Una revolución democrática e inspiradora contra la mediocridad

Con el congreso de EH Bildu concluye un ciclo de reflexión política dentro del independentismo de izquierda que ha durado más de un año y que comienza en torno a la excarcelación del desde ayer coordinador general de esta fuerza política, Arnaldo Otegi. No ha sido, ni mucho menos, un periodo de contemplación. En este tiempo se ha consolidado el cambio político en Nafarroa; se han renovado representantes en elecciones cruciales, con resultados buenos y con una nueva generación de líderes emblemáticas, por ejemplo, en Gasteiz; se ha impulsado el desarme de ETA a manos de la sociedad civil, desbloqueando el proceso y abriendo definitivamente la nueva fase política; se han recompuesto estrategias y militancias en torno a las consecuencias del conflicto y se ha reactivado el debate de los presos políticos, tanto en el EPPK como en la calle; se ha seguido trabajando en ámbitos como el internacional y el social; se han reconducido desviaciones de la estrategia; se han realizado varios procesos congresuales y se han renovado las direcciones y los mandatos de este movimiento político.

Mientras tanto, se ha debatido cómo hacer más eficaces los instrumentos políticos del soberanismo y de la izquierda, cómo renovar la cultura política tomando lo mejor de cada tradición y adaptándose a la fase histórica actual. En definitiva, se ha dibujado cómo articular una propuesta independentista atractiva para la sociedad vasca y viable política y socialmente.

La imagen y los contenidos transmitidos ayer en el Euskalduna de Bilbo muestran un proyecto político potente, con un liderazgo compartido y talentoso, con el tono emocional recuperado y capaz de ilusionar y vincular a un importante sector de la ciudadanía vasca. Jasone Agirre, Juan Karlos Izagirre, Joseba Asiron y Maddalen Iriarte, entre otras muchas personas, simbolizan ese compromiso y ese potencial. Los partidos deben aportar solidez ideológica, perspectiva histórica, templanza táctica y generosidad estratégica. Si son capaces de evolucionar serán más fuertes y con ellos crecerá el frente amplio.

Revolución conservadora vs Estado decente
Si al salir de prisión el concepto clave que acuñó Otegi fue el de Estado decente, ayer la idea más original fue la de la revolución conservadora que según él planea el PNV. Si, a tono con su naturaleza, en la anterior legislatura Urkullu jugó a congelar el país, en esta aparece determinado a revertir algunos consensos sociales que, a falta de liderazgo y un debate público a la altura del momento histórico, se han ido sedimentando en la sociedad vasca. Paradójicamente, al mismo tiempo el PNV copia algunas de las políticas públicas promovidas en la anterior legislatura por EH Bildu, si bien con su tradicional perfil clientelar.

En este sentido, concede demasiado EH Bildu si considera sinónimos poder institucional y hegemonía social. El PNV tiene lo primero pero aspira a lo segundo. El país es más abertzale y más de izquierdas de lo que le gustaría, la sociedad vasca tiene una voluntad democrática fuerte y un espíritu solidario que la hace divergente de la cultura política española, a pesar de su fuerte penetración sociocultural.

Por eso quieren revertir algunas de las tendencias sociales y políticas. También porque tienen un gran olfato que les indica el miedo xenófobo y clasista como una tendencia al alza. Y porque son grandes calculadores y segmentan de dónde pueden extraer votos sin hacer peligrar el equilibrio general de los campos tradicionales unionista-independentista e izquierda-derecha, los parámetros que garantizan su estabilidad.

Pero la revolución conservadora tiene que ver precisamente con que a Urkullu no le gusta demasiado el país realmente existente, no se siente del todo cómodo con hasta dónde ha tenido que llevar sus preceptos ideológicos y socioeconómicos para adaptarse al carril central de la sociedad vasca, y poder así ganar elecciones y mantener el poder. Sus alianzas con la penúltima y última fuerza en el Parlamento de Gasteiz, su concertación permanente con una patronal que no representa al tejido empresarial vasco, su apoyo al Gobierno de Rajoy en Madrid, su cobardía con el pueblo catalán… buscan vacunar al entramado institucional frente a otras mayorías sociales, a otros escenarios fuera de su control.

Frente a esa visión empobrecedora se requiere una revolución democrática que libere energías y eleve las ambiciones y las capacidades del país y su ciudadanía.

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