Luis Royero
Asociación Africanista Manuel Iradier

África celebra su día reclamando más justicia social para los refugiados

A raíz del último Informe de ACNUR —“Mundo en Guerra: Tendencias Globales. Desplazamientos Forzados en 2014”— donde se afirma que el número de personas refugiadas aumentó por quinto año consecutivo en África Subsahariana, alcanzando los 3.7 millones al finalizar el año 2014, desde el grupo Pro-África reivindicamos la necesidad de construir una sociedad más humana que salga de su zona de confort, que reclame políticas de justicia social donde se defienda el derecho al asilo y vea en la acogida y el encuentro con personas y colectivos africanos una oportunidad de enriquecimiento personal y comunitario.

Ocho de los, al menos, quince conflictos que han aparecido o se han reanudado en los últimos años se encuentran en África: Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Libia, República Centroafricana, nordeste de Nigeria, Sudán del Sur y Burundi. El recrudecimiento de viejos conflictos y el estallido de otros nuevos, como en Sudán del Sur, República Democrática del Congo y la República Centroafricana provocaron la masiva afluencia de desplazamientos internos y la salida de poblaciones enteras.

Unidas a la inseguridad y a los conflictos armados que provocan el desplazamiento de las personas, existen otras dificultades muy ligadas al desarrollo de África como son la explosión demográfica, la recesión económica y la bajada en los precios de las materias primas, el peso de la deuda externa, el estancamiento de la agricultura, deterioro ambiental, crisis energética, inestabilidad climática y la escasez del agua.

Bajo esta perspectiva, Europa se ha comprometido a acoger 160.000 refugiados entre sus estados miembros. Sin embargo, a fecha de hoy, ningún país está cumpliendo con su cuota acordada. Aun con todo esto, Europa no debe conformarse con suministrar solamente alojamiento y comida, esparadrapos y tiritas. La atención y la acogida deben ir dirigidas al bienestar y a la autonomía de las personas refugiadas.

Lo denominamos «crisis de refugiados» cuando en realidad deberíamos llamarlo crisis de solidaridad. Las personas refugiadas no son el problema, el problema lo tenemos nosotros —los estados miembros—, pues no asumimos nuestros compromisos. Esta crisis solidaria ha hecho aumentar las tensiones y también las divisiones internas entre los países occidentales dejando en evidencia nuestra miopía política.

A pesar de estas dificultades, también queremos visibilizar en el Día de África, que las naciones africanas están vivas, crecen, trabajan, prosperan, desarrollan y construyen su propio futuro. De la Ayuda al Desarrollo que recibe África del mundo podríamos constatar que apoya a la ciudadanía en un 3% de su PIB total. El 97% restante lo consiguen los hombres y mujeres del continente con su trabajo y esfuerzo. Además, reivindicamos un África en femenino, por omisión de sus mujeres y, sin embargo, intensamente presentes en la economía popular y en la vitalidad social. Un África de las sociedades civiles, al margen de las instituciones, y con una enorme capacidad organizativa y rica en alternativas. África de la juventud, muchas veces en paro y migrante, pero que se moviliza por el cambio. Abundan los ejemplos: Y´en a marre (Estamos hartos), que logró parar un pucherazo electoral en Senegal con su presencia en las calles y mediante los móviles hasta los más recientes, cuando un centenar de asociaciones, entre ellas Le Balai citoyen (La Escoba ciudadana) y Mujeres con la espátula de madera, un símbolo de reivindicación frente al machismo, que frenaron dos golpes de Estado en Burkina Faso el año pasado.

El Banco Africano de Desarrollo (BAfD) afirma que veinte países africanos se encuentran entre los cincuenta que más han crecido entre las economías mundiales por la eficacia de sus reglamentaciones empresariales. El continente posee ingentes cantidades de recursos —el 21% de los países del África Subsahariana tienen en uno o dos productos el 75% de sus exportaciones totales— que pueden hacer que los pueblos y la ciudadanía elijan su propio camino y modelo de desarrollo.

Por ello, es labor y compromiso de las organizaciones del tercer sector, dejando el paternalismo a un lado, tener una correcta información y deontología de la información con respecto a África. También nos corresponde a los agentes de desarrollo de todos los niveles, no sólo ejecutores de acciones y proyectos sino también ejecutivos, trasladar la voz y decisión de los pueblos de África sobre su capacidad de afrontar los problemas y la realidad; de manejar su presente y de construir su futuro.

Además, en esa labor ejecutiva y transformadora también debemos contar con la ciudadanía global, la de nuestro barrio y nuestra comunidad; la de nuestra nación y nuestro país; la de preguntarle al ciudadano y la ciudadana del África subsahariana si quiere nuestra ayuda; de ayudarle si la respuesta es afirmativa; a poner esas piedras para mejorar el camino hacia el futuro que decidan; a reducir las inequidades y desigualdades sociales de hombres, mujeres, niñas y niños para un acceso y ejercicio universal de los derechos humanos, civiles, sociales, económicos y culturales.

Si África necesita que la acompañemos en su desarrollo, este debe estar fundamentado en un desarrollo humano estratégico consensuado con políticas globalizadoras humanitarias, con leyes humanitarias, visas humanitarias y acogidas humanitarias.

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