Fermín Rodriguez
Hermano de Germán Rodriguez

Unas víctimas, otras, todas

Que no estamos hechos a las cornadas… Así empieza el editorial de un dossier que allá por agosto de 1978 realizaron las peñas de Pamplona en relación con los sucesos de los Sanfermines de aquel año y durante los cuales fue asesinado mi hermano Germán.

Estos días he vuelto a revivir con intensidad aquellas fechas de julio del 78 al recopilar documentación para entregarla en la oficina de Paz, Convivencia y Derechos Humanos del Gobierno de Navarra.
Durante muchos años las víctimas de la violencia policial no hemos podido acudir a ninguna institución pública. Portazo tras portazo en ayuntamientos, juzgados y parlamentos, abandonadas por las instituciones, ninguneadas por los medios de comunicación, abocadas a un peregrinar tan estéril como ineficaz, con el solo consuelo de la solidaridad de la gente de la calle que mantiene viva la memoria, recuerda y no olvida.

Con el cambio de situación política en Navarra se han abierto algunas puertas. El hecho de que exista una oficina donde podamos explicar nuestra situación, aportar documentación y expresar todos los años de soledad es, en sí, un paso adelante muy importante. La asistencia del alcalde Asiron y las concejalas del Ayuntamiento de Pamplona al homenaje a Germán el año pasado, y la presencia de la presidenta Uxue Barkos y otros miembros del Gobierno de Navarra en los homenajes a Mikel Zabalza y a Ángel Berrueta indican un cambio de talante por parte de las instituciones que es digno de mencionar y, sobre todo, de elogiar. Para nosotros ha supuesto una alegría y la constatación de que por fin se nos tiene en cuenta a nivel institucional, por fin vemos algo de luz al final de este oscuro túnel por el que nos ha tocado caminar.

A finales del año pasado algunas personas, víctimas de la violencia policial, fuimos invitadas al Parlamento de Navarra para exponer nuestros casos y que los parlamentarios recogieran información para promulgar una ley, que más tarde se aprobó con el nombre de “Ley de reconocimiento y reparación de las víctimas por actos violentos de motivación política provocados por grupos de extrema derecha o funcionarios públicos”. Como le oí a un miembro de una plataforma de memoria histórica «es un nombre demasiado largo para lo que todos conocemos como terrorismo de estado.»

Esta ley ha sido recorrida por el Estado ante el Tribunal Constitucional y por tanto suspendida hasta que ese tribunal no se pronuncie al respecto. Otro ladrillo más en ese muro que constantemente construye el Estado y que se llama impunidad. Impunidad que nos ha llevado a tener que presentar querellas en un juzgado argentino para vergüenza de la justicia española, que siempre cierra nuestros casos sin aceptar testimonios ni pruebas evidentes. Impunidad que pretende manipular la historia dejando para el futuro solo un relato oficial que es falso. Impunidad que impide la detención y extradición de ministros franquistas y torturadores responsables de verdaderas matanzas de civiles. Impunidad que añade un gran dolor al que ya sufrimos, incumpliendo leyes de derecho internacional, recomendaciones de Amnistía Internacional, resoluciones del Parlamento Europeo y de la ONU.

Mientras a las víctimas de la violencia policial se nos niega la verdad y la justicia, los casos de otras víctimas (y por supuesto que lo son, tanto como nosotras, y nosotras tanto como ellas) son investigados, sus agresores perseguidos, detenidos, juzgados y condenados a largas penas que la mayoría cumple a cientos de kilómetros de sus casas.

Quisiera, desde estas líneas, pedir valentía a las instituciones para que sigan adelante en un camino que ya han empezado a recorrer. Animarlas a que recojan los testimonios de todos: de los que perdieron algún familiar violentamente, de los que tienen padres o abuelos enterrados en fosas comunes desde hace casi 80 años, familiares de desaparecidos, familiares de los que murieron en las carreteras víctimas de una política penitenciaria vengativa, inhumana y cruel, de los torturados… Animarlas a tomar la iniciativa en la presentación de querellas en los juzgados, propiciar comisiones de la verdad, ser punta de lanza para clarificar hechos silenciados durante años… en definitiva a oírnos y transmitir a la población la verdad de unos sucesos que algunos fueron muy mediáticos y todos recuerdan, pero también otros que se mantienen en la sombra.

He tardado muchos años, demasiados, en reconocer el dolor de otras personas. Todas las víctimas compartimos la misma experiencia dramática, sabemos lo que es estar con alguien a quien quieres y verlo unas horas más tarde en la morgue de un hospital con un tiro en la cabeza o algo parecido. Y esto es una tragedia independientemente de la militancia o ideología de la víctima; e independientemente de la militancia o ideología del agresor, marcando para siempre al círculo más cercano del asesinado, cambiando radicalmente nuestras vidas y nuestro futuro.

Debemos seguir exigiendo un relato veraz que deje para la historia la verdad de todo lo sucedido en todos los casos y que cuando nos juzgue la historia, que lo hará, diga todo lo que pasó: que nos tocaron vivir tiempos convulsos, que se produjeron tragedias y dramas como los de Mikel Zabalza, Ángel Berrueta, Jose Luis Cano, etc. y también los de Jose Luis Prieto, Tomás caballero, Jose Javier Mugica, etc. hechos que jamás debieron ocurrir. Espero que también diga que al final fuimos capaces de comprender y compartir las circunstancias y el dolor de todos y que fuimos capaces de transmitir valores de convivencia y solidaridad a futuras generaciones para que nunca, en ningún caso, tengan que pasar por tiempos parecidos a los que hemos vivido. Que nadie tenga que sufrir experiencias iguales a las nuestras que solo dejan dolor y angustia.

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