Isidro ESNAOLA
ECONOMÍA DE LOS PAÍSES EMERGENTES

Rusia, una economía con grandes desequilibrios

En Rusia, donde este domingo se celebran elecciones legislativas y regionales, a la gente corriente le preocupa más la carestía de la vida que el desempleo, y a los políticos, los importantes desequilibrios que lastran la economía.

Los brillantes rascacielos de cristal que salpican las grandes ciudades rusas pueden dar la impresión de riqueza y poderío. Sin embargo, la realidad económica no permite muchas alegrías. Rusia arrastra la herencia de una economía cerrada y con importantes desequilibrios que todavía no ha conseguido enderezar.

No hay más que viajar en tren para darse cuenta de que, a medida que se avanza hacia el Este, prácticamente todos los convoyes que van en sentido contrario al del viajero transportan carbón, petróleo (crudo o refinado) y gas. Estas materias primas constituyen más de las dos terceras partes de las exportaciones y, en consecuencia, son su principal fuente de ingresos.

Semejante volumen hace que las variaciones en los precios de los productos energéticos repercutan directamente en la cotización de la moneda, el rublo, y, por lo tanto, en los ingresos de la población. En los últimos dos años, la moneda se ha depreciado un 50% con respecto al euro, lo que ha provocado un encarecimiento de la cesta de la compra muy significativo, puesto que la mayoría de los productos de consumo son importados.

El tejido industrial

Al sur de los Urales se encuentra Ekaterinburg, una ciudad industrial famosa por ser donde los bolcheviques fusilaron al último zar y a su familia. Hablamos con Yura, un ingeniero que trabaja en una fábrica que produce codos de tubería. Comenta que «el trabajo escasea», puesto que los principales clientes de sus productos‚ las empresas energéticas‚ han decidido congelar sus inversiones a la espera de que el precio del petróleo suba y, en consecuencia, están retrasando también sus compras.

Respecto a los competidores, Yura explica que algo de competencia exterior «se ha notado», pero cree que las grandes compañías energéticas han tomado la decisión de «seguir abasteciéndose con los productores locales». A fin de cuentas, la diferencia de precio no es tan grande y, además, así sostienen a la industria local.

Otras grandes empresas de la ciudad sobreviven gracias también al sector energético –las que fabrican equipos de bombeo, generadores y compresores, entre otros– a los pedidos estatales –funciona por ejemplo, una fábrica que construye tuneladoras–, o a los encargos de la industria militar. El resto de fábricas que producían productos de consumo, desde planchas hasta cocinas, desaparecieron tras la caída de la URSS por el empuje de unos productos importados mejores y más baratos.

Para Yura, es evidente que el aislamiento de la URSS les obligó a producir de todo y cuando las fronteras se abrieron muchas de aquellas industrias «tenían los días contados». Pero ve con preocupación que en todo este periodo de tiempo no hayan surgido nuevas empresas industriales y que la gente se dedique en masa al comercio al por menor, sector que no puede «dar de comer a todo el mundo».

Salarios, pensiones y trabajo

En la empresa donde trabaja Yura, los trabajadores llevan sin cobrar sus salarios desde noviembre pasado. «Los retrasos de un par de meses suelen ser habituales», manifiesta, pero esta vez, después de hablar con el gerente, quien les ha explicado que «nadie se ha llevado nada, simplemente la empresa no tiene fondos», han decidido acudir al juzgado y se encuentran a la espera de lo que decida el juez.

En las empresas del sector energético los sueldos se pagan con puntualidad. Svieta también vive en Ekaterinburg con su hija de 16 años. Ahora trabaja en el centro urbano para una compañía petrolífera, pero en su juventud estuvo empleada en una estación de control de un oleoducto en mitad de la taiga. El personal de la estación se trasladaba en helicóptero, pasaba 15 días trabajando en la estación y después era relevado por otro grupo. La aldea más cercana estaba a 8 kilómetros y no había camino para llegar, pero «se las ingeniaban para acercarse de vez en cuando a divertirse».

En esta clase de trabajos en lugares inaccesibles, los salarios son bastante más elevados que en la ciudad; pueden ser el doble o incluso más elevados, dependiendo del tipo de labor y del lugar. Además, las personas que trabajan en lugares remotos y en condiciones extremas suelen contar con otros beneficios sociales como, por ejemplo, una edad de jubilación más temprana. A pesar de ello, el clima extremo, el aislamiento o la falta de servicios hacen que la vida sea muy dura y no suele haber muchas personas dispuestas a trabajar en estas condiciones; otras no se quedan mucho tiempo.

A la disparidad de sueldos se contrapone que las pensiones de jubilación son, en general, bajas. En Rusia, donde la esperanza de vida es bastante menor que en los países de la zona euro, la edad de jubilación está establecida en 60 años para los hombres y en 55 para las mujeres.

