Joxemari Olarra Agiriano
Militante de la izquierda abertzale

Abrir nuestro frente hacia la libertad

Así las cosas, ¿dónde estamos los vascos? No puedo evitar la sensación de que hemos dejado solos a los catalanes, de que miramos lo que sucede en Catalunya como si aquello estuviera en un continente lejano. Nos están dando una auténtica lección sobre cómo encender un proceso soberanista y alimentar ese fuego desde la propia base de la sociedad. Mientras eso sucede ¿dónde estamos nosotros?

El escepticismo sobre si Catalunya sería capaz de sostener el pulso hacia la recuperación de su soberanía sin acoquinarse y retroceder, ha sido una opinión extendida. Hoy, sin embargo, hay una realidad: Catalunya ha abierto una grieta de liberación sin enmiendas posibles. Su pueblo acarrea un proceso rigurosamente pacífico y democrático, que, evidentemente, en su desarrollo ha tenido fricciones y momentos delicados. Pero el pueblo catalán ha sabido forjar su camino, consolidando con inteligencia cada paso para afianzar el espacio político y social logrado y, al mismo tiempo, superar con enorme capacidad de iniciativa los obstáculos que España va colocando para frustrar ese avance.

Más allá de un propósito de élites, en Catalunya han sido capaces de hacer que la sociedad catalana y por extensión sus ciudadanos, sientan que la soberanía nacional es algo que les corresponde, que les pertenece y, en consecuencia, se comprometan de manera activa en el proceso percibiendo íntimamente que lo que está en juego es su porvenir, el presente y futuro de las próximas generaciones.

Cuando una sociedad interioriza que el proceso político es ella misma, y sus fuerzas políticas y sociales asumen la responsabilidad que les corresponde con la nación, entonces ese proceso deja de ser una quimera más ó menos factible para convertirse en una victoria irrefrenable. Y así resulta que, al día de hoy, por encima de las nubes negras que pretenden arruinar el mañana, Catalunya asoma ya en Europa con su propia luz, la de su futuro Estado.

La recuperación de la soberanía arrebatada, a no ser que se dé una devolución «amigable» por parte del Estado que la usurpa, implica siempre un momento de choque entre quienes luchan por recuperarla y quienes se niegan a devolverla. En el caso de Catalunya, el Estado español ha articulado sus mecanismos durante estos últimos años para impedir el avance del soberanismo. Lejos de alcanzar su objetivo, sin embargo, lo que está consiguiendo con su cerrazón y torpeza es alimentar el proceso y ampliar el espectro independentista en la sociedad. Como decía un conocido tertuliano, «Madrid es una fábrica de independentistas».

Llegados a este punto, el Estado tiene conciencia de encontrarse en vísperas de un choque inevitable. Tanto el PP como los aparatos del Estado, se han convencido de que el proceso catalán va a por todas. Abren trincheras y aprietan posiciones, por cierto defensivas, y prepara las herramientas frente a esa confrontación que se vislumbra. El partido en el Gobierno de España sabe que desde los principios democráticos su batalla está perdida. El proceso catalán va cumpliendo todos los parámetros democráticos, siguiendo sus pautas, y la sociedad catalana lo ha asumido como tal. Por ello, lo que haga España contra el soberanismo será necesariamente en detrimento propio, será enlatado como una actitud antidemocrática. En términos políticos y democráticos, España no tiene nada que hacer con el pueblo catalán. Siempre perderá, incluso accediendo a la celebración de un referéndum soberanista.

El Estado, a través del partido que lo gestiona, carece de discurso sobre esta confrontación de soberanías y tampoco tiene alternativa democrática al contencioso. En semejante tesitura no les queda más que recurrir a la amenaza, el chantaje, la manipulación de la realidad, la intoxicación internacional e incluso amagar, y llegado el caso cruzar el Rubicón, con el recurso a la fuerza, algo que le permite la constitución española. Se suma a ello el argumento tramposo y zafio de que aun en caso de una consulta votarían «todos los españoles».

