Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «Las confesiones»

¿Quién mató al director del FMI?

El nuevo film de Roberto Andò ubica la mayor parte de su acción en una lujosa villa de la costa alemana. Por medidas de seguridad y por coste de los servicios, es este uno de los lugares más inaccesibles del planeta. Un remanso de paz (y de lujo) reservado a la gente más poderosa del mundo. ¿A los ministros de economía del G8? Sí, y también al director del Fondo Monetario Internacional, maestro de ceremonias de un fin de semana en que se va a decidir el futuro financiero tanto de las naciones más desarrolladas... como de aquellas que están a su merced.

La gracia está en saber quién está arriba y quién está debajo; quién impone las reglas y quién las acata. En este segundo pack van todos los mortales. Tanto los que responden ante divinidades malignas tales como Adam Smith, como los que hacen lo propio con la benevolencia (y rigidez moral) de Dios nuestro señor. Andò junta a toda esta gente extraña en el mismo escenario, y claro, a las pocas horas, vuelan los puñales. El primero de ellos le da en toda la espalda al jefe de todo esto... poco después de que haya confesado sus pecados a un monje italiano, misterioso invitado a tan distinguida reunión.

La película está planteada como una intriga detectivesca a lo Agatha Christie. La resolución del comentado asesinato se erige en motor principal de una trama que, a cada escena que pasa, va descubriendo sus verdaderas intenciones: hacer prospección en el alma del capitalismo más rabioso. Suena pretencioso y, efectivamente, así es. Aún peor, es cargante. Lo que aquí pretende Andò no es desvelar ningún misterio, sino aleccionar al espectador sobre los peligros de la tentación marerial. Como un cura en el púlpito. El guion no es tal, sino más bien un sermón. Uno de estos que se cree mucho más listo de lo que realmente es. De una simpleza a la hora de enfrentarse a temas complejos, que asusta. De una altivez insoportablemente antipática.