Marcos Roitman Rosenmann
Sociólogo y analista político

Venezuela, los argumentos

En Venezuela la mentira política se ha construido para desestabilizar y desconocer las instituciones democráticas emergentes tras la Constitución de 1999, única aprobada por referendo. Durante más de una década la oposición ha llamado al magnicidio, insultando, descalificando, mintiendo y promoviendo la violencia callejera.

Hannah Arendt retrató la mentira política como la negación de la verdad factual, acompañada de imaginación. El uso de la publicidad y una elaborada estrategia de propaganda masiva en la esfera sicológica se encargarían de crear estados de ánimo, emociones y sentimientos acordes con el relato fraudulento, en el que es posible dar órdenes con la seguridad de que serán obedecidas.

En Venezuela la mentira política se ha construido para desestabilizar y desconocer las instituciones democráticas emergentes tras la Constitución de 1999, única aprobada por referendo. Durante más de una década la oposición ha llamado al magnicidio, insultando, descalificando, mintiendo y promoviendo la violencia callejera.

La oposición, víctima de su propio engaño, cree en su mentira, la vive y la recrea a escala internacional. Nunca antes la banalización del mal había sido tan evidente, convirtiendo a hombres y mujeres comunes en asesinos de la democracia. Primero mintiendo sobre el triunfo de Hugo Chávez, luego tildando la Constitución de totalitaria, orquestando un golpe de Estado, retirándose de las elecciones. Sin embargo, esos hechos se niegan. Parafraseando a Arendt, Polonia invadió Alemania y provocó la Segunda Guerra Mundial. Hitler sólo se defendió.

En Venezuela todos los días vemos en los medios de comunicación verdades factuales, interpretadas en sentido contrario. Hombres y mujeres, dirigentes de la oposición, se manifiestan en protestas, dizque pacíficas y no violentas, en las que se arrojan cócteles molotov, incendian coches, se increpa al gobierno democrático, se llama a la desobediencia civil y se desconoce el orden legítimo. Por consiguiente, lanzar objetos, desestabilizar, no aceptar negociar, ejercer la violencia y provocar terror y pánico se transforma en una acción democrática.

Ahora, cuando el gobierno llama a una asamblea constituyente para dirimir el conflicto, la oposición vuelve a mentir, a desconocer la verdad factual. Baste un ejemplo. María Corina, la misma que iracundamente califica la constituyente de golpe de Estado encubierto, declaraba no hace mucho: «La constituyente es la vía para que el pueblo logre el cambio de régimen, nuevas instituciones y la reconciliación del país».

¿Por qué ahora no y antes sí? Ocurre que la oposición se ha quedado sin argumentos, ha perdido el norte. No quiere una salida democrática, no acepta una constituyente, en la cual, presa de sus mentiras, quede al descubierto y sufra una derrota política.

Siguen manipulando al señalar que se trata de un golpe de Estado. Mienten y lo saben. El proceso constituyente está definido en la Constitución, no hay engaño posible. La asamblea sigue en funciones, no se disuelve. En este sentido, el Ejecutivo ha puesto sobre la mesa nueve puntos sobre los cuales se articule la constituyente 1) una constituyente para la paz. 2) Por un nuevo sistema económico pospetrolero, y un nuevo modelo económico. 3) Profundizar el Estado del bienestar, dar rango constitucional a las misiones. 4) Potenciar el funcionamiento del sistema de justicia y protección del pueblo. Guerra contra la impunidad, mejora del sistema penitenciario, lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. 5) Impulsar nuevas formas de democracia participativa y protagónica. 6) Política exterior soberana 7) Identidad cultural, hacia una nueva venezolanidad y diversidad cultural. 8) Garantías de derechos sociales, culturales, educativos y tecnológicos de la juventud. 9) Garantizar y preservar la vida.

La oposición, la MUD y sus aliados internacionales se han decantado por el asesinato y la mentira. No tienen proyecto para Venezuela. Sólo les mueve el odio, el profundo desprecio hacia las instituciones democráticas y al pueblo venezolano. Si realmente les preocupara la vida de sus conciudadanos no tendrían las manos manchadas de sangre, lucharían por direccionar la constituyente hacia sus objetivos para ganar en las urnas.

©La Jornada

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