Julia Itoiz Jiménez ‘Chula Potra’
Cantante

Os habéis equivocado

Desde que UPN dejó de estar en el gobierno municipal y autonómico hay un tema recurrente que he percibido y me preocupa mucho. Algo que hasta ayer no le había puesto nombre. Pero gracias a un debate sobre el Gaztetxe, lo descubri. Me enteré que en la práctica política de izquierdas, dentro del sistema de valores y acciones capitalista en el que vivimos, se da un fenómeno que está basado en el individualismo y el victimismo entrecruzados.

El individualismo lo hemos mamado de nuestra bonanza económica. Antes la gente no tenía dinero para pagar una calefacción general en toda la casa, ni para tener una televisión gigante, ni…, y se juntaban en la calle, o tabernas o en un cuarto todos, a charlar, calentarse, comer algo como unas castañas. Da mucho gusto comprarse un iphone, pero más gusto da tener gente cerca con la que hablar, pelear, tocarse, mirarse, acompañarse. Eso crea vínculo. Y el vínculo hace que seamos más fuertes que solos. El sistema no nos quiere fuertes.

Mucha gente que hoy vive en Iruña han sido niños y niñas sin calle, de la ikas a la extraescolar, y luego a casa. También ahora se tienen pocos hijos, y sin hermanos en casa, la soledad se acentúa. Pero además, la relación que unos padres establecen con los hijos únicos es de mayor protección (cierto aislamiento), muchas veces incapacidad de establecer límites que además, son menos necesarios cuando no hay hermanos con los que competir por esos límites, y creamos reyes egocéntricos insatisfechos, porque conseguir lo que se te antoja de pequeño no da la felicidad; porque estar solo no da la felicidad. Y esto crea más individualismo.

Además la sociedad potencia el individualismo con la atomización estructural que se ha potenciado. Me contaban en Eibar que en los años 60 todos los obreros iban a la misma hora, 5 de la mañana a currar. Y por eso, todos salían a la tarde a la misma hora y el pueblo, los bares, eran un hervidero, y entre semana era un placer pasear. Y cuando había bronca con la policía, había mucha gente. Ahora nos separan en turnos y ya no nos juntamos. Además nos incapacitan siquiera para aprovechar el poco rato que tenemos libre. Y como en casa se está tan a gusto, con tanta comodidad, y yo no hay manera que recupere el cansancio del turno de noche, no salgo. Y entre semana las calles dan pena. No es tan divertido vivir como antes. Y nuestras manis son penosas muchas veces, a pesar que el tema nos afecte mucho.

En los pueblos jóvenes y viejos comparten espacios, en la ciudad no, porque hemos diseñado todo para que solo nos juntemos con grupos de nuestra edad. Pero así, los jóvenes no tienen experiencia, y no alcanzan mucha de la comprensión que sus mayores atesoran, y los mayores no tienen fuerza y no pueden hacer realidad todo aquello que han aprendido. Y frente al sistema, nos paraliza.

El coche también nos aísla, y el diseño urbano consiguiente. En mi casa de la Rotxa no había portero automático ni garaje subterráneo. Sabías quien estaba en casa y quien no, te veías en la escalera, el patio o la plaza. Ahora, a menos que tengas perro o un hijo pequeño que pasear, no ves a tus vecinos. Del coche al ascensor y de ahí a casa. ¡Así que cómo para intentar juntos transformar el barrio!. A comprar nos vamos a las grandes superficies, y no establecemos tampoco estas relaciones diarias de antes con las tenderas. La gente que curra en los hiper no sabe si es tu cumpleaños, ni si tienes mala cara. Y nosotras vamos con nuestros pensamientos, negativos, entre pasillos, rodeados de extraños. La gente va con los cascos por la calle, y nos relacionamos lo justo. Y así, vivimos bajo nuestro punto de vista, que nos parece la realidad, pero adolece de muchos puntos ciegos que hace que nuestras acciones no alcancen todo su potencial. Y muchas veces, mucha gente, no tiene cariño de piel con piel, no aprende muchas habilidades psicosociales básicas. No es feliz.

Luego está el victimismo. No sé de donde surge, pero aquí está muy extendido. Es el sentimiento desatado de ser la víctima, como si estuvieras sujeta a contingencias que otra gente decide por ti. El victimismo mola mucho porque te quita responsabilidad. Yo no tengo responsabilidad sobre mi desgracia, así que, para que hacer introspección, si no tengo la culpa de lo que me pasa, si la culpa es de otra gente. Y mola también porque como se portan tan mal conmigo, tengo todo el derecho a hacer el daño que yo quiera, porque soy una víctima. Yo llevo medio siglo en el mundo, y pocas veces me han pasado cosas sobre las que no tenía responsabilidad.

Y entre individualismo y victimismo, hemos ido navegando durante años. Y han sido valores en nuestras luchas. Una y otra vez he escuchado a históricos del movimiento popular «antes había más solidaridad». Es que antes, la vida era diferente y la gente también era diferente. Y había otra ilusión por vivir. Ahora debemos recuperar o sustituir lo que ya no nos sirve. Y esta forma de militar está claro que al cambio no le sirve. Pero, ¿queremos cambiar?

