Arturo PUENTE
Barcelona
NACIMIENTO DE CATALUNYA EN COMÚ

El nuevo partido de Colau, bajo el peso de las expectativas

Catalunya en Comú se constituyó como partido el pasado sábado, incluyendo en su seno al entorno de Ada Colau, a ICV y a EUiA. Con el histórico PSUC como referencia, aspiran a representar un soberanismo no independentista.

Ada Colau no había cumplido su segunda semana como alcaldesa de Barcelona cuando el diario “El Periódico” anunció en portada que, según sus sondeos, una lista promovida por ella a las elecciones catalanas del 27 de septiembre se alzaría como la más votada si Convergència y ERC concurrían por separado. Ninguna de las dos condiciones se cumplieron. Colau no promovió ninguna candidatura y la coalición de Junts pel Sí, entre Convergència y ERC, fue anunciada semanas después, confiriendo a las elecciones un definitivo carácter plebiscitario sobre la independencia.

La Catalunya en Comú que entonces no fue nació el pasado sábado, dos años después, con el objetivo de conseguir la proeza prematuramente anunciada en la prensa. Tras convertirse en el lider del nuevo espacio, después de haber ganado dos elecciones generales en Catalunya, Xavier Domènech se perfila también como candidato a las elecciones. A ellas concurrirá, ahora sí, una nueva formación, producto de la suma entre ICV, EUiA –referente catalán de IU– y otras candidaturas municipalistas del entorno de Colau como la de Barcelona, la de Terrassa o la de Lleida.

Que la jornada fuera descrita como histórica por sus partidiarios no significa que el resultado de la ceremonia natal de los comuns haya despejado todas las incógnitas previas. Al contrario, será durante los próximos meses cuando se decidirán temas de calado como la relación del nuevo partido con las formaciones confluyentes, que se niegan a desaparecer, o cuáles serán las caras visibles del partido más allá del trabajo en la sombra de una gran ejecutiva de 33 personas. Por no estar claro, ni siquiera lo está el nombre que el partido acabará eligiendo entre los tres que suenan más, Catalunya en Comú, En Comú Podem o, simplemente, En Comú. El calendario, en estos asuntos, sigue punto por punto el diseño que Domènech realizó durante meses previos. Lo que el arquitecto no previó fue llegar a la asamblea fundacional sin la concurrencia de Podemos. La dirección de Podem, la pata catalana del partido, decidió no participar de la asamblea y, por tanto, quedar fuera del nuevo partido. Tras largas negociaciones y una consulta interna de pregunta barroca y participación discreta, el secretario general del partido, Albano-Dante Fachin, dio finalmente el portazo a una semana de la foto finish, alegando que no se cumplían las condiciones mínimas para que su partido participase.

La decisión de Fachin, que conecta con una pulsión presente en las bases de Podem en contra de perder su identidad morada, ha generado largos quebraderos de cabeza en el secretario general estatal de Podemos, Pablo Iglesias. El de vallecas observa a los comunes entre la admiración de tres rotundas victorias consecutivas –Barcelona y dos generales–, y el temor a una Colau que no tendría grandes problemas para consolidarse como figura presidenciable en España. Además de los cálculos personales, Iglesias es un sincero entusiasta de la confluencia en Catalunya, conocedor de que, en el puzzle estatal, la alianza con Colau arrebata al PSOE la fortísima plaza catalana.

Podemos, fuera de momento

Salir del entuerto generado por la dirección de Podem es complicado, aunque en privado la mayoría de las voces de uno y otro lado descartan un escenario en el que Podem y En Comú compitan electoralmente. Pero, en público, ambas partes enseñan sus plumas. La dirección de Fachin apuesta por una fórmula de coalición en igualdad, mientras que desde las filas comunes se repite la idea de que las puertas están abiertas, pero no para una cosa diferente a que Podem se integre en el partido con los privilegios de un confluyente más. ICV y EUiA, una vez asegurada su posición interna en forma de cuota, guardan silencio.

Pero a la vez que este desencuentro se encalla entre formaciones que son socias en todas las instituciones donde tienen representación, esos espacios se resienten. Muestra de ello son los últimos movimientos de Catalunya sí que es Pot, grupo parlamentario formado entre ICV, Podem y EUiA sin la participación de los de Colau. En un grupo ya de por sí poco pacífico, las últimas semanas han sido especialmente tensas entre el secretario general de Podem, el diputado Fachin, y el resto de formaciones.

