Amparo LASHERAS
Periodista

La involución no descansa, sigue

Un azar concurrente y absurdo convierte en representación burlesca los lemas «Cultura para la convivencia» y «Democracia directa» en la Capital Europea de la Cultura. El veto de la Fundación Donostia 2016 a las y los organizadores de la exposición Giltzapekoak: notas sobre la reclusión, prohibiendo la exhibición de obras elaboradas por presos de ETA, porque podían «herir la sensibilidad de las víctimas del terrorismo», pone de manifiesto la existencia de una censura programada.

El hecho de que tanto los políticos como el director general de la Capitalidad opinen sobre la intencionalidad y el impacto devastador que producirían en las «víctimas» unas obras que no tienen un contenido hiriente (tal y como reconocieron públicamente), constituye una muestra de los privilegios exorbitantes de los patronos de una Fundación que apuesta por la penuria del relato único (lo aceptable, lo admisible y lo indecible) en la producción artística. Lo de los puentes tendidos es «postureo» pseudo-pacifista.

En lugar de promover una pluralidad de relatos individuales y colectivos emancipadores, nos encontramos con un intervencionismo autoritario y arbitrario. En democracia, la libertad es la norma; lo contrario es la excepción. La solución viene del diálogo y no de forzados silencios.