Hablando del momento político municipal de Iruña, cuando hay tanto que cambiar, y se necesita una difícil estrategia en un corto tiempo que dé los mejores frutos para poder mantenerse en la administración, no por amor al sillón, sino porque se sabe que cuatro años no son nada para cambiar la estructura. Aparecen personas que enarbolan causas justas, comunitarias, pero que deciden de forma sectorial su estrategia «privada», porque ya no pueden aguantar más su sufrimiento, y porque sus necesidades son más importantes que las necesidades que comparten con el resto. Ellos deciden que es más importante para ellos, pero también para el resto. E imponen una agenda al común. Ellos sufren los que más, tienen todo más claro que el resto. Y por supuesto, no se fían del que está en la administración, solo porque está en la administración y por estructuras de pensamiento adquiridas con ideologías heredadas. Esto suena al problema del Gaztetxe, pero lo he escuchado muchas veces a gentes muy diversas. Y lo que hay detrás es gente que no comparte su punto de vista con nadie fuera de su colectivo o de sí misma, por la atomización y el individualismo. También está la variante de la gente no organizada que solo se queja, pero la queja desgasta, al que la echa y al que la escucha.
 
Ahora mismo, con el tema del Gaztetxe están contando réditos en Geroa Bai, burgueses vascos y avanzadilla del PNV, Ezkerra, por eso del «quitate tú pa ponerme yo»; por supuesto UPN. Estos además se crecen en esa idiotez que les hace comparar bicis y URSS, pero que la misma idiotez alimentada por chorradas así fue la que creó el 36. Y todos están esperando la foto del desalojo que ponga a 6 personas, 6 de esta ciudad en un brete, y con ella, a un proyecto que no será el perfecto, pero que es un avance para lo que hemos vivido hasta ahora indudablemente. Y luego hay una serie de gente joven rabiosa con el mundo que también espera el desalojo, por lo del victimismo. Y en esa sociedad pop, quizás por el minuto de gloria que tanto nos gusta a cualquiera.

Pero también hay muy buena gente joven que apuestan por un espacio que no sea una bajera consumista e individualista. Que se comen asambleas eternas porque han descubierto que estar en compañía con gente que tiene los mismos objetivos es lo más divertido que la ciudad entera les ofrece. Gente joven que a la vez que la caga o acierta políticamente, está aprendiendo a ser persona.

Si fuerais mis hijos, no haría falta desalojaros; os veníais a casa a comer, lo hablábamos, y compartíamos juntos en que se ha errado. Y no iba a hacer falta policía ni ibais a regalar foto a ningún medio. De eso me encargaba yo, su madre. El mayor regalo que se le hace a alguien en construcción, es señalarle los límites. Y estos okupas son políticos en construcción. Y yo me considero su madre política. Igual no me quieren, pero nadie elige a su madre. Te viene dada por donde naces.

Haced lo que queráis. Si creéis, desde vuestra atomización incuestionable, que tenéis que tensar el desalojo, adelante. Pero no os sintáis orgullosos de eso. Porque hay gente con necesidades que jamás habéis conocido, que notan que algo está cambiando y que necesitan que esto siga cambiando durante más tiempo y que quizás no necesitan que despisten a unos concejales por un tema que puede esperar un poco, tener tu propio local para el ocio y el activismo. O niños de ahora que quizás tengan que vivir, como jóvenes, las consecuencias de vuestros actos de hoy, porque todos estamos unidos. No os sintáis orgullosos porque no es ningún logro lo que habéis conseguido. Lo habéis tenido fácil como niños de familia que os puede comprar todo, y cuando teníais el juguete en la mano, no habéis sabido jugar con él. Y ahora toca quedarse sin juguete en el rincón de pensar. Esto no va de reformismo político ni de pureza ideológica, ni de lucha contra el sistema. Esto va de una comunidad que se tiene confianza, y donde hay confianza, da asco, y quien con niños se acuesta, se levanta meado. Aun así, el problema no es vuestro, sino el de mucho adulto alrededor vuestro que no está tomando la responsabilidad que debía, porque tienen la solución en su mano. Y también de la cultura política que los mayores os impusimos cuando llegasteis al mundo, y que habéis absorbido, a pesar de ser una cultura vieja que necesita renovarse.

Yo me marco diciendo mi opinión. Pero prefiero hablar en este momento que callarme. Porque el cambio me necesita a mi también, y creo que mi papel es decir aquello que nadie se atreve a decir. Bien. «Os habéis equivocado». Pero os digo esto con todo mi amor. Y os recomiendo, buscar la opinión de gente de fuera en la que confiéis, no os fiéis de las actitudes negativas, suelen esconder traumas, consideraros parte de algo más grande que vosotros y vuestro rollo, y alegraros por ello. Y volver a empezar, con humildad, pero más sabiduría, humildad y empatía. No estáis solos, somos mucha gente. Y todos nos necesitamos a todos.

Me da mucha pena, mi ciudad está viviendo un momento político histórico, y no nos enteramos de nada, ciegos de nosotros y nosotras mismas. Luego lloraremos, pero nuestro mayor problema, somos nosotras mismas.

Bilatu