Marta Pérez Arellano y Beatriz Villahizán Lagunas
SOS Racismo Nafarroa

Muertes “low cost”

Poco importa si es en un camión, en las concertinas de una valla, o en las aguas del mar. Si una sola persona en el mundo muriera a causa de una frontera, ya sería un crimen imperdonable. Pero la realidad es que no es una. Cientos de miles de personas están muriendo en las últimas décadas tratando de llegar a Europa. Decenas, cientos, a diario. En un goteo sangriento, los telediarios arrojan cifras espeluznantes.

Si se tratara de personas europeas, las declaraciones gubernamentales y las acciones institucionales se contarían por cientos. Los aniversarios recordando el exterminio se extenderían durante décadas. Pero no es así. La realidad es que aquí es sólo una minoría social la que protesta. Porque quienes mueren son pobres, aunque no las más pobres ya que ésas no emigran. Y no son europeas, ni estadounidenses: son africanas, europeas del este o asiáticas, personas pobres y racializadas. Vienen del llamado Tercer Mundo; de países empobrecidos, países sometidos al dominio económico y cultural de occidente a base de expolio, guerras, golpes de estado y dictaduras “amigas”. Personas que desde los medios de comunicación son denominadas "inmigrantes" porque el apelativo les resta categoría humana: "son inmigrantes, no somos nosotros". En el imaginario racista dominante, interesadamente potenciado desde las instituciones, se trata de unos cuantos negros, moros o gitanos sin importancia. Son muertes "low cost", muertes de muy bajo coste para las élites de este sistema-mundo.
 
Pero no podemos acostumbrarnos al horror. Por muy cotidiano que éste sea. Por mucho que los medios de comunicación masivos nos bombardeen con el victimismo inmovilista de "otra tragedia más". No son tragedias: son asesinatos. Hacer morir a alguien por culpa de un muro es una estrategia genocida. Dejar morir a alguien asfixiado en un camión porque las leyes le han prohibido cruzar una frontera es un crimen de lesa humanidad que tiene responsables con nombres y apellidos. Basta ya de hablar de tragedias. Una tragedia es un accidente, pero un plan de consecuencias previsibles no es accidental: se llama capitalismo, se llama violencia de estado, se llaman políticas migratorias. Es un horror evitable, evitable no obligando a las personas a emigrar porque su lugar de origen se ha convertido en inhabitable, evitable con la apertura de las fronteras, evitable con otras leyes, con otras formas de hacer política. Una política para la vida y no para la muerte.

Ante un horror de esta magnitud, la gente que vivimos en este pedazo de tierra que llamamos Europa, la que por una de esas casualidades del destino nacimos aquí y a quienes siglos de dominación colonial nos concedieron el beneficio no elegido de ostentar más poder que millones de personas en el mundo; nosotras y nosotros, también tenemos responsabilidades. Tenemos la responsabilidad de elegir entre pasar a la historia como cómplices del horror, o  de hacerlo como gente que luchó para cambiar las cosas. La responsabilidad de que el silencio no nos haga cómplices.
 
Hoy, ante el horror, tenemos por supuesto que conmocionarnos; pero conmocionarnos para el cambio, no para el inmovilismo. Hoy tenemos la oportunidad de actuar en contra de las fronteras asesinas. Tenemos la opción de introducir este debate en nuestros espacios cotidianos, de luchar para derrocar a gobernantes xenófobos y racistas, de salir a la calle a decir que no les queremos, que no nos engañan con su discurso del miedo. Y tenemos la opción ética de luchar por un mundo sin fronteras, un mundo más justo, un mundo donde- parafraseando a Galeano- no sea más libre el dinero que la gente. Un mundo donde nadie tenga que morir por culpa de un muro.

Para que silencio no nos haga cómplices, hemos decidido salir a las calles y convocar junto con la Plataforma de Papeles y Derechos Denontzat, una manifestación este sábado, a la 1 del mediodía, en la Plaza Castillo.

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