Centrar el debate sobre la educación en sus valores

Los resultados del informe Pisa 2015 dados a conocer ayer hicieron saltar las alarmas en los territorios de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa por suponer un notable bajón en comparación con ediciones anteriores. Nafarroa salvó la prueba con buena nota al mantenerse por encima de la media española y de la OCDE en las tres competencias evaluadas: ciencia, matemáticas y lectura. Volviendo a los resultados de la CAV, que únicamente logra salvar la barrera de la media en matemáticas, instituciones y agentes políticos se apresuraron a alertar sobre la urgencia de analizar lo sucedido. Una lectura que convendría extender más allá de los números concretos del Pisa, que si bien puede ofrecer alguna pista de las lagunas que presenta el sistema educativo vigente, no deja de ser una encuesta convertida en un ránking en el que no pocas veces se cae en la tentación de compararse con el peor.

Uno de los efectos más perversos de este tipo de encuestas es que promueve la competitividad y banaliza el proceso educativo propiamente dicho, simplificándolo al ejercicio de convertirse en el mejor. Promover el espíritu competitivo no tiene por qué ser negativo, siempre y cuando no se sacrifiquen con ello otros valores como el compañerismo o la curiosidad por adquirir nuevos conocimientos, cayendo en el mero utilitarismo de la educación. Los cambios impuestos por el Gobierno español a través de la Lomce van precisamente en esa dirección, abandonando el impulso de un pensamiento crítico a costa de formar personas cada vez más dirigidas a la producción de bienes. La relegación a un segundo plano de asignaturas humanísticas como Filosofía es un ejemplo.

Los números del Pisa desnudan, sobre todo, la existencia de un debate pendiente sobre el sistema educativo que queremos y necesitamos para construir un país que mira al futuro con la ambición de mejorar y permitir vivir a sus ciudadanos sobre valores más enriquecedores, en todos los niveles. Un examen que no puede quedar en suspenso.

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