TERESA MOLERES
SORBURUA

Cultivos fuera de suelo

En su libro “Cultivar verduras fuera del suelo”, Yohan Hubert desarrolla una forma de cultivo urbano respetuoso con el medio ambiente y que no necesita herbicidas o pesticidas. La cosecha, por su gusto y textura, no se diferencia de las producidas en una huerta convencional. Al no estar plantadas en plena tierra, las verduras no tienen contacto con la capa freática (acumulación de agua subterránea) que en el medio urbano puede estar contaminada. En realidad, el sistema que plantea Hubert es una mezcla de cultivo hidropónico, permacultura y agricultura biológica.

Su método se utiliza en balcones y terrazas familiares, y hace furor porque los vecinos de una misma casa se copian, entran en competición amistosa y la moda se extiende. También hay comunidades en las que varias personas se unen para instalar el cultivo en el tejado de la casa, en un patio interior o incluso aprovechando terrenos baldíos entre edificios, no aptos para la siembra, y sin peligro de que las raíces lleguen al suelo.

En principio, los cultivos urbanos se componen de una estructura que soporta cajoneras o jardineras elevadas sobre el suelo que contienen sustrato de tierra agrícola, compost, mantillo o bien rocas volcánicas como la perlita. De esta manera, las jardineras son fáciles de trabajar sin necesidad de agacharse. Normalmente las cajoneras se construyen en madera y duran diez años, aunque los «manitas» seguro que saben que se pueden fabricar con objetos de desecho como los tablones de palets de madera o plástico.

El riego se administra por el sistema gota a gota, mientras los fertilizantes se distribuyen por una solución nutritiva a través de unos tubos muy finos que por capilaridad pasan a las bolitas de cerámica añadidas a la tierra y luego absorben las raíces de las plantas.

La producción es familiar, pero el excedente se vende con éxito como sucede con los cultivos delicados de flores y condimentos de raíz: cúrcuma y jengibre entre otros, comprados por restaurantes vecinos. Algunas flores con sabores exóticos, como los hemerocalis de corta vida que florecen por la mañana y se marchitan al atardecer, pueden estar en la cocina nada más abrirse, con la ventaja añadida de economizar en transporte.