Ainara Esteran
Egiari Zor Fundazioa

De la esperanza a la desolación, apenas una hora de debate parlamentario

Ayer tuvimos la oportunidad de asistir al pleno del parlamento de Gasteiz donde se debatía sobre el uso de las pelotas de goma, junto a familiares de personas fallecidas y heridas graves como consecuencia del impacto de estos proyectiles utilizados por la Ertzaintza.

La esperanza de quienes más han perdido por el uso de este material letal residía en que, nadie volviese a pasar por el infierno que a ellas y ellos les ha tocado vivir. A estas personas ninguna decisión parlamentaria que se adoptase les iba a devolver lo que ya habían perdido; tampoco iba a reparar las secuelas irreversibles ocasionadas ya. Pero la decisión política de prohibir el uso de este armamento letal contra la población civil, hubiera mitigado en cierto grado el sufrimiento de todas las personas que han sido blanco de estos proyectiles.

Porque la prohibición total de este material, suponía de facto la garantía absoluta de que ningún ciudadano/a perdería de nuevo la vida ni sufriría daños irreparables por el impacto de pelotas de goma.

Una vez más, la decisión del Parlamento nos llenó de impotencia y desolación, las vidas arrebatadas, el sufrimiento generado no parece ser suficiente para desterrar de una vez por todas el uso de las pelotas de goma.

Lástima que algunos de los que ostentan cargos públicos como representantes políticos de la ciudadanía estén tan alejados de esta, lástima que intenten convencernos para que asumamos sus contradicciones y además intenten justificarlas invocando al pasado.

Pero la realidad es contundente, las pelotas de goma han matado a cinco personas en nuestro pueblo:

José Luís Aristizabal Lasa, que paseaba por Donostia en dirección a la parte vieja.

Isidro Susperregi Aldako también en Donostia cuando participaba en una manifestación.

Luís Santamaría Mikelena en el balcón de su casa en Iruña.

Rosa Zarra Martín, hablaba tranquilamente con su esposo y su hija durante una concentración en protesta por la brutal carga de la Ertzaintza contra familiares y allegados de Lasa y Zabala en el cementerio de Tolosa.

Iñigo Cabacas Lizeranzu, celebraba junto a su cuadrilla la victoria de su equipo tomando algo a la puerta de la herriko de Indautxu.

Pero hay más, cientos de personas han sido heridas de gravedad y padecen secuelas irreversibles. A la vista de las consecuencias derivadas del uso de este armamento y por más que algunos grupos parlamentarios se empeñen, la realidad es clara: protocolos y formación no son garantía de nada.

Es este material antidisturbios letal el que también se ha empleado donde no existían disturbios y contra personas que pasaban por allí. Es el que también se ha disparado a 6 metros de distancia a pesar de estar prohibido hacerlo a menos de 50 metros, el mismo que se ha utilizado para impactar en puntos vitales como abdomen, cabeza, tórax... a pesar de la obligatoriedad normativa de hacerlo únicamente al aire o contra extremidades inferiores.

Nada puede devolvernos a quienes ya no están, pero los grupos parlamentarios que votaron ayer en contra de la prohibición de este material que mata, podían haber evitado que la tragedia vuelva a repetirse con cualquiera de nosotros, cualquier día.

Fue vergonzoso el debate semántico, fue vergonzoso el «donde dije digo, digo Diego» de los que en 2012 tras la muerte de Iñigo estaban en la oposición y hoy ostentan el poder, ese que ayer pudo poner punto y final al uso de ese armamento ya prohibido en otros pueblos, sin necesidad de haber causado víctimas mortales. ¿Cuánta gente ha de morir aquí para que se legisle con sentido común? Y es que desde la muerte de Iñigo las cosas han cambiado a este respecto, efectivamente una cosa es hacer oposición y otra gobernar.

El Parlamento ha tirado por tierra una oportunidad de oro para garantizar que las pelotas de goma nunca volvieran a matar ni herir a nadie. Vergonzoso e irresponsable que el parlamento deje abierto al azar que las pelota de goma vuelvan a matar.

Si desgraciadamente volviese a ocurrir, las responsabilidades políticas están claras. El nivel del suelo ético que algunas y algunos pisan también.

Bilatu