Larraitz Ugarte Zubizarreta
Abogada

La gestión emocional y el acierto político

Hay que dejar de llorar y quitarse el traje negro. Hay que dejar de pensar en lo pequeño, en el detalle que nos separa y nos enfada, dejar las pasiones para los objetivos y no para los enfados, pensar en clave de país y no en clave de las filias y fobias personales

Estos días hemos visto y oído de todo sobre Catalunya y en medio de este ruido he podido leer muy buenos artículos, reportajes y análisis por lo que no creo que pueda añadir ninguna novedad intelectual. El nivel de incertidumbre de lo que pueda pasar en las próximas semanas es alto porque cada día es cambiante y depende de la capacidad de acertar de los catalanes, de la tozudez y anormalidad del Estado español y en gran medida también de las ganas de mojarse que tenga la comunidad internacional. Veremos los acontecimientos y sin duda estaremos ahí, con los catalanes, siendo sus aliados, defensores y admiradores.

No obstante, aunque esta no suele ser una página muy emocional habitualmente, ni por parte de otros colaboradores ni por la mía, creo que esta es una gran ocasión para ello. Y es que escribo estas líneas nada más regresar de la Primera Conferencia Política celebrada por EH Bildu en Gasteiz y siento un torrente de emociones. De esas que necesitamos de cuando en cuando para seguir con nuestro trabajo diario; de esas que nos consuelan cuando las cosas no salen todo lo bien que quisiéramos; o de esas que sirven simplemente (y cuán importante es) para recordarnos que estamos en lo cierto. Hoy ha sido un día de esos, en los que sientes que formas parte de un grupo grande de personas que dando lo mejor de sí hace camino, recordándonos que somos una comunidad y que esa colectividad, ese formar parte de, es lo que hace que luchar merezca la pena. Especialmente ahora, que el aire de libertad es favorable.

La política es en general un ámbito de certezas, grandilocuencias, palabras ininteligibles, discursos vacíos y a menudo poca valentía. Sin embargo el mundo que nos rodea está adquiriendo un tinte emocional muy marcado. Catalunya, cómo no, estos días y en especial el 1 de octubre nos ha vuelto muy emocionales, ha sacado nuestro lado más emotivo, nos ha hecho reaccionar desde las tripas… Quién no ha llorado de impotencia al ver las imágenes de personas de todas las edades y condiciones siendo apaleadas por la policía. Quién no ha dicho «venga chavales» cuando ha visto a bomberos haciendo un cordón de seguridad para proteger a la ciudadanía de uniformados españoles, como cuando ves en un partido de futbol a los tuyos defendiendo bien la portería. Quién no se ha reído a carcajada limpia con una maldad cuasi infantil al ver a un policía atrapado en la red de obra adyacente a una escuela haciendo el ridículo. Quién no se ha henchido de orgullo solidario al ver a miles de personas organizadas en los colegios electorales. Quién no se ha inquietado al ver aumentar la cifra de heridos según avanzaban las horas. Quién no ha sentido ese miedo que tan bien conocemos los vascos y vascas aflorando de nuevo… Todos estos sentimientos vividos de manera colectiva han creado algo muy bonito, una sensación de poderío, de que podremos con todo lo que nos propongamos cuando de verdad lo hagamos.

Acertar en canalizar ese cúmulo de emociones será en buena medida clave para iniciar aquí otro proceso independentista. Aquí no cabe la burda imitación. No podemos extraer conclusiones simplistas de lo hecho en Catalunya. Allí las condiciones han sido distintas, pero tampoco podemos pensar que allí las condiciones eran mejores hasta hace nada, porque en Euskal Herria también se dan una serie de especificidades ventajosas. Y una de ellas es precisamente la emocional. Este país ha tenido un conflicto político que ha dejado unas heridas muy profundas y que muchas de ellas están aún abiertas. Pero también ha habido un sentimiento de lucha, mucha gente comprometida que ha comenzado su andadura desde los sentimientos de sufrimiento para pasar a racionalizar esos sentimientos dotándolos de carácter político e iniciar su andadura militante. El proceso catalán está sirviendo de acicate para ese renacer sentimental y se está notando en las movilizaciones populares organizadas estos últimos días. Que esa activación emocional con Catalunya derive en un compromiso con la consecución de un Estado vasco será en buena medida fruto de que seamos capaces de liderar o converger con un proyecto sólido que convenza a gentes de distinto signo y condición. No hay otra forma de ganar: hay que convencer a una mayoría social de este país y garantizar que lo que decida esa mayoría social se va a ejecutar.

Para ello EH Bildu ha puesto encima de la mesa una estrategia confederal, de tres territorios administrativo-institucionales (Nafarroa Garaia, CAPV e Ipar Euskal Herria) que harán un proceso constituyente propio y decidirán libremente confederarse con los otros dos territorios para crear la futura República Vasca Confederal. Una república con tres estados que decidirán de manera libre qué tipo de relaciones tendrán entre sí y con el resto de estados del mundo. Para ello necesitamos estrategias eficaces que habrá que diseñar en los próximos meses.

Pero hoy quiero incidir en algo que ha dicho Arnaldo Otegi en su intervención ante los medios: No son tiempos para tener miedo. Hay que ser valiente y además hay que acertar, no se puede actuar con torpeza. Hay que conseguir que Euskal Herria vea a los estados español y francés de igual a igual, sin sumisión ni dependencia, sin una relación de subordinación. Para eso, necesitamos ser un Estado. Hace falta liderar ese proceso hacia un Estado. La izquierda independentista se presta a ello y hay que amar y respetar a la gente, porque solo creyendo en tus propias posibilidades vas a ser capaz de conseguir tus objetivos. Todo esto, dicho de una manera mucho más hermosa y desde la voz de una persona con una gran legitimidad para hablar de ello, ha conseguido emocionarme.

Hay que dejar de llorar y quitarse el traje negro. Hay que dejar de pensar en lo pequeño, en el detalle que nos separa y nos enfada, dejar las pasiones para los objetivos y no para los enfados, pensar en clave de país y no en clave de las filias y fobias personales. Inventar, a lo cubano, siendo todos y todas inventores de proyectos que vertebren las realidades de Euskal Herria y ayuden a construir una nación más justa y cohesionada. Porque no es hora de mirar lo que fuimos y lo que merecemos por haberlo sido, no; hay que mirar al futuro y el futuro es una Euskal Herria en paz y basada en la justicia social donde sus gentes vivan con unos auténticos niveles de bienestar porque esa es la voluntad del pueblo. No queremos un país de autoafirmación y autocomplacencia como el Estado español, no. Queremos un Estado libre, con mayúsculas, una república ambiciosa, en constante evolución y democrática, profundamente democrática.

Catalunya está dando una lección al mundo: un torrente de emociones acumuladas de todo un pueblo, organizando, meditando y planificando bien cada paso es imparable hasta para uno de los estados más fascistas de Europa. Es nuestro deber solidarizarnos con ellos y acabar de creernos que estamos en un momento de zirt edo zart y que si lo hacemos bien, acertando en los pasos y con mucho amor por este pueblo y sus gentes (como siempre lo ha hecho la mejor gente de esta tierra) Euskal Herria será un Estado independiente mucho antes de lo que ninguna de nosotras soñó.

Bilatu