Mikel Apestegia e Itziar Bardaji*
Mugak Zabalduz

Reflexiones sobre una caravana solidaria

En los diez días que ha durado este «viaje» a Tesalónica tan especial hemos visto muchas cosas. Tantas, –y algunas, a pesar de imaginadas, tan inesperadas y crueles–, que tenemos que aceptar que de este viaje no vamos a volver nunca.

Estamos de nuevo en nuestra tierra, y los lazos tejidos nos empujan a seguir allá. Tenemos aquí una nacionalidad no elegida que nos permite vivir y trasladarnos por territorio europeo, y sin embargo queremos estar en los centros para migrantes y refugiadas y en las fronteras griegas viviendo en la solidaridad y el apoyo mutuo. Ya hemos vuelto a nuestro pueblo, pero lo queremos lejos de esa Unión Europea y de esta España que no acepta a las personas de otros pueblos, precisamente a personas que necesitan curar sus heridas de guerra.

Han sido diez días de viaje y de estancia en Tesalónica, «No border camp», con la finalidad muy concreta de denunciar la política migratoria de la Unión Europea. Habíamos elegido esta parte de Europa, Grecia, porque allí en estos momentos se concretan los efectos más perniciosos de estas políticas, aunque no olvidamos ni por un momento nuestra criminal frontera sur. Y porque habíamos oído hablar de los centros de internamiento, –CIES– y de los campos militarizados. También de los desalojos de diversas acampadas de personas refugiadas. Pero igualmente nuestra acción ha sido de solidaridad y de trabajo en común con los colectivos que allí están en la pelea. ¡Qué impresionante ver la solidaridad griega y la autogestión en marcha!

Así, con estos objetivos, nos juntamos ciento veintitrés personas de Euskal Herria, bajo el lema «Mugak zabalduz» (Abriendo fronteras) para marchar con la caravana del Estado que partió de Barcelona el pasado 16 de julio.

«Esto también es un genocidio» es una consigna gritada y coreada en muchas manifestaciones. Resume lo que allí hemos podido ver, y lo que podemos intuir e imaginar, de lo que nos impidieron ver. Un objetivo importante en todas las acciones ha sido el visibilizar a las personas refugiadas que en estos momentos están bloqueadas en varios lugares del territorio griego. Están en muy diferentes sitios, pero lo que es común, es la imposibilidad de moverse y trasladarse hacia otros países. Lo hemos denunciado tantas veces: ni siquiera los cupos mínimos e irrisorios negociados por los Estados de la UE se están cubriendo.

También se ha denunciado con fuerza la nueva división que quieren introducir entre las personas migrantes y las refugiadas, tratando de subdividirlas y priorizar el derecho –pequeñito y escaso– de estas últimas a entrar en los cupos negociados. Igualmente denunciamos el acuerdo de la Unión Europea con Turquía. Mientras apoyan e implementan guerras por puros intereses geoestratégicos y sostienen alianzas criminales, pretenden que las poblaciones por ello perjudicadas, supervivientes de las huidas traficadas, entren con cuentagotas en los países de la UE, viviendo en auténticos campos de concentración donde no existe ningún derecho.

Visitamos varios centros para refugiadas. Lo que se pudo ver de los centros «oficiales» de internamiento fue bastante alarmante, pues no se dan las condiciones mínimas de seguridad, salud y alimentación. Parece que el derecho a una vida digna hace paréntesis si eres una persona refugiada. Custodiados por las fuerzas represivas gubernamentales, son centros puros de encarcelamiento. No está muy lejos esta realidad de la que aquí conocemos, tanto en CIES como en cárceles. Ahí también la consigna es la misma que aquí: ¡Cerremos los Centros de Internamiento! A la situación de privación de libertad, sin juicio ni procedimiento alguno, se suma la situación de privación de los mínimos derechos para sobrevivir. De forma constante se denuncian por parte de mujeres agresiones sexistas y chantajes sobre sus cuerpos. Las que tienen criaturas todavía lo pueden pasar peor.

Nos llamó dolorosamente la atención el comprobar «in situ» cómo muchas de las personas que fuimos viendo en situación de refugio, y ante la situación de bloqueo e internamiento forzado, ya no veían otra salida que volver a su país. Aún en conflicto, aún en guerra, aún con amenazas de agresiones de todo tipo, consideran más seguros su países de origen. Esto sí que no lo esperábamos.

Si a la vista de los centros de internamiento forzados solo pudimos echar pestes de los mismos y denunciar las imposibles condiciones de habitabilidad, nos dejó con la boca abierta de júbilo el ver cómo funcionaban los centros ocupados y autogestionados. Cientos de activistas de la solidaridad internacionalista se han puesto manos a la obra para dar acogida a las personas en situación de refugio, con un planteamiento y un proyecto de gestión de los medios francamente alternativo. Estos son los que desalojan las fuerzas represivas. Y cada desalojo que realizan, además de la expulsión por la fuerza que supone, incluyendo agresiones de todo tipo, acarrea el requisamiento de todo el material acumulado. Hemos podido comprobar cómo se enterraban medicinas y comestibles, que estaban dispuestos para ser utilizados. Las ropas también son requisadas. Y así las personas son ingresadas en los centros y campos vigilados por militares, sin apenas poder llevarse las pocas cosillas que han ido salvaguardando en su aventura de supervivencia.

Así que, aunque ya conocíamos muchas de las historias que se cuentan en los telediarios, a veces, y como si de catástrofes naturales se tratase, el hecho de verlo allí mismo y comprobar que son personas concretas sometidas a tal despojo de sus derechos, de verdad que nos ha impactado. Sí, es más grave y más terrible de lo que conocíamos. Y hemos sentido mucha rabia y mucha indignación. Es una rabia y una cólera que nos hizo manifestarnos contra los gobiernos en sus embajadas –de Alemania, de Suiza en solidaridad con la refugiada vasca Txapartegi, de España por su negativa a recibirnos en su sede diplomática–. Es una rabia que la transformamos en lucha, y así, junto a cientos de personas en situación de refugio, realizamos una bonita manifestación con la vindicación del «orgullo migrante»: «migrar es un derecho, no un privilegio».

Hemos vuelto a Euskal Herria, y queremos agradecer la solidaridad y el apoyo recibido de cientos de personas que se han involucrado en el proyecto. A la vez, queremos hacer partícipe a esta gente colega de lo que allí hemos visto. No desaparecerá de nuestra memoria colectiva lo visto y vivido. Ni tampoco de nuestra lucha. Ahora ya estamos fijando nuevos proyectos solidarios: ¿qué os parece atacar ahora por la frontera Sur? Nos ponemos en marcha para un viaje hacia el Sur: Mugak zabalduz!

*Firman asimismo este escrito: Dabid Anaut, Xabier Epalza, Asun Fernández de Garaialde, Nagore Gabilondo, Fermín Lezaun, Iñaki Molina, Julio Villanueva, de la Caravana a Grecia «Mugak Zabalduz».

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