Una vez más el resultado de las elecciones  al Parlament de Catalunya  demuestran  que desde un pequeño rincón del Sur de Europa, se va tejiendo por medio de  la ciudadanía una auténtica nueva  política en que los obsoletos partidos políticos son incapaces de gestionar. La exigencia de crear un nuevo marco de convivencia para hacer frente a las exigencias de un mercado global gestionado por trasnacionales tramposas,es un imperativo categórico que una mayoría del Principado no está dispuesta a renunciar, a pesar de la ingentes cantidades de dinero que están invirtiendo entidades financieras y ciertos empresarios a un  grupo político cuyo ideario es el equivalente a la Pasarela Fashion de la Cibeles. Un ejemplo de lo que no debe ser la nueva política ocurrió en un plató de una  televisión privada monárquica y españolista, entre un ministro de Asuntos Exteriores y el número cinco de una lista electoral jugando como si se tratarse de un salón literario del siglo XVII, ambos interlocutores iban esgrimiendo argumentos por medio de unos tratados internacionales obsoletos e inaplicables a la problemática de construir un proyecto político decente. Por ello el proceso iniciado es irreversible y la construcción entre todos de la República Catalana es inexorable.

Atentamente.