IñIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

El poder del pasado

A las afueras de Fishtail, en el estado estadounidense de Montana, se encuentra la finca Tippet Rise, con una extensión de 5.000 hectáreas de naturaleza virgen. Ensamble Studio ha desarrollado allí un conjunto de proyectos que exploran un espacio intermedio entre el land art y la arquitectura. Este conjunto de piezas plantean programas sencillos destinados a vivir experiencias relacionando arte y naturaleza, como una hibridación capaz de sumergir al visitante en una experiencia sin precedentes. Este proyecto ha supuesto para la oficina una continuidad en la investigación que ha venido desarrollando en relación a la materia, que comenzó con los trabajos realizados en piedra extraída directamente de la cantera y que continuó con el proyecto de La Trufa, un refugio de hormigón construido como una piedra artificial en medio del bosque. Una investigación en la que la arquitectura se relaciona con la naturaleza a través de la materia y su transformación.

De las once piezas propuestas para formar una constelación a escala territorial sobre la finca, se han construido tres. Dos de ellas están formadas por sendas placas que se apoyan la una en la otra, mientras que la tercera, de mayor dimensión, adquiere una forma de mesa con tres grandes patas. Pero todas ellas, además, parten del mismo proceso constructivo, que de alguna manera las unifica conformando una familia. Buscan lugares sensibles, divisorias de aguas, puntos elevados, collados, puntos estratégicos del territorio que construyen relaciones visuales entre las piezas o con el propio paisaje, del mismo modo que lo hacían los dólmenes o cromlechs de la antigüedad.

El hormigón se vierte sobre un terreno arenoso que ha sido compactado y excavado formalizando una aproximación a las formas deseadas. Esa geometría es forrada con plástico, donde se introducen las jaulas de armados que previamente han sido montadas. Sobre ese encofrado topográfico se vierte una mezcla de piedras, rocas, tierra, cales y hormigón, que se recubre además con más tierra y piedras. Tras el fraguado, todo ese amontonamiento de tierras que hace las veces de encofrado es retirado haciendo que la pieza aparezca en la pieza más grande de las tres. En las otras intervenciones, las piezas son puestas en pie, y apoyadas de dos en dos, en una especie de acto fundacional que, en cierto modo, señala la mano del hombre.

Todas ellas tienen el objetivo de integrarse en el paisaje de modo que la fauna y la ganadería locales puedan coexistir con las nuevas adiciones artísticas y arquitectónicas. Buscando esa integración, estas propuestas trabajan con la tierra y el hormigón, interpretando su lógica de formación y, sobre todo, estudiando diferentes técnicas y procesos para manipular las propiedades estructurales, acústicas y térmicas de estos materiales locales a diferentes escalas. Además el proceso constructivo, pretende incorporar el tiempo y la transformación natural que, mediante sedimentación, compactación, cristalización, fractura o erosión, la naturaleza impone a las estructuras que se sitúan frente a ella.

Mucho más que imponer una estructura al lugar, se trata de leer lo que ofrece ese paisaje privilegiado e intacto para ubicar nuevas acciones en una posición ambigua entre naturaleza, arquitectura, arte y paisajismo. Lo imprevisible se convierte en parte del proceso arquitectónico y la arquitectura se enraiza así en el contexto, al emular la construcción los mismos procesos tectónicos que crearon el paisaje que rodea la intervención.

El proyecto se transforma, por tanto, en un acto de reflexión que aprende de los procesos naturales y los abstrae en procesos de invención, sin una arquitectura previa definida, exceptuando la intención de crear un espacio dentro de los límites de la materia. Estas estructuras trabajan con la materia existente y la refuerzan utilizando procesos de alta ingeniería, al tiempo que dan la bienvenida a resultados impredecibles. Las formas obtenidas son un reflejo de la tierra que las contenía y las soportaba antes del fraguado, por lo que conservan su huella e introducen en ella un nuevo significado y una nueva tensión. Son estructuras de paisaje ya que nacen de él y le dan orden, transformando la materia en un espacio habitable y desarrollando una nueva constelación de mesetas, cordilleras, cañones y colinas de aspecto y belleza brutal.

En la distancia estas piezas resuenan con la inmensidad, la rugosidad, el silencio y la soledad, mientras que en la cercanía se tornan cobijo o refugio, imitando el espacio arcaico de la cueva primitiva. Una masa ciclópea construida con piedra, tierra y agua, unida con hormigón, que genera un mortero terroso transformador de la materia existente y que la refuerza para dar un nuevo significado y una nueva tensión al espacio natural.