José Luis Orella Unzué
Catedrático senior de Universidad

La patria no se hereda, sino que se elige

Sobre las afirmaciones de que los nacionalismos necesitan «un contratipo que les sirve para encarrilar los odios» y que en varios países Europeos no podrían existir partidos como el PNV, Bildu, CiU o ERC, que recientemente leyó en un artículo periodístico, Orella asegura que esos partidos no nacen contra nadie ni precisan de dicho contratipo, «porque no germinan por el odio, sino por el amor y el deseo de culminación madura que es el objetivo de su vida política».

Este escrito es fruto de la manía que algunos tenemos de leer artículos periodísticos de opinión. En efecto, el filósofo Ignacio Gómez de Liaño exponía en un largo artículo de opinión en “El País”, titulado “Contra el veneno”, una serie de afirmaciones que ni desde la Filosofía ni, mucho menos, desde la Historia son admisibles por la contradicción que suscitan contra los fundamentos de ambas ciencias.

No todas las afirmaciones del artículo son filosóficamente inadecuadas, como por ejemplo que «está claro que el Estado está mal constituido cuando en un país son legales partidos cuyo objetivo es la destrucción de ese país o nación». Del mismo modo, cuando dice «Algo está mal hecho en un Estado cuando no salvaguarda derechos fundamentales», o cuando filosofa diciendo que «cuando se pierde la capacidad de tener convicciones propias, las ‘verdades’ enarboladas por los vicarios de la ideología se hacen inconmovibles».


Sin embargo, cuando enfila el tema de los nacionalismos, su falta de lógica y de conocimientos históricos es llamativa. Así, afirma: «Los nacionalismos nada combaten más que la discrepancia, por lo que fabrican un gegentypus o contratipo que les sirve para encarrilar los odios». «Ni en Alemania ni en Francia podrían existir partidos como el PNV, Bildu, CiU, ERC, ni ningún otro que promoviese la secesión de una parte del territorio o la utilización de la enseñanza y medios de comunicación públicos para atacar derechos fundamentales del conjunto de los ciudadanos, como el de la soberanía nacional o el del uso de la lengua oficial del Estado». Y prosigue «¿Cómo se puede aceptar que el Estado admita partidos que se proponen quitar al conjunto de los ciudadanos su derecho de soberanía sobre el territorio cuando ninguna parte de ese Estado ha tenido el menor atisbo de situación colonial?». Y el colmo  de la falsedad histórica lo culmina cuando afirma que «Cataluña y las Vascongadas son regiones que nunca fueron Estados independientes y soberanos, sino parte, en un caso del reino de Aragón y, en el otro, del reino de Castilla, los cuales siempre se consideraron parte de España».

Comencemos por esta última afirmación que es abiertamente falsa. En efecto, antes de que existiera España (porque España ¿cuándo nace como reino o como corona?) ya desde los tiempos medievales tenía vida política el Principado de Cataluña que gozaba de sus Cortes, del Derecho civil y penal y de las demás instituciones propias de un estado soberano e independiente. Además, Cataluña nunca fue parte del reino de Aragón, aunque con este reino y el de Valencia conformó la Corona de Aragón. Igualmente, y sin tener que aportar aquí y ahora datos históricos fehacientes sobre el Señorío de Vizcaya, entre las Provincias Vascongadas, Gipuzkoa aparece repetidas veces como reino en los protocolos y escatocolos documentales regios de la Corona de Castilla.


Pero entremos en el fondo del artículo, que es la descripción política y valoración histórica de los mal llamados partidos nacionalistas citados. Y esto implica responder a dos preguntas, a saber, cómo se apropia un ciudadano de la realidad patria y, en segundo lugar, cómo puede el periodista, el novelista o el historiador concebir al partido que acoge a todos los que propugnan la misma patria común.

La patria no se hereda, ni te la imponen, sino que se elige. Los condicionantes previos a la elección de la patria son la naturaleza, la herencia, el paisaje y el ambiente que acuna a los futuros patriotas. Los integrantes de su maduración son la lengua propia que se mama y la lengua o lenguas en las que se expresa, la asunción de la historia que los conciudadanos le han contado y que cada uno de los miembros de ese nacionalismo ha vivido y la formación que ha recibido. Y final y principalmente, la elección de la patria es el resultado del ejercicio de la propia libertad y del amor. Se elige lo que se ama y se ama lo que se elige. Por el hecho de nacer en el País Vasco no eres de la patria vasca, como tampoco hace de la patria española el haber nacido en la península ibérica. La inteligencia no es la facultad suprema y más crucial de la personalidad humana, sino que lo es la libertad, la cual es fruto del sentimiento, del amor y de la elección.

Y llegando brevemente a describir la labor del periodista y del historiador, hay que afirmar que en manos y en la erudición de estos profesionales está la elección de los acontecimientos históricos que convertirán en sucesos de interpretación histórica. Los acontecimientos tienen un espacio y un tiempo concretos e inamovibles y son válidos para todos, tanto para el ciudadano que lee como para el novelista que inventa una narración, para el periodista que hace diariamente el reportaje, para el político o para el historiador académico.

Pero la diversidad de interpretaciones de todos ellos dentro del ejercicio de su profesión estriba en que unos libremente eligen unos acontecimientos como sucesos de reinterpretación histórica y otros eligen otros. Últimamente se han visto las diferencias historiográficas entre los historiadores que han tratado los diferentes acontecimientos de la vida de Blas de Lezo. También la historia es una ciencia objetivo-subjetiva.


Y terminando con el punto de partida. Los partidos citados por el autor del artículo no nacen contra nadie, ni necesitan un contratipo para existir, porque no germinan por el odio, sino por el amor y el deseo de culminación madura que es el objetivo de su vida política.

Igualmente podemos interpelar al autor y nos podemos preguntar: ¿dónde se fundamenta legalmente la soberanía española a todo el territorio peninsular? ¿Fue ilegal la segregación de Portugal a mediados del siglo XVI? ¿Tenía en esta ocasión Cataluña menos derechos que Portugal a su independencia?

Más aún, y en sentido contrario, la historia confirma que antiguas soberanías perdieron su protagonismo político cuando fueron conquistadas por las armas (aunque estas acciones se quisieron ocultar con la fórmula de la incorporación voluntaria). Por eso pueden Gipuzkoa, el reino de Navarra o el Principado de Cataluña, por ejemplo, reclamar los niveles de soberanía que perdieron en su historia por el uso violento de las armas castellanas. Ya que todos estamos de acuerdo en que la violencia no crea ningún derecho, pero también sabemos que a veces el ejercicio de la misma es la única herramienta de la defensa propia.

Y para terminar y pedagógicamente hablando, la libertad individual (del autóctono o del inmigrante) es la última responsable de la designación de la propia patria e igualmente que la libertad del periodista, del político o del historiador es también la responsable de la elección de los sucesos históricos que marcan la historia profesional que realizan.

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