Arturo F. RODRÍGUEZ - 7K
DONOSTIA
Elkarrizketa
Ane RODRÍGUEZ
Directora de Tabakalera

«La oportunidad de cohabitar en un espacio común como Tabakalera abre más posibilidades de sinergias»

Con la llegada de Ane Rodríguez (Hernani, 1978) al puesto de directora cultural de Tabakalera se ha alcanzado la estabilidad necesaria para abordar el desenlace de este largo proceso. Licenciada en Ciencias de la Comunicación y con una sólida formación en arte contemporáneo y gestión cultural, Rodríguez ha mantenido siempre una estrecha vinculación con el cine y las artes audiovisuales, especialmente con algunos centros y proyectos de Euskal Herria, como el Zinemaldia o Manifesta (la bienal europea de arte emergente).

Ane Rodríguez. (Conny BEYREUTHER)
Ane Rodríguez. (Conny BEYREUTHER)

La antigua fábrica de tabacos de Donostia, en el barrio de Egia, conoció su época dorada en los años veinte, cuando llegaron a trabajar en ella más de mil personas, casi todas mujeres. Pero su actividad cesó definitivamente en 2003, año en el que el Ayuntamiento, la Diputación de Gipuzkoa y el Gobierno de Gasteiz compraron el edificio para convertirlo en un centro internacional de cultura.

Desde entonces se han sucedido diferentes proyectos y se han suscitado diversas polémicas en torno a la gestión y las líneas de trabajo de este inmenso espacio que está llamado a ser un referente del arte y la cultura en Euskal Herria, pero cuyo horizonte internacional le provee de una relevancia estratégica.

Ane Rodríguez ha sido coordinadora de contenidos en Matadero Madrid y durante cuatro años trabajó en la gestión de galerías extranjeras y en la coordinación de programas de comisariados de la feria ARCO, de Madrid. Su trayectoria está también vinculada al Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC), donde desempeñó puestos de coordinación adjunta a la dirección.

Estamos a un año de la apertura del Centro Internacional de Cultura Contemporánea, Tabakalera, en Donostia. Pero antes de analizar ese horizonte, conviene revisar cómo ha sido el proceso, cómo se ha gestado el proyecto, porque hubo planteamientos previos. ¿Qué se encontró al llegar a la dirección? ¿Cuáles han sido los condicionantes más duros?

Me encontré con muchas incertidumbres, con un equipo que había estado sin dirección durante dos años y otro más sin gerencia; un equipo que, a pesar de las circunstancias, había seguido trabajando en algunos de los aspectos del proyecto sin saber muy bien hacia dónde iban. Y, por otro lado, un equipo fragmentado por todas las bajas que se habían dado durante ese periodo y por tener que asumir responsabilidades que no les correspondían. Me encontré con un consejo de administración que, de alguna manera, sabía que había que dar una última oportunidad a un proyecto lesionado por todos los altibajos sufridos durante su camino y por el que querían apostar. Me encontré con una enorme obra ideada para el proyecto anterior cuya finalización no se preveía en los siguientes tres años. Me encontré también con el reto de reestructurar un proyecto cultural que contemplase la convivencia de lo público y lo privado; un centro que había sido ideado y diseñado en una época de abundancia, en la que se contemplaba que la administración pública sustentase los 37.000 m2 de actividad ideada para el espacio y que, en la actualidad, requiere necesariamente de nuevos modelos de convivencia. 

¿Y las aportaciones más importantes de su equipo de trabajo al proyecto general de Tabakalera?
He tenido la suerte de contar con un equipo que cree en el proyecto, cada uno a su manera, cada uno aportando desde su lugar; para mí es vital trabajar con gente apasionada por su trabajo y convencida de la construcción de un proyecto común. No siempre es fácil encontrar esos lugares comunes, pero trabajamos para que así sea.

Cuando llegué, ya con el nuevo gerente, heredamos un equipo que había sobrevivido a una gran inestabilidad pero que sobre todo creía en las posibilidades del proyecto. Las personas del equipo habían luchado por mantener las constantes vitales de Tabakalera ante las instituciones y eso, entre otras muchas cosas, hay que reconocérselo.

Las áreas que habían sido más trabajadas eran los laboratorios y el proyecto de mediateca expandida de Ubik, cuyos responsables estaban apostando por unos modelos innovadores en los dos ámbitos y sobre los que hemos seguido trabajando.

El área audiovisual había sufrido un parón y con la incorporación del nuevo responsable del programa audiovisual, le dimos otro rumbo al planteamiento, más unido al arte y los lenguajes que a la tecnología. También empezamos a pensar en la parte más concerniente a las prácticas artísticas, ya que entendemos lo audiovisual como una práctica más.

