Gotzon ARANBURU
URRETXU

Txalaparta

Madonna tocando la txalaparta en su gira mundial con Kalakan. Oreka TX tocando la txalaparta en Japón. Txalapartas de hielo y de piedra. Txalaparta y flamenco sonando al unísono. Qué poco se imaginarían los hermanos Zuaznabar, en su caserío Sausta, de Lasarte, que aquel «instrumento» –pues ni siquiera se consideraba como tal– a punto de desaparecer para siempre en los años 60 del pasado siglo iba a adoptar formas tan distintas y conocer el renacimiento que experimenta hoy en día, especialmente desde hace una década.

Dos txalapartaris en el Txalaparta Eguna celebrado en Urretxu. (Gotzon ARANBURU)
Dos txalapartaris en el Txalaparta Eguna celebrado en Urretxu. (Gotzon ARANBURU)

El pasado marzo se estrenaba en el New National Theatre de Tokio el espectáculo ‘Hybrid’, dirigido por la coreógrafa Motoko Hirayama. Hirayama es una creadora de denso curriculum, que ha trabajado en el San Francisco Ballet y el Bolshoi Theatre, entre otros, pero en esta ocasión ha dirigido su mirada hacia Euskal Herria, concretamente a la txalaparta. Hace ahora un año, la coreógrafa y su equipo estuvieron entre nosotros, conociendo de cerca a Oreka TX y su trabajo, y de este encuentro surgió la idea inicial de ‘Hybrid’, plasmada finalmente en un espectáculo que «amalgma el arte de raíces de dos pueblos en cada extremo de Eurasia». Seis bailarines del New National Theatre, la cantante Emi Toko –de la etnia indígena Ainu– y la txalaparta de Harkaitz Martínez de San Vicente y Mikel Ugarte protagonizan el espectáculo, que a partir del próximo octubre se ofrecerá en los escenarios de Euskal Herria, empezando por el Victoria Eugenia donostiarra y el Arriaga bilbaino.

Antes, concretamente el pasado fin de semana, Urretxu ha acogido Txalaparta Eguna 2016, un evento que se lleva a cabo cuatrienalmente, y que en esta edición ha contado con músicos guipuzcoanos y vizcainos sobre el escenario principal, con espectáculos mixtos txalaparta-poesía-flamenco en la calle e incluso, ya en la madrugada, con una sesión de techno-txalaparta a cargo de DJs y txalapartaris locales de Zuhaitzaren Soinua Kolektiboa, organizadores de la jornada.



Lo dicho. Nadie lo hubiera creído hace sesenta años. Parece ser que, como en otras tantas cuestiones culturales, fue el escultor Oteiza el primero en darse cuenta de que aquel sonido de madera contra madera que escuchó casualmente en un caserío era música y había que preservarla. También debió de tener una intervención Reyes Corcostegui, alcalde de Oñati en la época –el más longevo en el cargo de todos los guipuzcoanos, con casi 22 años, hasta que dimitió en 1976– a quien en las Fiestas Euskaras de Zubieta en 1961 se acercó Imanol Olaizola para hacerle ver el mismo peligro, el de la extinción de la txalaparta. Durante la jornada festiva se había escuchado el ancestral ttakun-ttakun de este instrumento de manos de los hermanos Zabalegi, del caserío-sidrería Bilandegi, de Martutene.

Bilandegi es importante en la historia de la txalaparta, pues según Juan Mari Beltrán, especialista en la materia, fue uno de los tres caseríos de la periferia de Donostia en los que había pervivido. Los otros dos eran Sausta, de Lasarte, y Erbetegi-Etxeberri, de Amara.

Primera grabación sonora, en 1963

Lo cierto es que dos años después de la conversación entre Corcostegui y Olaizola, se llevó a cabo en Bilandegi la primera grabación sonora de la historia de la txalaparta, con los hermanos Jose Mari, Ramon, Jose y Joakin Zabalegi. El mismo año, 1963, un equipo de la televisión sueca realizó la primera filmación, en este caso en el caserío Kaxiano de Urnieta. Y en 1965 grabaron un disco los hermanos Pello y Miguel Zuaznabar, del arriba citado caserío Sausta. Naturalmente, en todos los casos se trataba de txalaparta en su forma tradicional, tal y como se utilizaba para celebrar el fin de los trabajos de elaboración de la sidra. En definición de Jorge Oteiza, lo que produce la txalaparta es «por percusión, un canto compuesto de dos voces, de dos líneas rítmicas (una regular y la otra libre). Más exactamente, es un canto (regular) descompuesto y dominado por un contracanto».

La llama a punto de extinguirse había revivido, aunque débilmente. Serían los hermanos Artze, JosAnton y Jesus, quienes devolverían definitivamente a la vida a la txalaparta. Cuando estos usurbildarras descubrieron que existía el instrumento, y que además lo tenían muy cerca, ni cortos ni perezosos se acercaron a los caseríos citados y aprendieron a tocar el instrumento, que acogería el recién nacido movimiento musical Ez Dok Hamairu. Una fecha a recordar en este proceso es el 23 de mayo de 1968, cuando en el santuario de San Miguel de Aralar se celebró un festival en el que tocaron txalapartaris de la vieja y la nueva generación, en una especie de rito de transmisión.



