Pablo GONZÁLEZ
Periodista

El Donbass empieza a nacionalizar empresas de oligarcas ucranianos

Los territorios rebeldes del Donbass y Kiev entran en una nueva fase del conflicto que abre numerosas incógnitas. Una de ellas pasa por entender cómo Ucrania ha coadyuvado a una tesitura que pone en peligro su ya de por sí delicada situación económica.

El 1 de marzo de este año las repúblicas populares de Lugansk y Donetsk (RPLD) empezaron la nacionalización de unas 40 empresas pertenecientes a ucranianos. El principal damnificado directo es el oligarca Rinat Ajmétov, que puede perder buena parte de sus empresas. Sin embargo, el estado ucraniano sería el gran perdedor si finalmente la amenaza se lleva a cabo. Kiev perdería ingresos, puestos de trabajo y vería peligrar seriamente su sistema energético.

Las empresas nacionalizadas pertenecen en su mayoría al sector metalúrgico y energético; en la lista están también varias importantes minas de carbón, e incluso hoteles e instalaciones deportivas como el moderno estadio Donbass Arena, el que fuera el estadio del Shaktar Donetsk. Como medida adicional las autoridades rebeldes anunciaban el 3 de marzo el bloqueo de todos los negocios que tenían con Ucrania.

No es ningún secreto que Lugansk y Donetsk hacían negocios con Kiev a pesar de la guerra. El rocambolesco motivo que esgrimían para justificarlo era la dificultad de romper un sistema económico conjunto que dejaba beneficios para ambos, sin los cuales, ni unos ni otros podían seguir con la guerra. RPLD vende carbón a Ucrania, cuyos beneficios van destinados a pagar sus facturas militares. Kiev necesita ese carbón, de un tipo muy específico, el «antracita», para sus centrales eléctricas, sin ello el gobierno simplemente no podría abastecer a la población, y sin el apoyo de la población no puede continuar el conflicto.

Como situación aun más peculiar están las empresas ubicadas a ambos lados del frente, propiedad de Ajmetov y otros hombres de negocios. En 2016 Kiev ingresó 1.160 millones de euros procedentes de impuestos y tasas abonadas por parte de esas empresas localizadas en las RPLD. Estas empresas dependen unas de las otras y si no se suministran mutuamente carbón y otras materias, se verán obligadas a parar, especialmente en el lado ucraniano. Este escenario afectaría, según el primer ministro Groisman al empleo directo de 75.000 ucranianos, mientras que el presidente de Ucrania Poroshenko eleva la cifra a 300.000 ucranianos, que perderían su empleo, tanto de manera directa como indirecta. Además también serían importantes las pérdidas en impuestos y beneficios de exportación, cifradas en 3,3 mil millones de euros según el primer ministro de Ucrania Groisman.

Es bastante singular que a una situación donde Ucrania sería la gran perdedora se llega por acciones llevadas a cabo en el propio país y ante las cuales las autoridades no han podido o querido reaccionar. Tras más de dos años de guerra y mientras las relaciones económicas no se veían afectadas, de manera un tanto sorprendente, a mediados de febrero varios grupos de veteranos de la guerra del Donbass y nacionalistas ucranianos empezaron a bloquear el suministro de carbón y metales desde el Donbass rebelde alegando, sin faltarles parte de razón, que no es lógico comerciar con el enemigo declarado.

Esto provocó que las autoridades ucranianas declararan el 15 de febrero el estado de emergencia en el sector energético del país, ya que sin el carbón del Donbass no es posible garantizar el suministro eléctrico a todo el país. Y la alternativa al carbón del Donbass, que compraban a 53 euros la tonelada, solo puede ser Rusia (70 euros) o Estados Unidos y Sudáfrica (94 euros en ambos países). ¿Cómo es posible entonces que ante las importantes pérdidas que puede sufrir el país, las autoridades ucranianas no hagan de momento nada? Aquí nos encontramos con la compleja realidad de un país donde el Estado tiene cada vez menos mecanismos de control sobre la sociedad.

