Iñaki Uriarte
Arquitecto

Kukutza, terrorismo social, cultural y policial

Kukutza fue, hasta que Azkuna el bronco alcalde españolista de Bilbao quiso, una factoría de dinamización socio cultural y deportiva autogestionada que surge de la iniciativa colectiva, sin ayudas externas en la más esencial tradición auzolan tan propia de nuestro país habiendo conseguido un incuestionable arraigo popular.

Las múltiples y diversas actividades realizadas en sus trece años de existencia poseían una indiscutible e interesantísima utilidad pública, aunque fuesen de carácter modesto y efímero, lo que le otorga un valor como patrimonio inmaterial, hasta el punto que por ha sido un ejemplo muy reconocido en otros remotos lugares. Su éxito ha sido visto con rencor y frustración por un Ayuntamiento que no ha controlado su eficaz gestión y ha sido el principal impulsor de su desaparición.

Como acertadamente dijo el catedrático Ramón Zallo en el debate celebrado en Kukutza (06.07.2011) ”las causas de lo común y la comunidad crean ciudad”, y una ciudad como suma de épocas y diversidades es el escenario de la cultura, tanto de la representativa como de la participativa. Esta obra social sumamente eficaz de interés general, difícil de cuantificar en términos económicos, es sin duda prioritaria a un valor inmobiliario del terreno que se calcula de modo alcista en 11 millones de euro y por la Diputación en 2,19.

La propiedad, inmobiliaria Cabisa, ya consiguió hace años un sospechoso, sino fraudulento, trato de favor del Ayuntamiento al ser recalificado el terreno, comprado como industrial por 2,1 M € a residencial, no habiéndose interesado en edificar hasta mayo de 2011. Durante todos estos años se han despreocupado del edificio sin cumplir con el obligado deber establecido en el Plan General, de conservación y mantenimiento, subsanado por su permanente utilización que los cívicos ocupantes han hecho asiduamente durante 13 años de modo voluntario a sus expensas con esmero, verificable eficacia, y acertado criterio. Por ello esta conjunción de usos sociales vinculados a una notable arquitectura industrial de 1950 le otorga a Kukutza una excepcional valía e interés cultural.


Juicio y derribo
Habiendo asistido a la Vista de Medidas Cautelares en el Juzgado de lo Contencioso Administrativo nº 5a las declaraciones de los abogados de ambas partes que sostenían razonamientos sobre conceptos distintos. Parecía ya evidente que la jueza apreciaba la demagogia y falsedades de los representantes del Ayuntamiento y Cabisa, quienes aludían continua y exclusivamente a la no catalogación del edificio. En representación de Errekaldeberriz Auzo Elkartea, el letrado José Ángel Esnaola evidenció la manifiesta ilegalidad urbanística, mostrada con el texto del Plan General en una documentada intervención con planos pudiendo resumirse en qué no se puede otorgar licencia de derribo sino existe un proyecto de construcción, cosa que evidentemente no hay, sólo una idea. ¿Qué lectura tan parcial de la legalidad vigente ha realizado la jueza para autorizar su derribo a las pocas horas de una Vista precipitada con escasísimas posibilidades de defensa de sus diversos valores, tras haberlo paralizado poco antes? ¿No merecía la pena haber pospuesto la irreversible situación a la celebración de una conciliación previa con un sensato y completo análisis del caso dado que no existía ningún motivo razonado para cesar la actividad, ni necesidad por una edificación urgente?

El derribo de Kukutza es un incomprensible acto de terrorismo cultural que no aporta absolutamente nada, salvo un hueco físico en el barrio y un enorme vacío social, generando una lógica y considerable alarma ciudadana ante el enorme valor de lo destruido. Este atentado tuvo también otros responsables en el Ayuntamiento: la concejala de Cultura Ibone Bengoetxea y el de Urbanismo Ricardo Barkala, ambos del PNVe personajes cuya afición más conocida es la asidua asistencia a la tortura y muerte de 54 toros en cada Aste Nagusia que les suministra considerables dosis de barbarie, el cerebro saturado de violencia y la mirada plena de sangre.