Para complicar aún más el escenario, un grupo de militantes y cargos de Podem críticos con su dirección, encabezados por la también diputada Jéssica Albiach, presentaron una lista a las primarias de los comuns, con la que varios de ellos consiguieron estar en la nueva ejecutiva. Esta situación de doble pertenencia a partidos separados es inédita y, en Podem, muchos temen que acabe quebrando en dos a un partido al que le falta mucho para estar consolidado como sujeto autónomo en Catalunya.

Un partido no tan nuevo

En un incorregible tono académico, los promotores del nuevo partido han llamado a su criatura «nuevo sujeto político», huyendo a la vez de la denominación de partido –aunque no niegan la evidencia– y de la etiqueta confluencia, que prefirieron para las candidaturas instrumentales que les llevaron al ayuntamiento o al Congreso.

Pese al nombre, son pocos los partidos que nada más nacer cuenten con un capital político como el que tendrá Domènech: la alcaldía de Barcelona, la mayor delegación catalana en Madrid y varios grupos en la oposición de ayuntamientos importantes, amén de decenas de cargos electos. Para sus críticos, esta condición de partida delata al sujeto como, contrariamente a la novedad que proclama, poco más que la refundación del espacio de ICV.

Desde el partido, sin embargo, observan su implantación institucional como una verdadera palanca para impulsarse en el ruedo catalán. La trasatlántica institución barcelonesa es una responsabilidad añadida, pero también una prolífica fábrica de cuadros y una ventana mediática de primer nivel. En un escenario muy fragmentado, a ninguna formación se le pasa por la cabeza gobernar en solitario en Catalunya, pero los comuns se preparan ya para, si se diera la posibilidad de un acuedo de gobierno, no entrar en ella como hermanos pequeños de nadie.

Antes que eso deberán hacer frente a unas encuestas que, recientemente, les han empezado a ir de cara. La fortaleza de ERC sumado al pertinaz aguante del PSC tapona el ascenso del partido de Colau en los sondeos. Tampoco el impulso fundacional parece haber sido suficiente para sobreponerse a los augurios. En la asamblea constituyente del nuevo partido catalán votaron 5.540 personas, mientras que en marzo de 2015, 4.583 personas lo hiceron en las primarias de Barcelona en Comú, solo para la capital. Números que recuerdan que el país no es solo su capital.

 

No independentistas y enfocados contra Convergència

Uno de los primeros debates en los que la formación de Colau deberá sumergirse en los próximos meses es sobre el referéndum que el Govern ha prometido para setiembre. Los comuns no han definido su posición más allá de asegurar que, para que sea considerada un referéndum, la votación debe ser vinculante. En lo que sí se han mojado, tras meses de vacilación, es en dejar claro que su apuesta no es por la independencia sino por una república catalana que no rompa lanzos con España.

La opción no independentista en su ideario, avalada en la asamblea fundacional, rompe con la indefinición que sobre este aspecto había caracterizado al espacio hasta ahora. Pese a que la apuesta es por continuar en el Estado, el nuevo partido se ha esforzado en remarcar que los independentistas también tienen cabida en el partido. Esto no es casualidad, teniendo en cuenta que los sondeos indican que casi un tercio de los votantes comuns son partidarios de la independencia. Un electorado que deberán cuidar al máximo si desean pescar en ambas orillas nacionales.

Asunto diferente es su relación con los partidos independentistas. Los promotores del nuevo partido han enfocado sus objetivos contra Convergència, a quien aseguran que desean disputarle la hegemonía social y política. En los discursos de los líderes de En Comú es frecuente escucharles recordando los múltiples casos de corrupción de la derecha independentista, con lo que justifican su negativa a entrar en la agenda del procés.

Tampoco con ERC y la CUP la relación es un idilio. La contundente oposición de ambos en el ayuntamiento y sus pactos con la derecha en el Parlament son frecuente fuente de reproches públicos. Con todo, la hegemonía republicana que las encuestas pronostican dibuja un escenario electoral en el que el único billete de entrada al Govern para los de Colau pasaría por un pacto con ERC.A.PUENTE