Iratxe FRESNEDA 
Profesora de Comunicación Audiovisual

 Los amantes del cine

Amateur, amante, esa persona que hace algo por amor y no tanto por razones económicas. Desde los márgenes de la industria, vinculado al ámbito personal y familiar, el denominado cine amateur ha viajado en paralelo al cine profesional. Denostado como discurso menor, curiosamente siempre ha estado ligado a la experimentación y a las vanguardias. Decía Maya Deren que la «libertad artística significa que el cineasta aficionado nunca es forzado a sacrificar el drama visual y la belleza a una corriente de palabras, palabras, palabras, palabras, a la incesante actividad y explicaciones de una sinopsis, o al despliegue de una estrella o del producto de un patrocinador; de la producción amateur no se espera que retorne utilidades sobre una gran inversión manteniendo la atención de una audiencia masiva y variopinta por 90 minutos». Del archivo privado de muchas familias han nacido grandes historias que nos han hecho mirarnos de cerca, desde la óptica de esa otra fantasía no comercial. Desde el maravilloso montaje de “Un’ora sola ti vorrei”(2002) de Alina Marazzi, pasando por “Grizzly man” (2005) de Werner Herzog, “Devil and Daniel Johnston”(2005) de Jeff Feuerzeig, “The family album”(1986) de Alan Berliner, “Tren de sombras”(1997) de José Luis Guerin o los diarios de Jonas Mekas quien de forma contundente declaraba: «Hago películas caseras, luego existo; existo, luego hago películas caseras». Las cámaras, por lo menos por ahora, no hacen solas las películas, son los cineastas quienes las crean, amando el cine.