La concejala muestra su soberbia y reiterada absoluta incapacidad para un cargo impuesto por su partido que se evidencia cuando jamás había visitado el edificio y sus actividades ni tampoco se ha interesado por este modélico proceso sociocultural. El concejal ha prevaricado al autorizar un derribo precipitado e incontrolado minutos después de una resolución judicial, que ya presumían favorable, sin el correspondiente proyecto de garantías medio ambientales, una demolición ilegal.

Trágico episodio cultural, uno más en los últimos años bajo el mandato del demagogo alcalde Iñaki Azkuna. En una ciudad culta y democrática una brutalidad de esta naturaleza ocasionaría la dimisión o cese de su alcalde y su cuadrilla de cómplices.


Venganza y represión
Asimismo hay que criticar con contundencia el terrorismo social practicado por la Ertzaintza. Hay abundantes testimonios, visuales y grabados y lo he presenciado muy de cerca con el cerco policial de sesgo militar a un barrio impidiendo la movilidad vecinal, humillando y agrediendo con una inusitada bestialidad, disparos incluidos a toda clase de personas que transitando por la calle encontraban a su paso, ancianos, mujeres, niños a lo largo de los días que han durado las protestas. Actúan por odio y venganza con su chulería habitual, prepotencia e inmunidad provocando a la población para poder o masacrarlos, detenerlos, acusarlos falsamente, algo denigrante que muestra los más bajos instintos de que es capaz un ser humano cuando se disfraza acorazado y se dota de armamento.

No se debe eludi de nuevo la responsabilidad de Azkuna en su petición a la Consejería de Interior del entonces gobierno rapiña vasco-español, de una represión contundente ante la previsible y lógica protesta ciudadana. Deseo innecesario conocidos los antecedentes antivascos del consejero Rodolfo Ares un brutal hostigador, Are(s)presión especialmente de todo aquello que, su escaso horizonte intelectual manifestado con un repetitivo y rutinario palabreo que empieza y termina en ETA, terrorismo, victimas y nada más, tenga raíces populares e identitarias.

La respuesta de los jóvenes expulsados en todas su expresiones es legítima, correcta y proporcionada como una contundente muestra de desahogo e indignación por la pérdida de su creación, bienes personales y contestación a la fiereza policial, una de las más brutales en los últimos años, que dejó numerosos heridos incluso entre vecindario ajeno y las caprichosas detenciones inculpándoles como es habitual con falsos testimonios y a los que deberemos apoyar sin titubeo cuando están siendo procesados. Incluso el Ararteko reprobó tal salvajada.

De todos modos este capítulo final manipulado mediática e interesadamente, sino provocado por la propia policía, por el Ayuntamiento no puede ni debe bajo ningún concepto marginar la validez, grandeza y ejemplaridad del proyecto social, lúdico y cultural de Kukutza que deberá renacer con la misma fuerza y capacidad que en su día lo hizo. ¡Zorionak eta aurrera Kukutza!

Finalmente, resultan despreciables sino repugnantes por su dosis de cinismo las palabras del entonces nefasto concejal de Urbanismo Barkala del PNVes, y que amenazan con su vuelta en las próximas elecciones (Deia 2011.10.01) “Me molesta que aún me pregunten por qué no hemos dejado el edificio de Kukutza” Otro siniestro interviniente en el proceso, el Concejal de Seguridad Tomás del Hierro, antiguo policía municipal, a la pregunta ¿Como considera qué fue la actuación de la Ertzaintza criticada en muchos sectores? Responde gremial, falsa y cínicamente: “Ha sido intachable por mucho que se empeñen en denunciarla”. Y en otro medio declara ¿Le pareció que hubo brutalidad policial? Replica “En absoluto. Es más, felicito a la Ertzaintza”. Con estos represores sujetos en un ayuntamiento cualquier brutalidad adquiere el rango de normalidad. Je suis Kulutza.

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