La cuarta área de acción, la mediación, comenzó con el proyecto encargado a los colectivos Transductores y Artaziak para establecer vínculos con el entorno más cercano, el barrio. La visión aportada por estos agentes es clave en el diseño de nuestras líneas de pedagogía crítica.

Estos que acabo de citar son los cuatro ejes fundamentales del proyecto cultural de Tabakalera, en los que seguimos trabajando. Los laboratorios tecnológicos y cultura digital, desde los que trabajamos con la filosofía del prototipado y el open source; las prácticas artísticas contemporáneas como lugar de trabajo para los artistas y de reflexión sobre lo contemporáneo; la mediación entre la ‘institución - arte’ y la sociedad; y Ubik, como biblioteca de creación y lugar de conocimiento expandido.

El edificio de Tabakalera, sus dimensiones, su ubicación y su reestructuración, parecen ser aspectos clave. ¿Hasta qué punto el edificio determina todo este proceso de puesta a punto del proyecto cultural?
Sí que son clave. Por un lado está la paradoja de empezar a dar forma a un proyecto cultural que no tiene todavía una sede, con lo cual, la deslocalización se convierte en el condicionante de ese comienzo. Por otro lado, es preciso entender y hacer entender que este prólogo tiene que tener continuidad en un edificio determinado. Se trata de casar contenido y contenedor, conociendo todas las posibilidades que ofrece el espacio. Sabemos que dentro de un año vamos a tener espacios expositivos, un cine, espacios de recursos para artistas, un laboratorio de fabricación digital, una mediateca y varios espacios polivalentes para desarrollar talleres, seminarios y presentaciones. Por supuesto que trabajamos con esto en mente, pero con la idea de que es la evolución lógica de lo que estamos programando ahora a una escala mucho mayor y que necesitará de más recursos. El hecho de estar en un lugar compartido, en cohabitación, te lleva a imaginar sinergias y líneas de colaboración de más calado. La ubicación, por otro lado, te hace ser consciente de la necesidad de un proyecto abierto, en diálogo constante con la ciudad.

¿En qué medida el contenedor condiciona presupuestariamente el horizonte de programación?
El presupuesto de la obra se está ejecutando por un crédito de compromiso que firmaron las instituciones en su día y que dura hasta 2015. Con lo cual, en principio, el presupuesto de la obra no debería de afectar al presupuesto de programación por tener un tratamiento diferenciado. No obstante, llevando la pregunta a otro terreno, el contenedor sí condiciona presupuestariamente, en cierta medida, el horizonte de programación, porque después de una inversión así en estructura, no podríamos permitirnos un presupuesto de programación por debajo de unos mínimos. Un proyecto cultural que nace a partir de un espacio como Tabakalera tiene que responder a unos mínimos de programación y para ello tiene que contar con un presupuesto digno. También es cierto que los modelos de producción afortunadamente están cambiando, saliendo de la abundancia, pero sin caer en la precarización. El apoyo de las instituciones tiene que ser radical en ese sentido.

Tenemos un objetivo marcado: que el gasto que genere abrir el contenedor esté totalmente cubierto por financiación externa, de tal modo que las aportaciones de las instituciones públicas vayan íntegramente al proyecto cultural. Esto significa que tenemos que hacer un trabajo para buscar, además de las instituciones culturales ya confirmadas, una serie de proyectos privados que posibiliten la viabilidad económica del proyecto y sean capaces de contribuir a nivel proyectual para que vayan en línea con la filosofía de Tabakalera.

¿Qué instituciones y proyectos albergará Tabakalera y cómo se ha pensado que sea esta vecindad?
Por el momento son cuatro las instituciones confirmadas: Instituto Etxepare, la Filmoteca Vasca, el Zinemaldi y la Obra Social de Kutxa con su propio programa cultural. Para mí, Tabakalera solo tiene sentido si podemos articular un ambiente de colaboración entre todos y una narrativa común a partir de la especificidad de cada uno. Es verdad que, a día de hoy, ya colaboramos de alguna manera unos con otros, pero la oportunidad de cohabitar un espacio común abre más posibilidades de sinergias. Para eso tenemos previsto contar con una figura interna cuya función sea buscar continuamente esos lugares de intersticio, poder hacer conexiones entre los programas y poder detectar así oportunidades entre los diferentes agentes que invitaremos desde cada proyecto. Es de vital importancia. Por otro lado, aún queda por definir una serie de iniciativas que acogeremos como ocupantes de los espacios de oportunidad con los cuales también tenemos previsto buscar estos lugares comunes.

