Jakes PARROU
DONOSTIA
A VISTA DE CATALEJO

ASTE NAGUSIA. Champán en el yate, botellón en tierra firme

La «comidilla» de estos días y noches en el puerto han sido inevitablemente esos yates que hasta ahora fondeaban en la bahía pero que este año se han metido hasta la cocina. Porque la fiesta en Donostia tiene muchos contrastes, pero todavía nos faltaba ver esto: en tierra firme, cuadrillas jóvenes tirando de bocata korrikalari, cuando no directamente txerrijanero, y trasegando kalimotxo de cartón de Don Simón: y en el agua, a seis-siete metros no más, navegantes y demás gorrones pelando gambas a manos llenas y poniéndose finos de champán, bien frío en su cubitera. Y luego que las encuestas dicen que el ídolo de la juventud es Amancio Ortega, no te jode...

Cuentan que el sábado tuvo que intervenir la autoridad porque alguno de los ponpoxos yates tapaba la salida a la bocana, en perjuicio del catamarán turístico e incluso de los motoras de la isla (¡hasta ahí podíamos llegar!). Se les amarró en el sitio debido, pero como desde que desapareció el mítico pesquero verde y chaparon la lonja casi todo son chipironeras y barquitos de recreo, pues eso, que los visitantes copan el paisaje.

Así que uno de los entretenimientos de la peña es intentar descifrar qué bandera llevan estos abusones. De conveniencia, sin duda. La tela roja con enseña británica en la esquina superior izquierda del yate mayor está provocando muchos quebraderos de cabeza. Descartada Gran Bretaña (¡esa no tiene fondo rojo, zoquetes!), uno dijo haber hallado que es la del antiguo Imperio indio, otra contratacó con que representa a la muy exótica provincia canadiense de Manitoba (capital Winnipeg) y el más listo de la cuadrilla insistió en que es la que les quitaron a los ingleses en el Río de la Plata (justo a la izquierda de donde Cristo perdió la zapatilla) en el intento de invasión de 1806. O sea siete años antes de que nos dieran fuego a la Parte Vieja, joderse pues.

Cuánto daño hacen el iphone, la Wikipedia y el tiempo de ocio. Porque para mí que tanta euridición no puede ser buena. Ni tanto lujo.