Sergio Ortega «Txejo», Susana Piera e Iratxe Álvarez
Miembros de la Comisión Nacional de ESK

Hablemos más de contenidos y formas de lucha que de diálogo social

Lo importante es si nos podemos permitir perder de nuevo la oportunidad de que decidan sobre nosotros en un despacho y sin transparencia. Tenemos que ser capaces de que nuestras reivindicaciones sean las que se pongan encima de la mesa, que la Carta de los Derechos Sociales de Euskal Herria sea la contrapartida a sus intereses.

Anda en estos últimos meses el consejero de Empleo del Gobierno Vasco, Juan María Aburto, anunciando sus intenciones de abrir un periodo de diálogo social a la vuelta del verano. En sus declaraciones, sitúa la apertura de esta mesa como elemento nuclear en el resurgir y en el relanzamiento de la economía vasca en esta nueva etapa de «salida» de la crisis. (*)

El Gobierno Vasco (tanto cuando estaba en manos del PSOE, como en la actualidad con el PNV) lleva años adoptando de manera unilateral medidas antipopulares. ¿A quién quiere ahora engañar el consejero de empleo, pretendiendo dar una imagen de supuesta centralidad, abogando por un diálogo social ampliamente limitado en sus contenidos por las distintas reformas de los últimos años?

Una centralidad que a todas luces no es real. Valga de ejemplo que para el consejero de empleo el gran problema para llegar a acuerdos en este país es el radicalismo de los sindicatos. «Olvida» la actitud de una patronal que bloquea las mesas de negociación colectiva y que quiere hacer competitivo el tejido industrial vasco a base de igualar nuestras condiciones laborales con las de países externos a la UE.

La mayoría de los agentes aludidos para conformar el diálogo social se ha liado en declaraciones a favor o en contra de la mesa de diálogo social y en confirmar o rechazar su presencia en la misma. Sin embargo, poco se ha dicho sobre lo que se tiene que tratar en ella. Para ESK éste es el aspecto fundamental. Las cosas, normalmente, no son buenas o malas en esencia; la utilidad y el objetivo de las mismas las definen. Trayéndolo al ámbito del que estamos hablando, que una mesa de diálogo social sea una herramienta útil o un simple lavado de cara para los agentes participantes solo dependerá de cuál sea su fin y cuáles sus contenidos.

En mayo de 1999 hicimos una enorme huelga general en Hego Euskal Herria. Sus reivindicaciones fueron dos: la rebaja de la jornada a 35 horas semanales y el Salario Social (ese fue el nombre que consensuamos para llamar a algo que se parecía mucho a lo que hoy defiende ESK como Renta Básica de Ciudadanía). La rebaja de la jornada se discutió durante mucho tiempo con la patronal y la administración en una mesa de diálogo social que se llamaba Consejo de Relaciones Laborales. Participar en aquella mesa no llevó a los sindicatos a rebajar sus reivindicaciones ni a lavar la cara a la patronal y al Gobierno Vasco. Por el contrario, a los sindicatos combativos nos ayudó a legitimar y cargar las pilas y empujar a los menos combativos a seguir esa corriente de lucha.

Esas son para ESK las dos variables claves para participar en cualquier mesa de diálogo (igual que lo hacemos en las mesas de negociación de los convenios): definir unas reivindicaciones que merezcan la pena y estar dispuestos a luchar por ellas en la movilización si la patronal y la administración no las asume en la mesa de diálogo. Con esta actitud conseguiremos por lo menos dos objetivos: que el debate social salga del maldito terreno de quiénes están o no por el diálogo y el pacto social y se desplace al de los derechos que reclama la gente trabajadora; y, segundo, ir conformando el bloque de quienes están a favor de la lucha, es decir, calentar los motores para la movilización.

Es cierto que desde entonces mucho ha llovido y que la coyuntura socio-sindical y económica se ha modificado. La comparativa con aquel proceso de diálogo social es difícil. Sin embargo, si no somos capaces de activar la calle, inevitablemente, la mesa de diálogo social solo servirá a los intereses de quienes nos han traído a esta situación.

El Gobierno Vasco, a través del diálogo social, solo pretende asentar en la sociedad su discurso de que la crisis ha terminado y de que es la hora de remar todos y todas en la misma dirección. Se olvida Aburto del más del 17% de paro existente en la CAV, de los más de 30.000 hogares que no tienen ningún tipo de ingreso o del empeoramiento de las condiciones laborales que miles de trabajadores y trabajadoras hemos sufrido en los últimos seis años. Puede haber acabado la crisis en las cuentas de explotación de los bancos y las multinacionales, pero no en el día a día de la mayoría de la ciudadanía.

La patronal está en un momento en el que no necesita negociar nada, ya que cada petición que expresa públicamente es atendida de manera inmediata por un Gobierno español arrodillado a los intereses económicos y empresariales. Su participación en el proceso de diálogo social, sin una movilización general que la condicione, solo va encaminada a frenar su creciente desprestigio social provocado por su actuación depredadora en los últimos tiempos.

Igualmente, si no existe presión social permitiremos que CCOO y UGT vuelvan a ocupar sus poltronas sin necesidad de explicar cuáles son los objetivos que buscan en dicha mesa. Tras años en los que no han encontrado el menor resquicio para poder sentarse con la patronal, no van a perder esta oportunidad de volver a su ámbito natural, que no es otro que el pacto con quien hasta hace nada era su gran enemigo. Con la movilización de la clase trabajadora el acuerdo siempre les saldrá más caro.

Por eso, ESK piensa que lo importante no es participar o no en esa mesa de diálogo social. Lo importante es si nos podemos permitir perder de nuevo la oportunidad de que decidan sobre nosotros y nosotras en un despacho y sin transparencia. Tenemos que ser capaces de que nuestras reivindicaciones sean las que se pongan encima de la mesa, que la Carta de los Derechos Sociales de Euskal Herria aprobada el pasado mes de junio sea la contrapartida a sus intereses. Si no conseguimos, a través de la movilización, fijar la agenda de la mesa de diálogo social, el resultado de la misma volverá ser un jarro de agua fría para la clase trabajadora.

Este es el reto que el sindicalismo combativo y los movimientos sociales tenemos para este otoño. Tenemos que ser capaces de llegar a acuerdos que permitan un calendario de movilizaciones cuyo objetivo sea condicionar los contenidos puestos encima de la mesa.

(*) En terreno similar se mueven las cosas en el ámbito estatal. En Nafarroa es una enfermedad crónica.

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