Emilio Zubia, Elena Martinez y Efren Areskurrinaga
Personal de la UPV/EHU y miembros de STEE-EILAS

Desidia gubernamental ante la UPV/EHU

Hace un año denunciábamos en estas mismas páginas la alarmante situación económica a la que se sometía a la UPV/EHU. Denunciábamos que la financiación a la universidad pública había descendido a niveles de 2007, que el presupuesto de centros, departamentos y otros servicios se había reducido a la mitad.

Cualquiera puede imaginar los problemas que tan drástica reducción supone para su normal funcionamiento: proyectos de investigación paralizados, alumnado sin poder recibir su formación en euskera por falta de financiación para contratación de profesorado, drástica reducción de las becas, puestos de trabajo en peligro, edificios recién construidos inoperativos por falta de personal y de equipamiento…

La UPV/EHU salió viva, malherida pero viva de ese tijeretazo gracias al esfuerzo de los   trabajadores y trabajadoras de la institución. Compañeras y compañeros a los que desde 2010 se les ha golpeado reiteradamente con recortes de todo tipo (reducciones y congelaciones salariales, precariedad e inestabilidad laboral,…).

Una plantilla castigada donde casi la mitad del personal de administración y servicios es temporal. Al igual que ocurre con el profesorado, donde un tercio padece esta misma situación. Luego hay quien se extraña del desapego de gran parte de su personal hacia la institución.

Se nos aseguraba que en cuanto la situación presupuestaria mejorara, la UPV/EHU empezaría a recuperar el nivel de financiación necesario. Sin embargo, llega el anteproyecto de presupuestos para el año 2015, y observamos con tristeza e indignación que continúa el maltrato hacia la institución encargada de un sector tan estratégico para la salida de la crisis. No hablamos ya de ausencia de mejoras salariales que restituyan, al menos, parte de lo que nos han arrebatado; hablamos del concepto que tiene el Gobierno Vasco en la Enseñanza Pública Universitaria.

Los presupuestos de la CAV crecen este año casi un 4%, mientras que la aportación ordinaria para el funcionamiento diario de la UPV/EHU; es decir, para que siga abriendo sus puertas sube sólo un paupérrimo 0,58%. Con las cifras actuales mientras los presupuestos de la CAV crecen un 18% respecto al 2007, recuperando los niveles de 2011; la aportación ordinaria a la UPV/EHU sube sólo un 4% respecto a esas cifras de 2007. La universidad no ha recuperado los niveles de financiación de 2011, seguimos en los niveles de financiación de 2007.

En 2012, justo al inicio de la aplicación de los recortes en el sector público, la UPV/EHU ingresaba en el prestigioso ranking de Shangai, que establece el ranking de las 500 mejores universidades del mundo. Este hecho provocó la unánime satisfacción entre los dirigentes de la CAV. En 2013 nuestra universidad baja un escalón, acercándose a la exclusión de la prestigiosa lista. Si eso sucede el año que viene, esas mismas autoridades apuntarán con el dedo a la UPV/EHU, le harán culpable exclusiva y le exigirán no sabemos ya qué tipo de cambios.

La máxima prioridad de la universidad pública no debe ser participar en una loca carrera para aparecer en los rankings más prestigiosos; cuestionados, además, desde diferentes ámbitos. Este sindicato considera un reto deseable alcanzar la excelencia, pero ¡ojo! en todos los campos, incluido el de los derechos de los trabajadores y trabajadoras y la ética en su labor docente e investigadora.

Pero es incoherente sacar pecho cuando eso sucede, y luego condenar a la universidad pública a un trato que roza la desidia y a una financiación insuficiente, totalmente disonante con el prestigio que se le exige que aporte al país.

Sí, desidia, y no hablamos ya solamente de los recortes. Desidia, porque es inaceptable que cuando falta un mes para que termine el año y expire el Plan Universitario 2011-14, desconocemos todo lo relativo al siguiente Plan Universitario; a la financiación ahí prevista, al futuro de más de un centenar de puestos de trabajo cuya financiación han prorrogado un solo año. Sí sabemos cuánto dinero habrá los próximos años para el AVE, pero no para la Universidad Pública.

Si lo que quieren es una universidad pública mediocre que no participe en la búsqueda de la salida a la crisis y se limite a abrir y cerrar las puertas, y a que sus estudiantes no pasen frío en invierno… que lo digan ya. Eso sí, cuando nuestros jóvenes graduados y graduadas tengan que emigrar a otros lugares para seguir su formación e investigación, podrán hacerlo cómoda y rápidamente en los asientos de ese AVE para el que no se escatiman esfuerzos, ni financiación.

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