Maider EIZMENDI GASTEIZ
Entrevista
Jimmy Jiménez Sánchez
Investigador de la Soc. de Ciencias Aranzadi

«El tiempo juega en contra, pero también la falta de medios económicos»

Presentando su ponencia «Arqueología en el Frente. Recuperación de combatientes en los campos de batalla», Jimmy Jiménez Sánchez ha participado en el I Congreso Internacional sobre Arqueología de la Guerra Civil española que se ha celebrado esta semana en la Facultad de Letras de la UPV-EHU en Gasteiz.

Jimmy Jiménez Sánchez lleva más de una década exhumando la verdad y el conocimiento acerca de lo que sucedió en Euskal Herria durante el alzamiento fascista del 36 y la posterior dictadura. Se trata de una labor que exige «profundidad y continuidad», remarca, y que, por lo tanto, necesita de medios técnicos y económicos.

Congreso Internacional sobre Arqueología de la Guerra Civil española. ¿Cuál es el objetivo?

Este Congreso pretende abordar todo el trabajo que se está realizando en todo el Estado español en la aplicación de la arqueología a eventos relacionados con la Guerra Civil: excavación de fosas comunes, limpieza de trincheras, excavación de combatientes que aparecen en esas trincheras... El intercambio de información y experiencias es de gran ayuda.

La aplicación de la arqueología para localizar restos de la Guerra del 36 es relativamente reciente. ¿Qué es lo que aporta este nuevo enfoque?

Nosotros tratamos de trabajar en aquellas fosas comunes que guardan relación con el transcurso de la guerra en Euskal Herria y determinar diferentes tipologías en función de las muertes de las personas que están dentro de estas fosas. Por ejemplo, en Bizkaia nos encontramos con que la mayor parte de las fosas comunes son fosas de combatientes. Araba y Nafarroa tuvieron un discurrir de la guerra totalmente distinto. En Araba, exceptuando las zonas limítrofes con Bizkaia y Gipuzkoa, en las que sí hubo línea de frente y de combate, en el resto del territorio hubo asesinatos, desapariciones forzadas... Se produjo lo que comúnmente llamamos represión en retaguardia. Los hallazgos son muy distintos a los que habitualmente encontramos en las fosas de combatientes que han aparecido, sobre todo, en la muga geográfica de Bizkaia, que sirvió durante meses como muga entre la Euskadi republicana y la Euskadi franquista, pero también en Gipuzkoa.

La labor que se plantea es amplia.

Nosotros nos estamos encargando de una parte de esta gran labor que queda por hacer. Queremos contribuir a la verdad y el conocimiento, que en muchas ocasiones se contradice con lo que hasta hoy se había publicado por parte de la historiografía de los vencedores y en otros casos, en cambio, corroboramos lo que se ha contado.

Por ejemplo...

Yo he trabajado, sobre todo, en la excavación de fosas comunes. Una de las grandes preguntas que se hace la gente es sobre el número de víctimas. Parece que la tragedia se mide en función del número de personas que fallecieron, aunque, como siempre digo, la tragedia es la tragedia. En algunos casos, las cifras que se han manejado han servido para confirmar una tesis: por ejemplo, que hubo una represión brutal y que fueron asesinadas miles y miles de personas. La cuestión es que luego va la arqueología y cifra el número de fallecidos en cien personas. Con ello no quiero decir, evidentemente, que cien no sea una cifra a tener en cuenta, pero esa masacre de miles y miles se descarta ya, porque no hay nada científico que lo sustente.

En lo que a fosas de combatientes se refiere, cuentan con un proyecto concreto en Bizkaia para realizar una prospección.

Sí. El proyecto fue iniciativa de unas personas que llevaban años revisando los frentes de guerra en Bizkaia. Se pusieron en contacto con Aranzadi y propusieron la idea de regularizar su actividad. Una forma de hacerlo es arroparse en una institución como Aranzadi que tiene medios y puede servir de abanico a estas personas que, simplemente, lo que quieren es andar por el monte de forma legal sin que nadie les llame expoliadores. En este trabajo concreto, Aranzadi pone la parte académica y científica, y también trabajan personas que, sin ser historiadores, arqueólogos o profesionales de otro tipo, llevan muchos años trabajando en cuestiones de la Guerra Civil y, por tanto, se han hecho expertas en balística, en los batallones que combatieron en cada zona... El trabajo de estas personas facilita el nuestro.

¿Existe mucho interés?

Hay más interés y también más conciencia. Los aficionados se han ido concienciando de que junto a una hebilla, junto a un cinturón o a una bala puede haber una persona. En el momento en el que aparece un huesito, por pequeño que sea, se ponen en contacto con nosotros y nos preguntan si corresponde a un animal o a una persona. Al menos esa fase de concienciación se está superando en parte.

La exhumación e identificación de los restos de las víctimas de la represión es una de las labores que más se conoce y se valora.

El objetivo final o lo ideal sería la identificación de todos los restos, pero no siempre se consigue, porque también ha pasado mucho tiempo, las familias se han trasladado... Hay que tener en cuenta que en el caso de los combatientes el perfil es el de una persona joven, soltera... con lo cual se complica la indagación de familiares hoy en día. El tema de las fosas comunes se desarrolla en función a la demanda de personas o familias que quieren indagar en aquello que le sucedió a alguna persona y que, a nivel personal, agradecen mucho nuestro trabajo. El correo electrónico de una familia es muy gratificante, porque te hace pensar que estás haciendo algo bonito y que sirve para algo.

Pero, el tiempo juega en contra de su trabajo.

Por supuesto. Hay mucho que investigar y mucho que ya no se va a poder investigar. Se está llegando tarde, porque no todo está documentado y guardado. Mucha información se guarda en la memoria de las familias o las personas; y, por lo tanto, si desaparecen las personas, desaparecen las historias. Es verdad que no cesamos en el empeño y que se abren nuevas líneas de investigación justo cuando has dejado de buscarlos.

No es la única dificultad sobre la que han incidido durante estas jornadas.

El tiempo es una de ellas, pero también existe falta de medios económicos. La cuestión económica limita que un trabajo pueda tener mayor continuidad, mayor grado de profundidad... En el Congreso se ha hablado mucho de este tema y de que, muchas veces, trabajamos como si fuésemos una ONG, con mucho voluntarismo, con dedicación, regalando el tiempo... Al fin y al cabo, somos donantes de tiempo. Evidentemente, eso limita mucho el trabajo que se está llevando a cabo. Por otro lado, se está demostrando que tampoco hace falta mucho dinero. Otra de las dificultades es que en algunos sitios se ha construido y, por ello, ahora resulta imposible investigar. En Euskadi quizás no se han cometido tantas barbaridades en este sentido como las que sí se han llevado a cabo en otros territorios del Estado, donde la impunidad es la que maneja las palancas y el volante y el timón. La impunidad es la que ha servido durante cuarenta años de dictadura, cuarenta años de democracia y también a fecha de hoy. Esa impunidad, lamentablemente, sigue predominando y dominando todo.

¿Y el miedo?

Sí, aún existe miedo de remover heridas. Nos han llamado de todo a lo largo de estos años. Pero por zonas ha ido cambiando la actitud de la gente. En las áreas rurales en las que todo el mundo se conoce mucho más es más evidente ese temor. Cuando acudimos a recopilar datos y nos hacen su relato evitan mencionar nombres concretos. Eso para mí es un síntoma claro de que la herida no está curada y de que existe un vacío democrático por el que uno no puede aún expresarse libremente.