Iñaki San Sebastian

Disolución II

En el reciente debate del Estado de la Nación española ha vuelto a repetirse, una y otra vez, esta palabrita. Lo curioso es que se hace siempre sin la menor intención de ir al fondo de la cuestión. Se arroja despectivamente contra una organización llamada ETA, nacida como Movimiento de Liberación Nacional Vasco. Un grupo cuya insolubilidad quizá podría explicarse por su doble dimensión: la política, perfectamente enraizada en el pueblo y la militar, de discutible legitimidad y seguimiento popular mucho más limitado.

Oí hablar de ETA, por primera vez, allá por el año 1955, en Gernika, cuando aún se veían las últimas huellas del demoledor bombardeo fascista. En aquel entonces, en los cuchicheos callejeros entre la gente joven había misterio e ilusión. Se soñaba en plantar cara a un franquismo opresor, causante de un gran dolor y responsable de la frustración que se apoderó de todo un pueblo. Quienes en aquellos dramáticos años  nos resistimos a la utilización de la violencia de respuesta, no podemos evitar el ser más o menos comprensivos, con quienes eligieron la otra vía. Dejamos a la historia la labor de juzgar, cuando llegue el momento, la marcha del pueblo vasco hacia su trabajosa liberación.                

La fuerza de la razón parece haberse impuesto y la paz es  una realidad. Los estrategas que se inclinaron por una dramática guerra de guerrillas contra el Estado, han renunciado definitivamente a las armas. Lo que queda es ya una ETA política, si queremos llamarle así, volcada en buscar una salida digna para todo el colectivo de presos, exilados y quienes siguen en la clandestinidad. ¿Qué piden realmente quienes reclaman machaconamente que ETA se disuelva? ¿Qué toda esta gente reniegue de sí misma y de Euskal Herria, humillándose y  arrastrándose hasta perder su identidad en la España de sus dolores? ¿Acaso hicieron algo de esto los criminales que se alzaron en armas el 36? ¿No siguen habiendo aun, entre nosotros, indisolubles herederos del franquismo camuflados en una  dictadura parlamentaria, fruto de una transición inacabada? ¿Es esto democracia?                

Las armas de ETA ya  han callado. Ahora se trata de buscar fórmulas, respetuosas con los derechos humanos de unos y otros, para reintegrar a un número determinado de personas en la sociedad. Toca completar la construcción de la convivencia entre todos. Primera condición: aparcar todo atisbo de ansias de venganza. A continuación, con el máximo respeto a la Memoria Histórica, construir un  relato veraz y asumible por una amplia mayoría. Finalmente, poner sobre la mesa la Constitución española; el nuevo Status político para Euskadi de EAJ/PN; la Nueva Vía para la Independencia de la Izquierda Abertzale; las reglas de juego de la UE y lo que haga falta. Con todo este material y una buena dosis de voluntad política, seguro que se pueden superar todos los obstáculos que cierran el paso, a la solución del conflicto político vasco.

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