Nekane Solabarrieta, Aitor Ezkurdia
Komite Internazionalistak

¿Golpe de estado en Turquía?

A Erdogan no le bastaba la mayoría institucional para conseguir sus objetivos, con este montaje ha conseguido
limpiar y purgar todas las instituciones de cualquier oposición o disidencia ante sus objetivos, su ansiado califato

Al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, no le bastaba con tener la mayoría absoluta en el Parlamento turco para cambiar la constitución e instaurar un régimen presidencialista en Turquía (su califato).

En junio del año pasado la coalición de partidos kurdos y parte de la izquierda turca conseguía superar el listón del 10% de representación para entrar en el parlamento turco, truncando las ansias de Erdogan de conseguir la mayoría absoluta para satisfacer su sueño de poder. A partir de ahí la estrategia de Erdogan fue atacar las bases de la resistencia kurda en Qandil (en el Kurdistán iraquí), reventando de esta forma el proceso de paz unilateral proclamado por el pueblo kurdo, quienes venían aguantando las continuas agresiones del Estado turco en los dos últimos años.

Erdogan y su gobierno fascista instauraron la doctrina del miedo en Turquía y de aniquilamiento hacia el pueblo kurdo, con miles de personas asesinadas, detenidas y torturadas desde septiembre del año pasado. Este Gobierno, miembro de la OTAN y aclamado como democrático, lleva a cabo una estrategia de tierra quemada en el Kurdistán bajo ocupación turca con decenas de ciudades literalmente arrasadas y miles de personas abocadas al desplazamiento forzoso para salvar sus vidas y huir de la carnicería.

Esta estrategia dio sus frutos. Con la repetición de las elecciones de noviembre, Erdogan consiguió su sueño de poseer la mayoría absoluta en el Parlamento turco.

Esto le daba vía libre a cambiar la constitución a su gusto e instaurar un régimen presidencialista en el que él mismo se atribuirá las funciones esenciales del estado y por fin podrá proclamar su ansiado califato.

En mayo de este año el Parlamento turco aprobaba una moción para la retirada de la inmunidad parlamentaria de las diputadas y diputados kurdos, y cualquiera puede imaginar lo que esto supone. Pero esto no ha sido suficiente. Le quedaba limpiar la disidencia y voces críticas que desde distintas instituciones judiciales, políticas y militares disentían de la deriva islamista y autocrática del Gobierno.

La noche del viernes pasado militares ocupan las calles de las principales ciudades de Turquía en lo que parecía un golpe militar. El llamado golpe duró apenas unas horas, las bases del AKP (partido del presidente Erdogan) salieron a las calles y de una forma sorprendentemente rápida, dadas las circunstancias, se consigue parar el supuesto golpe de estado. En pocas horas, Erdogan que se encontraba de vacaciones, aterriza en Estambul y anuncia el fracaso del golpe y que sus responsables pagarán caro su osadía.

Las primeras medidas no tardan, miles de militares son detenidos y apartados de sus responsabilidades, cientos de jueces cesados y detenidos y se fomenta la petición de la reinstauración de la pena de muerte.

Al parecer, a Erdogan no le bastaba la mayoría institucional para conseguir sus objetivos, con este montaje ha conseguido limpiar y purgar todas las instituciones civiles, políticas y militares de cualquier oposición o disidencia ante sus objetivos. Por otro lado, ha conseguido legitimidad tanto ante la comunidad internacional por haber hecho frente al supuesto golpe militar y ante sus seguidores en Turquía, reforzando su imagen y limpiándola de los graves escándalos de corrupción, colaboración con el Daesh (Estado Islámico o ISIS) y represión.

Los medios occidentales anuncian que la democracia ha vencido en Turquía. En realidad, al menos por el momento, Erdogan ha conseguido sus objetivos. Si había algo claro es que ganara quien ganara en este montaje, quien iba a salir perdiendo es la izquierda turca para quienes se avecinan tiempos duros, y el pueblo kurdo, aunque poco les queda que perder después de la brutal represión a la que están haciendo frente en los últimos años (especialmente dura y cruel este último año).

Ante estos hechos no queda otra que solidarizarse con las organizaciones que desde la izquierda lucharán para restablecer una sociedad con justicia y derechos, y especialmente con la resistencia kurda, quienes llevan largas décadas dejando sus vidas en la lucha por la construcción de una sociedad democrática en la que participen todas las etnias y culturas que conviven en Turquía. Esta valiente lucha no solo la llevan a cabo en el Kurdistán bajo ocupación turca, en Rojava (Kurdistán en Siria) están haciendo frente al Daesh e implantando un sistema de democracia radical con un papel preponderante de la mujer en la toma de decisiones, sin olvidar su lucha y resistencia en el Kurdistán iraquí y en el Kurdistán bajo ocupación iraní.

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