Iker Bizkarguenaga
Periodista
JO PUNTUA

Banalización del mal

Hannah Arendt asistió al proceso contra Adolf Eichmann como corresponsal del “New Yorker” y fue en el contexto de aquel juicio cuando acuñó la expresión «banalidad del mal» para tratar de explicar racionalmente las atrocidades del nazismo. A saber, Eichmann no presentaba rasgos de una persona con carácter retorcido o mentalmente enferma, actuó simplemente para ascender en su carrera y sus actos fueron resultado del estricto cumplimiento de órdenes. Era un burócrata que se atuvo a lo mandado con exquisito celo y eficiencia. Y como él, miles de compatriotas, gracias a cuya diligencia fueron asesinados millones de seres humanos.

La tesis fue corroborada por experimentos como el de Milgram y el de Stanford, aunque también fue objeto de críticas que sostenían que crímenes de tal magnitud no pueden ser cometidos por gente corriente.

Yo no lo veo claro. En el tema de la tortura, por ejemplo, me chirría la teoría que considera a los torturadores, ya sea en la ESMA o en Intxaurrondo, meros engranajes de un sistema, funcionarios que solo desempeñan su papel. Ese sistema existe, es evidente, pero creo que para aplicar la picana o violar a una detenida hace falta tener una tara. Cualquiera no vale.

De todo esto se está hablando mucho a raíz del desfile nazi de Charlottesville y sus derivadas, incluida la respuesta de Trump, que es en sí mismo banalidad y maldad a partes iguales. Se está aludiendo a la ruptura del consenso antifascista posterior a la II Guerra Mundial como origen del resurgir de una ideología tan ligada al capitalismo.

Pero Virginia queda lejos y aquí cocemos esas alubias a calderadas. No sé si es banalización del mal o relativismo ético, pero algunos están pactando con aquellos que no solo son herederos de quienes apiolaron a miles de conciudadanos, sino que si la unidad de España lo requiriera y el escenario fuera propicio volverían a hacer lo mismo. Señor Ortuzar, amenazar con tomar represalias contra un pueblo que quiere decidir su futuro es fascismo, hoy como ayer, y ustedes están yendo de su mano. No despacito, sino a velocidad de vértigo.