Asier Fernández de Truchuelo Ortiz de Larrea

Viajar a Euskalherria

Un mocetico euskaldun, de la zona no vascófona de Navarra, le dijo a su aita. «Quiero viajar a Euskalherria que es muy bonita». Como si su tierra natal no lo fuera. La frase se puede aplicar al resto del territorio vasco navarro mediterráneo y castellanófono.

Quizá no le falte razón, con esa inocencia que caracteriza a los niños plantean grandes dudas existenciales.

Existe una asociación entre la Vasconia húmeda y lo euskaro. En las últimas centurias, el habla vasca quedó recluida, marginada, a esas zonas verdes, marítimas y montañosas, extrañándose en el resto del territorio.

Hablar de Euskalherria es hablar de una lengua, de una cultura particular. Unos usos y costumbres reflejados en una tradición político jurídica y una historia no siempre en común. Pero por encima de todo EuskalHerria es la tierra del euskara, de los euskaldunes.

Existen otras tierras en Vasconia llamadas Erdalerria. No son Erdalerria por ser más secas, sembrar patatas o tener viñas y olivos, sino porque su lengua es otra. Las grandes urbes, los núcleos fabriles, tierras de aluvión y una fuerte colonización también engrosan el país de Erdalerria.

En definitiva un territorio es Euskalherria, no por su situación geográfica o por su clima sino por la actitud de sus habitantes frente a la lengua, los usos y costumbres. Por la voluntad de vivir en Euskara, el «plebiscito cotidiano» que diría Hernest Renan, padre del nacionalismo francés.

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