Raimundo Fitero
DE REOJO

Los días

Cada día es el día de algo. Cada día es un día. Y alguno puede ser un gran día. Pero celebrar el Día de la Televisión me parece paradójico, contradictorio, porque dadas las circunstancias globales, se debería celebrar el No Día de la tele. Un día sin tele debería entrar en la Seguridad Social, como prescripción médica y subvencionado. Por eso pasan los días y no hay día sin afán de convertir nuestra vida en una basura no reciclable. Hagan la prueba, pasen dos días sin encender el electrodoméstico esencial, estando en casa, y recordarán dónde dejaron aquel bonito regalo del amigo invisible del año pasado. No es tan angustioso como parece, de todo se sale.

El otro día fue el Día de marras, y organizado por una página dedicada al invento, Vertele, se debatió sobre la televisión pública. Voy y me columpio: un debate televisivo sobre la televisión pública está larvado por el medio. Es la tontería del día, perdón. Pero si pones a los que están al frente de las televisiones para hablar de las televisiones, no puede salir otra cosa que un muro de lamentaciones o un spot de lotería navideña. Y así me pareció, con todos mis respetos. No dieron muchos titulares, aunque sí dieron ganas de pensar otra vez sobre los motivos por los que se acepta en unas democracias del siglo veintiuno las televisiones de titularidad pública, es decir, correas de transmisión y propaganda de los gobiernos de turno. Pero esto es volver a  empezar el debate, y el debate sin voluntad se acaba pronto. El debate que puede dar luz sobre el asunto debería ser preferentemente filosófico, ético, periodístico y, sobre todo, político. Aunque alrededor del mismo día Buenafuente nos dejó algún buen chiste, o no, depende, como que TVE ha vuelto a poner en pantalla “Operación Triunfo”, debido a la pertinaz sequía. O que Jordi Hurtado estaba en la tele antes de la carta de ajuste.