Guillermo Martorell
Pepe Rei Elkartea

“Siete estrellas verdes”

La historia, y la vida, nos regala en numerosas ocasiones símbolos y sensibilidades que, sin haber sido su intención, cautivan y enamoran al pueblo, dotándolo de una identidad emocional que permanecía latente en la memoria colectiva de su ideario.

Sucedió un 22 de octubre de 1964, en esa fecha el ya desaparecido líder del MPAIAC, Antonio Cubillo, creó la bandera que se fusionó en el corazón de la inmensa mayoría del pueblo canario, pasando a formar parte de la identidad nacional y de la cultura popular del archipiélago, prevaleciendo desde entonces un profundo sentimiento propio frente a lo siempre impuesto desde Madrid.

“Para mí todas las islas eran iguales y opté por situarlas en círculo representadas por siete estrellas verdes, que es el color de Africa y de la esperanza. Así nació nuestra bandera”, decía Cubillo tras estamparlas en un fondo blanco, amarillo y azul. Desde entonces, y casi por arte de magia, la tricolor y el político tinerfeño, juntos de la mano, iniciaron una andadura, comenzando a forjar leyenda dentro y fuera del continente africano, desde Pekín hasta Argel, desde Dakar hasta Argel, donde se tuvo que exiliar en 1963. El abogado laboralista de La Laguna (Tenerife) fue pionero, en el contexto del Estado español, en la utilización de las vías diplomáticas para conseguir la liberación de su pueblo. En el año 1968 consigue que la antigua OUA (Organización para la Unidad Africana) reconociera al Movimiento por la Autodeterminación y la Independencia del Archipiélago Canario, como un movimiento de liberación africano. El Pardo, comenzaba a ponerse de los nervios. Su método de trabajo era tan sencillo como eficaz: exponer el caso canario por todas las capitales del continente. Cuando intentan silenciar su voz, crea la emisora La Voz de canarias Libre, que emitía desde Argel. Me vienen recuerdos de como en casa de mis padres, en Gran Canaria, escuchábamos con un silencio cómplice las palabras de Cubillo, apuntando en un papel los productos españoles que no había que comprar, así como las empresas cuyos servicios no teníamos que usar. Estaba tocando el bolsillo de la metrópoli y comenzaba a ser algo más que un problema. El boicot económico fue una de sus grandes armas.

Febrero de 1978 fue crucial en su destino. En ese mes hubo en Trípoli una reunión de la OUA en la cual se autoriza a su entonces secretario general, el camerunés Etaki, a acompañar al canario a Nueva York con el objeto de seguir con los trámites iniciados ante el Comité de Descolonización de Africa para plantear el caso de Canarias en la Asamblea General de Naciones Unidas. Las alarmas se encendieron, y el poder político hijo del franquismo activó su criatura predilecta, un engendro llamado guerra sucia.

El 5 de abril de 1978, dos mercenarios del Ministerio del Interior del Estado español, José Luis Espinosa y Juan Antonio Alfonso González, intentan asesinarlo en el portal de su casa en Argel. Las puñaladas, que no consiguieron matarlo, lo dejaron inválido. En los años 90, y ante una sentencia de la Audiencia Nacional reconociendo su atentado como acto de terrorismo de Estado, los célebres Barrionuevo y Asunción, intentan comprar el silencio de Cubillo pagándolo “bajo cuerda” y con fondos reservados, utilizando como intermediario a Eligio Hernández, el que fuera Fiscal General. Antonio se sintió insultado y respondió a la “oferta” recibida colgando el teléfono de un fuerte golpe, e hizo lo que mejor sabía hacer, seguir batallando.

El 16 de octubre de 2003 la Sala de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Nacional emite una sentencia que considera a Antonio Cubillo víctima de terrorismo de Estado, condenando al Ministerio del Interior español a indemnizarle por las secuelas derivadas del asesinato frustrado. Esta sentencia, también hacer referencia a otras víctimas como Segundo Marey o Josu Muguruza.

Ha pasado medio siglo desde que el padre de la tricolor creara nuestra bandera, y la realidad actual del nacionalismo canario dista mucha de la imaginada y deseada por Antonio. El síndrome del colonizado, ese miedo inducido por lo que puede pasar si rompemos las cadenas, se ha instaurado y enraizado en las que un día fueron las Islas Afortunadas. Como sumida en un trastorno bipolar, la Coalición Canaria de José Carlos Mauricio amó al Partido Popular de Aznar. Ahora, la Coalición Canaria de Clavijo siente más pasión por Pedro Sánchez. A perro flaco todo son pulgas, y a estas alturas de la película nadie se hubiera imaginado que la Nueva Canarias de Román Rodríguez (esa que presume de ondear la tricolor, y ese que en su día pidió el voto para Txema Montero y Herri Batasuna)  iba a pactar con el Partido Socialista de Canarias para concurrir juntos a las elecciones generales del próximo diciembre. La clase política que impera en nuestra tierra ha permitido, entre otras cosas, que un símbolo como Tindaya sea expoliado por Chillida S.A y asociados, colonialismo económico del bueno, como si la montaña sagrada de nuestros ancestros necesitara de “ayuda externa” para ser mágica. Perdónalos Antonio, pero no saben lo que hacen.

Nunca hay que tirar la toalla, ni renunciar a los legítimos derechos de los pueblos. Luchar por un Estado canario no es una utopía. Hasta hace cuatro años nadie pensaba que Cataluña iba a romper los vínculos políticos y emocionales con un Estado que la maltrata. La fuerza del Mediterráneo arrastrará, no tengo la menor duda, al Cantábrico con Euskal Herria, y esa ola de liberación también llegará al Atlántico, donde un mar azul con siete estrellas verdes gritará con vehemencia independencia. El futuro está en nuestras manos, y ese es un hecho que ni Madrid, ni París, ni Bruselas pueden ni podrán evitar.

Gracias por regalarnos ilusión, fuerza y coraje Antonio. Gora Canarias askatuta!

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