Quien tuvo, retuvo. Juan Mari Beltran, a punto de cumplir 70 años, participaba el jueves pasado en un recital de txalaparta en Zumarraga, haciendo pareja con Ander Barrenetxea. Beltran es de los que consideran que no importa tanto de qué materiales está construida la txalaparta, que sea de madera o de hielo, sino que lo sustancial es qué se toque con la txalaparta: «Qué toques, qué ritmos, qué tensiones, qué resoluciones, eso es lo que importa. Esto es lo que me impresionó a mí cuando oí por primera vez la txalaparta de aquellos baserritarras en los años sesenta, no tanto si golpeaban madera o metal».

«Toberak»

Cuando hablamos de «txalaparta de metal» nos referimos a las toberak, barras de hierro golpeadas rítmicamente por varillas también metálicas. Esta modalidad, que ya se practicaba en el siglo XVII como música de boda según demuestra un documento descubierto por Manuel Lekuona, había pervivido en puntos de Nafarroa –Lesaka– y Gipuzkoa –Oiartzun y Hernani– pero también corría riesgo inminente de desaparición. En el caso de Lesaka fue Dionisio Mujika el principal responsable de su salvación, pues a partir de 1965 entró en contacto con los viejos tobalaris navarros, para que le enseñaran a tocar el instrumento. Aprendió, enseñó a sus dos hijos y las toberak volvieron a sonar en Nafarroa. Y ha llegado hasta el siglo XXI, con proyección internacional incluso, gracias a grupos como Oreka TX y Kalakan.

Otra modalidad de música de percusión en madera, muy relacionada con la txalaparta, es la kirikoketa, indisolublemente unida a la elaboración de la sidra, pues la música proviene del golpeado rítmico de las manzanas con los pisones de madera contra el suelo del mismo material. Es en Baztan donde esta modalidad pervive con más fuerza, si bien últimamente se puede disfrutar también de su peculiar sonido en el caserío-lagar Igartubeiti, de Ezkio-Itsaso, en Gipuzkoa.

A día de hoy, la txalaparta se toca en toda Euskal Herria, norte y sur. La clave está en que su aprendizaje se va transmitiendo de grupo en grupo, con origen, casi siempre, en Musika Eskola de Hernani. Desde 1985 imparte clases de txalaparta en Hernani Juan Mari Beltran, a quien corresponde el mérito de haber diseñado un sistema de escritura musical apto para este idiófono, una vez comprobó que el solfeo tradicional no servía para tal fin. De esta escuela han salido, por mencionar a algunos, Oreka TX, Zurartean o Ugarte Anaiak. Y también en Hernani se celebra, cada año en primavera, Txalaparta Festa, escenario privilegiado para conocer de primera mano las nuevas tendencias de la txalaparta.



En Ipar Euskal Herria, concretamente en la costa labortana, la principal escuela de txalaparta corre a cargo de Iñigo Monreal y Sergio Lamuedra, mientras que en el interior hace lo propio Paxkal Indo, precursor del techno fusionado con la txalaparta.

En Bizkaia destaca la histórica escuela de Sestao, a la que acompañan las de Barakaldo, Algorta y Durango.

En territorio alavés hay que subrayar la de Gasteiz y la de Araia –cuna de Gerla Beti, que introdujo las láminas de pizarra en la txalaparta–, secundadas por la de Laudio y Amurrio.

Nafarroa y su comarca –Uharte– cuentan con tres grupos, mientras que en Baztan hay que destacar el grupo de kirikoketa de Arizkun. También en Erribera suena la txalaparta, principalmente de la mano de Faltzesko Txalapartariak, grupo que cuenta con una decena de miembros muy activos.

En Gipuzkoa, los principales grupos –y, por tanto, escuelas– son los históricos de Usurbil y Hernani, acompañados por los de Bidasoaldea, el de Arrasate y el de Urretxu y Zumarraga. Este listado no pretende ser exhaustivo, y hay que dejar claro que practicantes de la txalaparta, en mayor o menor número, existen en la casi totalidad de localidades vascas.

Conocimiento básico, en cuatro o cinco meses

¿Cuánto tiempo se necesita para aprender a tocar la txalaparta? Es una pregunta complicada la que planteamos a Ibon Garmendia, componente de ZSK (Zuhaitzaren Soinua Kolektiboa), el grupo que se ha encargado de preparar Txalaparta Eguna de Urretxu y Zumarraga el pasado fin de semana. «Digamos que un conocimiento básico se adquiere en cuatro o cinco meses. En nuestro caso, el cursillo se inicia en marzo y se prolonga hasta junio, con una clase semanal. Lo primero es interiorizar los toques ttakun-ttakun y herrena por cada uno de los componentes del dúo, pues esa combinación de toques es la clave de la txalaparta. Luego, con un año más de aprendizaje, se puede decir que ya eres txalapartari…» indica Ibon.

Sabido es que la txalaparta «casa» bien con distintos instrumentos. Y con los que mejor se compenetra, lógicamente, es con los de percusión. Eso hace que se haya logrado fusionarla exitosamente, por sorprendente que parezca, con el techno, que a fin de cuentas se basa en la percusión electrónica. Pero habrá más sorpresas, según intuye Ibon Garmendia: «Hace una década conocimos la revolución de Oreka TX, luego ha habido un periodo de estabilización, y yo creo que en este momento en el mundo de la txalaparta se está investigando mucho, experimentando, pero de puertas adentro todavía. Lo que está cociendo saldrá a la luz dentro de un tiempo y seguro que será innovador. La txalaparta crecerá como instrumento y accederá a nuevos espacios» augura.