Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ

La crisis no se mueve de Chipre

Tras años de recortes para reestructurar la deuda, la troika saca pecho con la recuperación económica de la isla. Sus datos enmascaran una realidad en la que los empleos basura se han generalizado y los jóvenes preparados han huido en busca de oportunidades.

En Chipre todo marcha por el buen camino y la crisis es cosa del pasado; o al menos eso dice la troika. Cuando Andreas escucha estas palabras no pierde su buen humor, pero sus respuestas contradicen ese océano de números que los expertos usan para justificar los recortes en el Estado del Bienestar. «Mis dos hijos, de 27 y 30 años, están en el paro. Tienen que vivir en mi casa y no pueden casarse. De hecho, ni piensan en ello. Entonces, ¿qué clase de vida les espera?», pregunta este conductor de minibuses que hace la ruta Lárnaca-Faro.

Andreas no aparenta los 58 años que tiene. Su forma de hablar y su físico sugerirían que ha vivido en una burbuja en la que el tiempo no ha pasado. Pero pasa, y es cruel, aunque sea para sus vecinos: «Tengo suerte porque trabajo, pero hay mucha gente que no trabaja y está sufriendo. Antes, cuando cobrábamos en libras, podía salir a cenar. Ahora es imposible. Y, mientras, los políticos siguen robando. No digo que nosotros no hayamos cometidos errores. Es evidente que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, pero ellos son aún más culpables porque han creado este país, que funciona como un clan. Además, ¿por qué salvan a los bancos y no a la gente?».

Los bancos jugaron una papel central en la crisis chipriota. Las dos principales entidades nacionales, el Banco Popular y el Banco de Chipre, habían estado invirtiendo en la deuda pública griega. El sistema colapsó cuando en 2012 no pudieron recuperar su inversión tras la quita sobre los pasivos del Gobierno heleno. A los bancos les faltaban 10.000 millones de euros, que equivalían al 60% del Producto Interior Bruto (PIB) chipriota. Entonces, el Ejecutivo acudió a la troika, que en 2013 le hizo reestructurar el sistema bancario con el dinero que habían ahorrado las personas. Esto se conoce como bail-in y en Chipre supuso que quienes tenían depósitos superiores a 100.000 euros perdieron cerca del 50% de su dinero.

«¿Es normal que quiten los ahorros de toda una vida a la gente que de forma legal había guardado su dinero? Eso es injusto. Mientras, los otros, los ricos de verdad que tienen millones, saben guardarlo. Creo que hay políticos en esos papeles de Panamá», comenta Andreas, quien no se vio afectado por esta medida. «Me gustaba vivir bien, por lo que no pude ahorrar ese dinero», bromea.

Alexander Michaelides, que acaba de publicar el libro “The Cyprus Bail-In”, explica que «decir que el experimento chipriota ha sido un éxito le sirve a la troika para obtener un poco de ventaja. Al principio de la crisis, fue difícil argumentar que la reorganización de dos bancos sistémicos –uno destruido y el otro obligado a incorporar la parte “buena” del destruido– fue mejor que ninguna otra opción sobre la mesa. La irónica tragedia para Chipre es que se ve como un éxito porque todos tienen en mente la situación griega. Pero no sería apropiado comparar ambos países».

La implementación de los recortes sociales marcados por la troika y la decidida posición chipriota para continuar en la zona euro ayudaron a que los inversores confiaran en el país, al contrario de lo que sucedió con Grecia. Michaelides recuerda que estas medidas, junto a las relaciones con Gran Bretaña y el repunte en el turismo, reforzaron un crecimiento que en el primer trimestre de 2016 se situó en el 2,7% con respecto al mismo periodo del año anterior.

Pese a ello, advierte de dos factores que podrían condicionar el futuro crecimiento. El turismo como motor económico conlleva el riesgo potencial de depender de un actor externo. Y las non-performing loans (NPL), las deudas con los bancos que tienen escasa probabilidad de ser devueltas, aún son elevadas: «La situación aún es frágil y todo el mundo tiene que ser precavido. La mitad de la deuda (chipriota) es aún NPL, y esa cantidad ronda el 150% del PIB. Los bancos tienen provisiones para un tercio de ellas, pero tendremos que esperar un año para ver si continúan los pagos y clasificarlas como estables».

Desempleo

En el casco antiguo de Nicosia, las palabras de Georgina Themis recuerdan a las de Andreas. A sus 49 años, regenta una tienda de bisutería y souvenires. También aparenta ser mucho más joven debido a su tez morena y su sonrisa sempiterna. «Quien diga que crecemos es porque no ha pisado la calle, porque aquí la gente está sufriendo y muchos negocios han cerrado. Solo miran a los bancos, que crecerán, pero nosotros seguimos igual; puede que incluso estemos en el peor momento».

