Lo demanda Sudáfrica. La causa internacional contra el genocidio se debe reforzar y la solidaridad con Palestina debe concretarse y llegar.

Dahiya, el guion despiadado del sionismo

Varios analistas, entre ellos Mouin Rabbani, han recordado que estos ataques contra Líbano replican la «Doctrina Dahiya», una estrategia militar del Ejército de Israel que se basa en el uso de una fuerza desproporcionada e indiscriminada.

El barrio de Dahiya, ubicado en el sur de Beirut y que ayer fue bombardeado de nuevo, da nombre a dicha estrategia. Durante la guerra de 2006, ese suburbio sufrió un asedio salvaje por parte de los cazas israelíes. En un quiebro trágico, esa es la guerra que perdió Israel y encumbró a Nasrallah.

El entonces jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas israelíes, Gadi Eizenkot, explicó que operaciones masivas como estas buscan mostrar la capacidad de Israel de infligir un daño severo a sus enemigos. En 2006 y ahora, el objetivo son áreas donde la resistencia tiene más fuerza y apoyo social.

Esta estrategia, que contiene todos los elementos de los crímenes de guerra, sostiene que un uso de fuerza «desproporcionado» es la forma de combatir a las milicias propalestinas. Esto implica destruir infraestructuras civiles, a modo de castigo contra la población por su apoyo a la resistencia. La doctrina establece la expansión del sufrimiento como elemento disuasorio, para lo que aplican una «devastación masiva» en áreas pobladas, aunque eso conlleve la matanza de familias enteras, de niñas y niños.

Un compromiso radical, urgente y eficaz

Falta apenas una semana para el aniversario de los ataques de Hamas. Hasta ese momento, el Gobierno de Israel daba por amortizado el conflicto con Palestina, a la que reprimía y masacraba con total impunidad. Nada empezó el 7 de Octubre, pero desde entonces el Gobierno israelí ha desplegado con una violencia cruel la agenda supremacista del sionismo.

No hay excusas para no tomar partido. La historia no absolverá a nadie que no haga todo lo que esté en su mano para parar este exterminio. Hay que insistir en esta toma de conciencia colectiva. El compromiso ético y político de la Humanidad con la justicia y la libertad pasa por Palestina.

En Euskal Herria, la solidaridad de la sociedad con el pueblo palestino y el rechazo al genocidio deben traducirse en más ayuda y presión. Las instituciones vascas no pueden seguir mirando para otro lado.

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