La espera de España en parámetros democráticos y pacíficos ¿cuánto se demorará? Puede parecer una inquietud exagerada, pero ya se atisban intentos desestabilizadores, provocaciones dirigidas, para interpretar que la intervención auspiciada por la Constitución es inevitable. En esta estrategia, los medios de comunicación, el frente mediático que señalaría un hipotético Plan ZEN para Catalunya, hunde sus raíces en esa España pre-democrática que se presta al choque. Los medios afines seguirán aventando toda la basura posible, a costa también de hundir su propia naturaleza corrupta. Juego sucio, el todo vale con el fin de tensionar y gestionar, en ese escenario, la estrategia del miedo. Sobre mentiras y violencia se construyó la historia de España. Y no parece que la reconstrucción haya variado de camino.

Así las cosas, ¿dónde estamos los vascos? No puedo evitar la sensación de que hemos dejado solos a los catalanes, de que miramos lo que sucede en Catalunya como si aquello estuviera en un continente lejano. Nos están dando una auténtica lección sobre cómo encender un proceso soberanista y alimentar ese fuego desde la propia base de la sociedad. Mientras eso sucede ¿dónde estamos nosotros? Los vascos siempre hemos sido ejemplo de resistencia y lucha en toda Europa, pero ahora da la sensación de que estuviéramos sumidos en apacible sillón, contemplando pasivamente los movimientos sociales y políticos que se están dando en Catalunya.

Es hora de generar ilusiones similares, activar a la sociedad y apoyar con energía al pueblo catalán. Nada de solidaridad paternalista sino solidaridad de acción de compromiso, de que sientan en Catalunya que estamos a su lado. Porque los catalanes y vascos no caminamos solos, ni en este Estado español con el que vamos a romper amarras, ni más allá de las fronteras. Somos dos naciones hermanas en una misma en una misma lucha, desarrollándose en un mismo tiempo y en iguales coordenadas. Dos pueblos cuyas luchas se complementan y se nutren mutuamente.

La confrontación democrática con el Estado, ya lo hemos dicho, es precisa para alcanzar nuestra soberanía. El choque es inevitable y debemos estar preparados para ello. Por eso es una prioridad imperiosa abrir en Euskal Herria nuestro frente vasco. Una ofensiva decidida desde las dos naciones para recuperar la soberanía que legítimamente corresponde a nuestro respectivos pueblos.

En los acontecimientos del día a día hay datos más que suficientes para comprobar que España está poniendo a punto todos sus recursos uniformizando a la opinión pública española de cara al choque de soberanías que se ve inevitable. Los vascos tenemos experiencia en esos escenarios y conocemos de primera mano las expresiones más abyectas de eso que llaman «democracia española». Nos lo han grabado en la piel a sangre y fuego, con persecución, violencia, represión, tortura, prisión, exilio.

Conocemos sus métodos y sus cloacas, sus pretendidos paraísos estatutarios, sus milongas pseudodemocráticas, sus ofensivas mediáticas. Sabemos de sobra que en su falacia no hay futuro y que la nación vasca tiene el derecho inalienable al provenir. Por eso, para dar al traste con los planes de España de no permitirnos ser libres de su sombra infame, debemos abrirle lo antes posible el segundo frente soberanista; esa segunda hoguera en la que quemar sus ínfulas colonialistas iluminando el camino hacia la independencia.

En el momento crucial que vive Europa, dos focos independentistas activos avanzando en el Estado español serían imposibles de neutralizar y sacarían a la luz la genuina esencia intransigente, represiva y antidemocrática de España, además de servir de estímulo a otras naciones del continente para la imprescindible redefinición del proyecto europeo. Estamos en el momento histórico y en las coordenadas geopolíticas óptimas para ir a por todas, dar el salto y provocar un giro trascendental en el destino de nuestros pueblos.

Euskal Herria y Catalunya avanzando a la par por su independencia constituirán una fuerza imparable que marcará un hito de dignidad en Europa. Una ofensiva en dos frentes para conquistar el lugar de soberanía nacional que legítimamente nos corresponde. Sin titubeos. Sin vacilaciones. Adelante por nuestro porvenir en libertad; por la constitución de nuestro propio Estado. Si no nos borraron del mapa ni a sangre y fuego, ¿vamos a tener ahora miedo a la confrontación democrática con un Estado español que ya ha asumido que el choque es inevitable?

Suena el despertador de la independencia y tenemos un compromiso que cumplir con el futuro. Catalunya tiene abierto su frente a pleno rendimiento. Euskal Herria debe abrir el suyo de inmediato. Dos potentes fuegos para iluminar el camino a la libertad y a la independencia.

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