Yura tiene 57 años y ya está pensando en su jubilación. Calcula que le corresponderán unos 12.000 rublos mensuales (unos 167 euros), que difícilmente dan para vivir. El cobro de la pensión no es incompatible con el trabajo y, por ello, muchas personas optan por continuar trabajando. En su caso, Yura teme que aprovechen la jubilación para despedirle, básicamente por la delicada situación que atraviesa su empresa.

Los planes de pensiones privados no gozan de buena prensa. Las entidades financieras «no ofrecen mucha confianza; mejor dicho, ninguna», indica Yura. Varios son los casos de desfalcos en este tipo de fondos y la posibilidad de recuperar el dinero invertido «tiende a cero».

Las inercias en el sector público

La cultura laboral no cambia por decreto y muchas de las actitudes que se forjaron durante años no han desaparecido. Liena trabaja en el departamento de Seguros del Banco Central de Rusia. Estudió Física y el espíritu práctico de una ciencia dura enseguida sale a reducir en la conversación. Comenta que en su trabajo muchas veces se hacen cálculos con sofisticados modelos muy laboriosos, aunque se obtienen «prácticamente los mismos resultados utilizando métodos mucho más sencillos».

Afirma que ya ha entendido «por qué no funciona nada» en Rusia. A su juicio, la primera cuestión es la «poca profesionalidad». Las personas que copan los puestos directivos se distinguen, en general, más por los contactos y amistades que por su valía técnica y profesional, lo que impide la promoción de quienes están mejor preparadas.

Incluye un segundo punto, que define como la «ausencia de interés en mejorar». Liena cree que las personas que consiguen un puesto directivo están más preocupadas en conservarlo o lograr una futura promoción que en aprender.

Por último, añade que una característica muy común en la Administración es la «no asunción de responsabilidades», ni siquiera las inherentes al cargo que se ostenta. Los directivos suelen delegar con facilidad para evitarse problemas, hasta que estos aparecen y entonces suelen tener un carácter irreversible.

Los vicios del sector público ruso retratados por Liena se reproducen con mayor o menor intensidad en todas las organizaciones burocráticas de todo el mundo, posiblemente la diferencia sea solo de grado.

 

Las exportaciones de armamento

La industria militar es la otra gran rama sobre la que se asienta la economía rusa. A principios de setiembre se celebró el Forum «Armia 2016» en Moscú, en el que Seguey Chemezov, director general de la corporación estatal Rostej, encargada de elaborar, producir y exportar productos industriales de alta tecnología, informó de que durante los ocho primeros meses del año las exportaciones de armamento han superado los 7.000 millones de euros, aproximadamente un 5% del total de las exportaciones rusas. La cartera de pedidos del consorcio estatal encargado de exportar armamento, Rosoboronexsport, supera en este momento los 46.000 millones de euros. La guerra de Siria se ha convertido en un gran escaparate para el armamento ruso que permitió cerrar importantes contratos en los primeros meses del año con China, Indonesia, Vietnam, Argelia y Paquistán.

También anunció que está ampliando los servicios posventa en el extranjero, lo que abre la posibilidad a las empresas rusas de participar en las licitaciones para el suministro de piezas de repuesto.II. E.

 

El desempleo, en mínimos

El desempleo en Rusia a principios de 2016 era del 5,8%. Unos 4,4 millones de personas se encontraban en paro mientras que la población ocupada estaba por encima de los 71 millones. Los datos medios ocultan una gran disparidad entre regiones. Las zonas con mayores índices de paro se localizan en el norte del Cáucaso, donde la república de Ingusetia registraba un índice de desempleo cercano al 29%. Otra de las regiones con índice elevado es la que se encuentra al este del lago Baikal: en esa región, por ejemplo, el Gobierno ruso ha puesto en marcha un programa de cesión de tierras para el asentamiento de colonos.

En el otro extremo se encuentran las grandes ciudades, donde se concentran la administración de las empresas y los servicios. Las tasas de paro se sitúan debajo del 4%. En San Petersburgo, se registraba el mínimo, con un índice de desempleo del 3,8%.

Los sueldos muestran la misma dinámica que el desempleo. Si el salario medio mensual es de 36.200 rublos (unos 500 euros), en Moscú llega a los 66.880 y en San Petersburgo, a 45.430. En el otro extremo, en el Cáucaso norte apenas llega a los 20.460 rublos y a 25.300 al este del lago Baikal. Los mayores sueldos se cobran en la región autónoma de Yamalo-Nenesky, situada al norte de Siberia Occidental, por encima del círculo polar, y que cuenta con ricos yacimientos de petróleo y gas condensado, donde se alcanzan los 70.620 rublos mensuales de media.Isidro ESNAOLA