Bernando Atxaga siempre levanta expectación y la demostración ha quedado palpable esta mañana, cuando, con el auditorio del centro Koldo Mitxelena de Donostia repleto de prensa, amigos y seguidores, ha presentado ‘Nevadako egunak’ (Pamiela), su último trabajo, uno de los libros que previsiblemente será uno de los títulos más vendidos en la Azoka que Durango que abre mañana sus puertas.
Terminado casi de urgencia –el último relato lo entregó hace escasamente quince días–, en este libro el escritor de Asteasu ha roto con los géneros: lo que empezó siendo una crónica de su estancia en Nevada termina convertida en una especie de memorias ficcionadas, salpicadas por las constantes de la obra de Atxaga. Como ha apuntado esta mañana, «cuando te encuentras en un lugar extraño, lo primero que te impacta es el paisaje y la gente. Todo ello provoca una especie de despertar en tí, en el que se remueven los elementos de tu subconsciente».
A través de los apuntes tomados en Estados Unidos, recortes de prensa y material diverso, de los más heterogéneo, ha construido 150 piezas, a modo de relatos, que constituyen una especie de «pared» o de edificio que es el libro.
‘Nevadako egunak’ es, ha dicho, producto de la madurez y uno de los sus libros «más sólidos».