Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Magistrales señales de humo

Magistral la jugada de hoy de Pablo Iglesias, aunque en el fondo se trate de señales de humo. Nadie se esperaba una propuesta concreta a Pedro Sánchez para formar un Gobierno tripartito con Podemos e IU. Quien menos, el secretario general del PSOE, cariacontecido al dar explicaciones en el Congreso y con serias dificultades para dar respuestas al margen del eslogan a unas preguntas que únicamente tenían que ver con lo que sus antecesores en la sala habían planteado. Menudo papelón. Y eso que es evidente que la propuesta de Podemos está hecha para que Ferraz diga que no, pero se ha escenificado con tanta solemnidad y con un lenguaje tan medido que al PSOE le va a resultar difícil culpar al adversario en el caso de que decidan no configurar un Ejecutivo alternativo al PP. No nos engañemos. Aunque los titulares digan lo contrario seguimos jugando en el mundo de lo figurativo, mirando a las sombras desde la cueva imaginada por Platón. Todo se sitúa en dos planos: el real y tangible, donde todos siguen moviéndose en círculo a los mismos argumentos desde el día de elecciones, y el dialéctico, que es donde se libra la batalla para dejar la idea de que la culpa es de otro.

Digo que es evidente que la propuesta es inasumible porque nadie puede imaginarse que Sánchez o sus barones acepten a Iglesias de vicepresidente, principios de «justicia social» en ministerios que tumben lo legislado no solo por el PP sino también por el PSOE y, por supuesto, el concepto de «plurinacionalidad». Sí, el referéndum sería un sucedáneo, ya que Podemos recupera su idea de una consulta paralela en Catalunya y el Estado, pero lo que consigue la formación morada es vender una doble idea difícilmente compaginable: insistir en que se defienden las urnas pero no darle un papel principal para no perder fuelle ante Ferraz, que quiere convertirlo en su argumento principal. Por eso creo que es un error perderse en la terminología sin ubicar que esta es una propuesta, en mi opinión, destinada a recibir un portazo que convertir en victoria mediática.

El problema de formular propuestas confiando en que las rechacen es que pueden aceptártelas. Es evidente que toda negociación parte de unos máximos para ir rebajando posteriormente. Veamos hasta qué punto se puede llegar. En el juego de culpar al otro, el contrario siempre puede sacarse otro as de la manga y dejarte con la carga de la responsabilidad de cara a un electorado que, a grandes rasgos, no piensa en clave de «cambio de régimen» sino en «que se vaya el PP». Y en esa tesitura, seamos honestos, Catalunya o el derecho a decidir serían las piezas más fácilmente sacrificables. Seguimos en la coreografía. Atentos a las señales de humo, que pueden construir bonitos escenarios, pero que no dejan de ser humo. Tenemos partida para rato y nada de lo que se dice tiene por qué significar lo que se entiende a primer bote.

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