Romper todos los lazos con Kiev

Nadie quiere asumir la responsabilidad de dar la orden de disolver a la fuerza a quienes bloquean las vías de tren que comunican Ucrania y el Donbass. Cualquiera que dé esa orden verá su futuro político seriamente comprometido ante la impopularidad que le generarán las imágenes de policías golpeando a veteranos de guerra. Sin embargo, de igual manera crecerá el descontento por la pérdida de empleos y el empeoramiento de la situación económica, aunque eso ya es un problema del futuro, y no inmediato; al menos así parecen pensar las autoridades ucranianas. Otra razón para no intervenir puede ser el deseo de varios oligarcas ucranianos de repartirse el imperio de Ajmetov, aun a costa de perder la parte que se encuentra en las RPLD.

Lugansk y Donetsk por su lado, en respuesta al bloqueo a sus productos, han decidido romper todos los lazos. Su apuesta es Rusia, cuya economía, como comentó recientemente el diputado ruso experto en relaciones internacionales Aleksei Pushkov, puede integrar y coopar las empresas del Donbass sin problemas.

Habrá que ver hasta dónde llegarán realmente las autoridades rebeldes y si de verdad efectuarán una nacionalización completa. Además, al ser estados no reconocidos a nivel internacional, ni siquiera por Rusia, será complejo el legalizar esa nacionalización de las empresas y hacer que estas funcionen normalmente. También está por ver si finalmente Kiev reacciona o deja que la situación siga degradándose. En caso de que esta ruptura económica se lleve a cabo completamente, el reintegro del Donbass en Ucrania, objetivo oficial de las autoridades de Kiev, será prácticamente imposible.

 

Apatía y sentimiento de traición en el tercer aniversario del Maidán

Ucrania ha recordado recientemente los sucesos ocurridos en 2014, cuando la muerte de más de un centenar de personas culminó varios meses de protestas precipitando un cambio de gobierno. Se auguraban importantes protestas en Kiev contra varias polémicas medidas del gobierno ucraniano, pero la falta de apoyo mediático y financiación junto a la fuerte presencia policial hizo que finalmente las jornadas de recuerdo y protesta fueran más tranquilas de lo esperado, a pesar de que la situación en la Ucrania actual es mucho peor que en 2014. Las conmemoraciones, cada vez más agridulces, toman cada vez más un aire reivindicativo contra el gobierno y la presunta traición que este ha realizado de los ideales por los que ocurrieron aquellas protestas. A diferencia de los años anteriores y sintiendo el rechazo que provocan, ninguna figura oficial visitó el Maidán. Algo lógico si se tiene en cuenta que todos los días ha habido actos de protesta contra diferentes medidas del actual ejecutivo, en la mayoría de los casos de unos centenares de personas, sobre todo veteranos de la guerra del Donbass a los que se unieron ciudadanos normales hartos de las dificultades por las que pasan. Todos ellos dejaron constancia de la traición a los valores del Maidán que según ellos habían cometido unas autoridades enrocadas en supuestas reformas que no dan ningún resultado tangible más allá del empobrecimiento paulatino del país. Los únicos que consiguieron movilizar más manifestantes –cerca de unos 7.000– fueron los representantes de Svoboda, el antiguo partido nacional-socialista; el regimiento Azov, un grupo militarizado de clara inspiración neonazi, y los de Pravy Sektor, un conglomerado de grupos nacionalistas, que criticaron el «sistema oligárquico ilegitimo» que ha traicionado a los principios del Maidán. El carbón fue el otro tema principal que inspiró las manifestaciones. Por un lado porque las autoridades han subido las tarifas de electricidad y calefacción debido a que, según ellas, ahora el carbón se compra con un coste de transporte añadido y es bastante más caro que el producido en el Donbass, donde la mayoría de minas están bajo poder de los rebeldes contrarios a Kiev, o el que se compra en Rusia. La queja de los manifestantes es que las autoridades ucranianas mienten, ya que siguen comprando el carbón en el Donbass y Rusia, y además financian así al bando contrario en la guerra que vive el este del país. El Ejecutivo de Kiev quedó en evidencia al tener que declarar el estado de emergencia en el sector energético cuando grupos de veteranos bloquearon las líneas férreas entre los territorios rebeldes y Ucrania.

El tiempo va marcando cada vez más el recuerdo del Maidán, que va mutando de una revolución popular a un golpe de estado oligárquico efectuado sobre la sangre de ciudadanos que deseaban un estado más justo. La ausencia de progreso en las reformas junto a la cada vez más deteriorada situación en todos los ámbitos explican esa apatía y el sentimiento de traición, sobre todo de los caídos de aquellos días.P.G.