Iñaki San Sebastian

Supervivientes 2014

    Las más o menos alegres navidades nos anuncian el ocaso del 2014. La esperanza con la que los supervivientes vamos a recibir al 2015, pertenece a la intimidad de cada uno. ¿Qué queremos decir, unos y otros, cuando nos deseamos felicidades y un próspero año nuevo?. ¿Pensamos únicamente en el bienestar material?. ¿Soñamos con loterías, regalos, aumentos de sueldo, premios, honores, etc.? ¿Al poner todas nuestras ilusiones en el recibir, no estaremos comprando demasiados boletos para una frustración?. ¿Y si pensáramos un poquito en las posibilidades que nos ofrece el dar? ¿No estamos hartos de ver gente enfrascada en algún tipo de solidaridad activa, a la que no parece faltarle nada? Definitivamente, esto de la felicidad y la prosperidad es algo endiabladamente difícil de entender.
 
            Como no podemos resignarnos, busquemos pistas que  nos ayuden a acercarnos a  una felicidad tan huidiza. Personalmente hay un par de ejemplos que me impresionan. Uno sería el de la madre que descubre una felicidad muy íntima, al darse gratuitamente a la criaturita recién nacida que tiene en sus brazos. Una personita débil, inútil y acaparadora, que llega dando trabajo, lata y unas cuantas cosa más. Otro el del visitante de asilos y hospitales capaz de acompañar, escuchar, y dejarse querer, sin más. Darle a una persona mayor o enferma la oportunidad de devolverle su amistad gratuita, olvidándose de sí misma, es hacerle un ratito de feliz. ¿Qué tal si profundizáramos en los secretos ocultos del dar?
 
 Total que, el folklórico pesebre que tan bonitamente suele adornar los cotillones, debería de tener algún sentido más profundo. La Navidad  es un argumento a favor de una rebeldía sana que debería impulsarnos hacia la búsqueda de una felicidad más universal. Tendría que ser una auténtica fiesta capaz de amortiguar el impacto de tanto dolor gratuito. Un impulso a nuestra evolución personal hacia la revalorización de todas las personas, sin excepción. ¿Por qué nos cuesta tanto el exigirnos más, a la hora de aliviar el drama de cualquier negro belén de nuestro entorno próximo?
 
              Quisiera poder sumarme a cuantos intentan atraer, hacia las personas más necesitadas, la mirada del opulento Primer Mundo cristiano. Estos hambrientos, sedientos, desnudos y muchas cosas más,  puede que sean el único dios visible y tangible accesible a todos y cada uno de nosotros. ¿No nos estaremos equivocando, con nuestro empeño en recibir algo que nunca acaba de hacernos felices?.
 
            Feliz Navidad. Zorionak eta Urte berri on .

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