Bittor Martínez
Ex dirigente de la extinguida Euskadiko Ezkerra

La hora de la izquierda

El denominado movimiento social 15 M significó en el Estado español un estallido del hartazgo político popular en reivindicación de reconquistar el protagonismo ciudadano, ante la usurpación de los derechos democráticos, que en verdad, nunca se han disfrutado desde la victoria bélica franquista. Este movimiento llenó de esperanza para un verdadero cambio, hacia una democracia real.

La democracia real, mejor dicho, la verdadera democracia es reivindicación inexcusable de una sociedad que quiera recuperar su dignidad. Y no hay democracia sin soberanía popular, es decir, el poder emana del pueblo y reside en el pueblo. Y no existe soberanía, si la parte que la representa, o sea, las estructuras políticas, están sometidas al poder económico. Por tanto, es prioritario el establecimiento de una democracia real.

Desde aquel 15 de 2011, en las sucesivas elecciones europeas, municipales y autonómicas en el régimen común del Estado y recientemente las singulares elecciones catalanas, aunque la incidencia de estas últimas tengan un diferente objetivo, hemos podido percibir una cierta evolución o cuando menos, tendencia en el despertar de las conciencias, con cambios significativos en cuanto a un cambio en el régimen bipartidista establecido en el mapa político estatal.

El capitalismo radical actual, no solamente es debido a la política endógena, sino que como es obvio, la evolución de la política exterior ha ejercido una influencia generalizada. La caída del muro de Berlín, como preludio de la desaparición de la URSS y con ello de un equilibrio económico, militar y también en cierto modo ideológico, marcó un hito para el cambio hacia la globalización de un imperialismo capitalista, sometiendo la economía a la política y esta a la ciudadanía. Esta transformación ha venido produciendo un corrimiento de la ideología de izquierda, adaptándose a posiciones liberales, acordes a la tendencia, abandonando los valores identificativos de la izquierda. Mientras desde la posición dominante se transmitía el mensaje del anacronismo de la izquierda, como algo caduco e invalidado. O sea el pensamiento único. Por cierto, aquella caída del muro de Berlín, provocó en el mundo occidental, una celebración por el triunfo de la libertad y sin embargo ahora, el levantamiento de muros, aunque en vez de hormigón sean de espinos y cuchillas, es considerado necesario para defendernos de los oprimidos, que buscan su libertad.

El aburguesamiento social resultante, provocó un ficticio buen vivir, con un desbocado consumo a crédito, lo cual, deparó la «crisis» actual, obligando a los veladores del orden a solucionar el desaguisado mediante el requise social para reparar los daños sufridos por la oligarquía, para continuar sus fechorías estratégicas.

El egoísmo y fracaso del capitalismo desarrollado mediante un neoliberalismo a ultranza, ha dejado clara, la existencia de ideologías de izquierda y derecha. A grandes rasgos, la primera diferencia entre izquierda y derecha, está en la priorización del bienestar de las personas sobre el servicio al capital. En consecuencia se podría decir, que desde la perspectiva de la izquierda, es incompatible la existencia de un solo rico, mientras exista un solo pobre.

El mapa político del Estado a día de hoy, también para Euskal Herría, a poco más de dos meses de unas cruciales elecciones generales, nos encontramos con lo que parece ser la estrategia de la oligarquía en apoyo de un centro derecha, que pueda acomodarse allí donde se le ordene e inicialmente limpio, que pueda recoger los votos y la confianza que pierda esa derechona rancia, brutalmente corrupta, mentirosa, desprestigiada y políticamente inepta, representada por el PP y presuntamente liderado por ese personaje esperpéntico, más capacitado para recordarnos a Groucho Marx, que para liderar un gobierno y aun menos con mayoría absoluta.

El PSOE continúa instalado en una esquizofrenia, derivada de la mutación ideológica que inició poco antes de la transición Felipe González, del marxismo a una socialdemocracia moderada en su política social, junto a una política económica cercana al neoliberalismo intervencionista en defensa del capital. Carente de norte político que le guíe, deambula mirando a donde se puede arrimar para poder agarrarse a un asidero posible que le mantenga cercano a círculos del poder y así, poder ir manteniendo el chiringuito.

¿Y la izquierda? Es una realidad histórica la división de la izquierda, debido fundamentalmente a la relevancia otorgada a las diferencias dogmáticas sobre las coincidencias comunes. También es una realidad, la necesidad cada vez más urgente, de hacer frente al poderío y hegemonía de un neoliberalismo salvaje al servicio de un desarrollo especulativo, por encima de un desarrollo productivo de interés social, que acapara la concentración económica y por tanto el poder para aplicar su dictadura política.

Pero ese frente no será posible sin una apuesta inequívoca por una democracia real y soberana, de las personas y para las personas. Y este objetivo, tan solo es posible desde una visión y acción ideológica de izquierda, anteponiendo sin complejos, como se ha dicho antes, los derechos y la dirección social por parte de las personas, sobre los intereses del capital. La utopía siempre ha sido símbolo de la izquierda y aunque irrealizable, es como la estrella polar que nunca será alcanzable pero siempre nos orienta el norte.

Es el momento de una apuesta capaz de aglutinar por encima de intereses partidistas, el interés de una mayoría social movilizada. De la estructuración de aquella sociedad que salió a la calle el 15 M de 2011, reivindicando una democracia real en defensa de los intereses ciudadanos. De los partidos de izquierda con identidad de las demás naciones del Estado. De continuar, también, dentro de las vías institucionales, cambiando de bando al miedo, como ya se inició. De apartar a un lado las trabas y pruritos de siglas y demás connotaciones sectarias. De priorizar el trabajo eliminando la especulación. De proclamar con realismo y valentía, sin prejuicios ni complejos, la vigencia de los valores de la izquierda: libertad, igualdad y fraternidad. De priorizar como demanda social, el verdadero objetivo: representar un acuerdo social, en defensa de la soberanía popular.

En resumen, es hora ya desde la izquierda, la apuesta firme y urgente, para llevar a cabo en el Estado, la ruptura pendiente desde aquella transición reformista, que desembocó en este fracasado régimen monárquico bipartidista.

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