No deberían repetirse, pero se repiten

El drama de los refugiados y desplazados como consecuencia de los conflictos armados a lo largo del planeta habitualmente no suele acaparar la atención mediática, a pesar de tratarse de una terrible realidad que afecta a millones de personas, como muestran los abrumadores datos que ayer ofreció la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Elevadas cifras tras las que sobreviven a duras penas personas de carne y hueso.

El conflicto de Siria es actualmente la mayor emergencia humanitaria, en palabras de la ACNUR. A los más tres millones de refugiados a consecuencia de ese conflicto se les han de añadir cientos de miles que huyeron del país sin registrarse como refugiados y otros más de seis millones de desplazados sin salir de él. Precisamente el número de desplazados internos en el mundo alcanzó el pasado año la cifra sin precedentes de más de 33 millones, de los cuales un 43% eran sirios, lo que da una idea de la magnitud de la crisis humanitaria, y es preciso insistir en que son datos de 2013, cuando la violencia del Estado Islámico aun no se había manifestado. Por si fuera poco, los desplazados a causa de los conflictos de Irak y Palestina aumentan considerablemente la ya elevada cifra en una zona tan reducida. Esas cifras evidencian, asimismo, la inoperancia de la comunidad internacional. Es necesaria una reflexión sobre una realidad que tras la traumática experiencia de la Segunda Guerra Mundial se consideraba imposible. Pero fue posible. También tras la guerra de los Balcanes se dijo hasta la saciedad que jamás se debería repetir semejante catástrofe. Pero se ha repetido e incluso superado. Actualmente en escasos días mueren miles de personas en África o en Oriente medio.

Esa inoperancia de la comunidad internacional, sin embargo, no es casual ni fruto de la falta de medios para abordar los conflictos armados en el mundo, sino consecuencia de anteponer los intereses propios a evitar esas guerras que desangran a países enteros.

Buscar