Rubén Egía Martínez
Militante del sindicato LAB y exblusa

Balance festivo en Euskal Herria: 50 agresiones machistas... y una agresión feminista

Las 50 agresiones sexistas registradas este verano perfectamente pueden aterrorizar a cualquier mujer que se acerque a un espacio festivo. A esto hay que añadir que, en lo que va de 2015, se han constatado 180 agresiones, se han denunciado 4.000 y han muerto tres mujeres.

En Gasteiz hemos vivido una de esas situaciones. En este caso con polémica. Hablo de la agresión de varios blusas a una mujer en un cajero las pasadas fiestas. Según el protocolo firmado por la propia Comisión de Blusas y Neskas, se debería haber expulsado a los agresores y haber redactado un documento de denuncia. Ese protocolo no fue cumplido. Sin embargo, paradójicamente a las que sí expulsaron fue a veinte mujeres que se plantaron en medio del “paseíllo” de las cuadrillas de blusas para denunciar las continuas y demostradas actitudes sexistas y cuyas armas eran carteles de papel, dos palos de escoba para sujetar la pancarta y la cara tapada con pañuelos. Parece ser que estas veinte mujeres aterrorizaron a cerca de 100 blusas integrantes de una cuadrilla solo de hombres entre los cuales están los agresores.

Tras la batalla, en la que echaron a empujones a las feministas, fueron los blusas quienes las denunciaron a ellas por agresión, convocaron un paseíllo contra su acción, denunciaron a otras dos feministas tras una entrevista realizada a éstas en un diario, solicitaron que retirasen la subvención a Bilgune Feminista (que por otro lado no fue quien convocó la acción) y propusieron sancionar a los blusas que no compartían la decisión de la comisión…De esta manera, la agresión machista quedó reconvertida en injustificable agresión feminista. Alucinante.
   
Por si fuera poco, a lo anterior hay que añadir las perlas que dejó el presidente de la Comisión de blusas: “lo ocurrido no fue para tanto,…solo fue una grosería,…no han matado ni pegado a nadie, han sido maleducados,…ya pidieron perdón,…tienen que aguantar que la chica agredida les ponga a parir…”.  Habría que explicarle a este señor que la violencia machista empieza con la laxitud y la permisividad hacia las actitudes sexistas.

¿Qué legitimidad tiene la comisión de blusas para reprimir un acto de protesta, hacer de censores, sancionar a quienes están en contra y decidir quien, cómo y dónde puede una manifestarse…? Este sin sentido solo se puede entender si lo que se busca en realidad es impedir que un grupo de mujeres se empodere ante  los privilegios del macho borrachuzo y faltón.

¿Cómo es posible que, en lugar de mostrar su indignación ante un panorama de agresiones sexistas espeluznante, sean 100 mujeres quienes portasen en el paseíllo la pancarta contra la acción de las feministas, que precisamente pretendían denunciar esas situaciones de impunidad machista? Habría que recordar a las mujeres que portaron esa pancarta que si pueden votar, si pueden salir del país sin permiso de su marido, si pueden ser neskas en una cuadrilla de blusas…y si pueden un montón de cosas más, es gracias a la piel y la vida que se han dejado las feministas en la lucha por la igualdad.

Nada mas lejos de mi intención generalizar hacia el colectivo de blusas, pero no miento si digo que entre algunos de ellos, demasiados, los comportamientos vejatorios hacia las mujeres son por desgracia tradición. Es por tanto el propio colectivo quien con contundencia debe identificar y rechazar a quienes ensucian su nombre.

En cuanto al papel de los y las responsable municipales, decirles que quien no ha cumplido el protocolo, quien protege a agresores en sus filas y quien no respeta los mínimos criterios de igualdad, no puede ser subvencionado por instituciones que nos representan a todas y todos. Y quien ha agredido, debe asumir consecuencias.

Ha quedado claro que la gravedad de las agresiones sexistas no ha sido entendida por una parte importante de la sociedad vitoriana que ha mostrado una excesiva permisividad ante los agresores y una furia desmedida contra quienes denuncian este tipo de situaciones.

Por todo ello, esta polémica no puede quedar en un cajón y debe servir para abrir un debate con todas las partes que integran las fiestas: responsables municipales, ciudadanía, agentes sociales, movimientos populares y vecinales, hosteleros, blusas y neskas… en aras de conseguir un modelo festivo verdaderamente popular que permita disfrutar a todas y todos en igualdad, sin miedos, que dignifique la figura de blusas y neskas desterrando comportamientos de pasados rancios.

Para acabar, mi respeto a las y los blusas y neskas que, con un espíritu más crítico, no compartieron la decisión de la Comisión, y hacia el activismo feminista, que con su determinación siempre consigue que se clarifiquen posiciones, se eliminen caretas y se pongan encima de la mesa debates necesarios.

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