En 2008, cuando la economía funcionaba y los créditos se entregaban sin condiciones, la deuda con respecto al PIB era del 45%. Hoy se sitúa en el 105%, lo que condiciona las políticas gubernamentales en ayudas sociales. Estos números poco importan a Andreas y Georgina. Ellos miran el desempleo, que antes de la crisis rondaba el 4% y poco a poco fue avisando del desastre: entre 2011 y 2013 se dobló, pasando del 7,9 al 15,9% y, en el caso de los jóvenes, del 15 al 30%.

En los últimos tres años, el desempleo apenas se ha reducido un punto, lo que a su vez lastra el consumo, motor de la economía en un país que depende del sector servicios. Le pregunto a Michaelides, experto del Imperial College of London, cuándo podrán los chipriotas recuperar los estándares de vida que perdieron con la crisis. «Si continuara el crecimiento económico –responde–, esperaría una reducción del desempleo para 2018. La deuda con respecto al PIB requerirá un periodo más largo, probablemente a partir de 2020. Y el PIB, que ha caído un 8%, debería ser recuperado entre 2018 y 2020».

Yiannos Katsourides, politólogo de la Universidad de Chipre, no considera las variables económicas de Michaelides cuando habla de la vida real y cuestiona que los datos del desempleo reflejen la realidad social: «Dicen que el desempleo se ha reducido pero no tienen en cuenta a la gente que se ha ido fuera de Chipre, que son cerca de 30.000. Tampoco tienen en cuenta a mucha gente que, después de recibir los seis meses de ayuda social, ya no se apunta en la lista del paro. Las condiciones laborales se han deteriorado y la gente trabaja por 400 o 500 euros, y eso no es un sueldo. No estoy seguro de que los datos de desempleo reflejen la realidad. Hablamos de que, en un país con 700.000 habitantes, el 15% no tiene trabajo. Por lo tanto, no creo que sirva como indicador económico, y por eso digo que tardaremos 30 años en recuperar el estilo de vida que teníamos».

Michaelides coincide con que esas variables condicionan los datos del desempleo y añade que «por eso se ha reducido más rápido que en otro países de la zona euro. Los jóvenes decidirán si vuelven o no en función de la futura oferta laboral».

Jóvenes resignados

Konstantinos, un ingeniero industrial de 28 años, es uno de esos escasos jóvenes afortunados. Tiene un trabajo y, además, en su sector. Pero de su boca sale constantemente la palabra “mierda”, que añade a “crisis”, “políticos” y “sistema”. «Es una mierda eso de que crecemos. El desempleo baja porque la gente trabaja por una mierda de sueldo de 500 euros. Están acabando con los derechos laborales y además lo aceptamos. El Estado nos viola con las tasas y lo que quieren es convertirnos en esclavos», se queja.

El Gobierno ha incrementado los impuestos indirectos, que afectan a los consumidores. Por ejemplo, un paquete de tabaco de liar ha subido cerca de dos euros en los últimos dos años. El alcohol también es hoy mucho más caro. El dueño de una tienda se queja. Y Katsourides, también: «La mayor parte de los impuestos se han incrementado en el consumo indirecto, lo que ayuda a la gente más rica dentro de la pirámide social. Un reciente estudio documenta que las mayores fortunas han incrementado sus ahorros durante la crisis y ha crecido la desigualdad. Por suerte, apenas han tocado las pensiones».

Konstantinos está en una calle de Nicosia en la que hay muchos jóvenes considerados como anti-sistema. Está desencantado con el rumbo del país. En las elecciones del pasado domingo se esperaba una alta abstención juvenil [la global fue del 33%] porque no se sienten representados por ningún bloque. «Esta situación no es aceptable. La gente está enfadada y no sabe qué va a hacer porque ya no cree en el sistema. Y lo peor es que el partido que se presupone de izquierda –AKEL– es más de la misma mierda. Tiene el apoyo de las masas laborales, pero la gente joven no quiere votar a esa falsa izquierda. Lo más probable es que no voten. Y creo que es bueno», asegura mientras su amigo Simpson asiente con la cabeza.

Cuando le pido permiso para hacerle una fotografía, la rechaza mientras dice: «Estamos cavando nuestra tumba porque nos están controlando». Sus palabras son contrarias al estatus actual y quiere que su país salga de la Unión Europea. Va más allá, llamando a una revolución social: «La gente tiene que tomar el control haciendo asambleas y protestando para que los gobiernos cambien. Habría que colapsar el sistema sin utilizar la violencia, pero si fuera necesario habría que usarla. ¿Qué pasaría con las empresas y los gobiernos si toda la gente dejara de trabajar durante una semana o incluso un mes?».

Parece que el “Tigre chipriota” de la troika seguirá arrojando buenos números pese al riesgo que conllevan las NPL. Según Eurostat, Chipre está creciendo un 2,7% anual y el Estado español a un 3,4%. Estas estadísticas contrastan con la situación en la calle, en donde la burbuja de la crisis no se mueve. Andreas dice que «están destrozando la ilusión de la gente, pero sobre todo la de los jóvenes»; Georgina añade que «la clase media ya no existe»; y Konstantinos, resignado con esos tecnicismos económicos de la troika, dice que todo es humo: «Muchas familias están hambrientas pero el Gobierno trata de ocultarlo».