Resulta inevitable pensar en otras infraestructuras y en otras citas culturales de la ciudad. ¿Cómo va a ser la relación de Tabakalera con el Zinemaldia, con el nuevo proyecto de Arteleku, que cuenta con nueva ubicación, pero sobre todo con la Capitalidad Cultural Donostia 2016?
Con Zinemaldia ya colaboramos en el Encuentro Internacional de Estudiantes de Cine desde hace varios años. Ahora estamos trabajando en un paso más, también con DSS2016 y la colaboración de Filmoteca Vasca y la unidad de cine de Donostia Kultura, para poner en marcha un programa de residencias vinculadas a este encuentro, así como otras iniciativas. Durante la celebración del festival esperamos convertirnos en pantalla de una de las secciones y nos encantaría contribuir para generar escenarios de posibilidad para jóvenes cineastas. Por otra parte, nos gustaría, a partir de nuestras propias líneas de acción, convertirnos en esa programación expandida del Zinemaldi a lo largo del año, haciendo accesible al público películas que no llegan con facilidad a las salas de cine.

En cuanto al nuevo proyecto de Arteleku, hay una intención de colaboración, de ir de la mano, de complementarnos y de ofrecer un programa coherente a los usuarios finales. Lo que tenemos muy claro las dos instituciones es que hay que contar con el otro de manera coordinada y articulada. Nuestro programa de apoyo a las prácticas artísticas y nuestro intento de generar contexto de pensamiento tendrán otro carácter al que se plantea en Arteleku. Lo ideal es ahora buscar la complementariedad y trabajar en conjunto para sacar el mayor provecho de los recursos comunes.

La capitalidad Europea de la Cultura Donostia 2016 coincidirá casi en el tiempo con la puesta en marcha de Tabakalera.
La oportunidad que brinda la Capitalidad para activar y reforzar líneas de fondo en torno a la cultura es enorme y si se aprovecha esta oportunidad todos saldremos beneficiados. Nosotros pusimos en marcha el año pasado el proyecto de Hirikilabs en torno a la cultura libre dentro del sistema de DSS2016 Hirikia. Nos está sirviendo como prototipo de los laboratorios ciudadanos de cultura digital de Tabakalera. Es algo que ya está ocurriendo y que nos ayuda a avanzar en nuestra línea proyectual desde la acción.

No obstante, hay otra serie de colaboraciones que aún no hemos activado y en las que trabajamos, como aquellas que atañen a las residencias para creadores y el arte contemporáneo. El hecho de que la apertura de Tabakalera casi coincida con la celebración de la capitalidad en 2016 hace que tengamos que ser más escrupulosos a la hora de diseñar nuestras líneas estratégicas de manera conjunta. Con esto quiero decir que si una de las líneas de trabajo de DSS2016 es la de las estancias para creadores y la de mediación, y al mismo tiempo desde Tabakalera estos son también algunos de los ejes más importantes, tenemos que hacer un esfuerzo integrador, teniendo en cuenta que la función de DSS2016 es la de catalizador y la de Tabakalera es articular un proyecto de larga duración, sostenible y entrelazado con sus propias líneas de actuación. Tabakalera, en algunos aspectos, será el receptor del legado de lo que se genere en DSS2016 y entiendo que debe liderar la puesta en marcha y adecuación de esas líneas estratégicas.

Sin duda, el proyecto que nos describe es ambicioso, pero como siempre la cuestión es si existe realmente masa crítica, público potencial, si existe verdadera implicación del tejido local y de los agentes culturales. ¿Cuál es su percepción del contexto? ¿qué espera, qué solicita, qué desearía para Tabakalera?
El trabajo con el contexto es fundamental. Queremos que Tabakalera sea percibida como un espacio de trabajo, como un lugar de encuentro y de desarrollo profesional en el ámbito cultural y trabajamos para ello. A nivel territorial faltan estructuras que apoyen la creación en todas sus fases y es ahí donde queremos incidir mediante un programa especializado. La internacionalización y el diálogo con lo local también son claves importantes para la equiparación de discursos, y creo que Tabakalera puede contribuir a una normalización. Hay muchos agentes conectados a nivel internacional, pero hace falta que las estructuras institucionales se impliquen y generen unas bases más sólidas de relación. Son necesarios programas que visibilicen el trabajo que se está haciendo, más allá de los dispositivos expositivos.

Pero también tenemos claro que además del contexto artístico tenemos que atender a un público más general y buscar nuevos modos de relación, de desarrollo de proyectos conjuntos. La institución tiene que ponerse las pilas para poner en marcha herramientas de mediación para acercar las prácticas artísticas a la ciudadanía y viceversa.