Cuba continúa abriendo su propio camino

La muerte de Fidel Castro ha vuelto todas las miradas hacia la isla caribeña: unos para despedir al carismático líder revolucionario y otros, guiados más por sus deseos que por una lectura ecuánime de la realidad cubana, buscando manifestaciones y revueltas que dieran lugar a un cambio político. Los corresponsales de los medios de comunicación no ocultaban estos días su extrañeza al observar la calma y la mesura con que las y los cubanos han acogido la noticia de la muerte de su líder, en claro contraste con las exhibiciones del exilio.

La realidad es que las transformaciones en Cuba vienen de lejos. La caída del bloque soviético y el periodo especial pusieron en peligro los avances sociales logrados hasta entonces pero, sobre todo, dejaron en evidencia las carencias del modelo socioeconómico que se implantó tras la revolución. Partiendo de sus propios análisis y apoyándose en las experiencias de transformación económica que impulsaron aliados tradicionales de Cuba, como China y Vietnam, los dirigentes cubanos diseñaron su propio proceso de reformas y lo han ido implementando con pequeños pasos, pero firmes y constantes.

El cambio de liderazgo que se produjo tras la enfermedad de Fidel Castro está ya consolidado. Posiblemente no sea tan carismático, pero lo que la población espera de los actuales líderes no es tanto carisma como competencia, es decir, capacidad para regenerar y modernizar la gestión económica; una mayor eficiencia que permita mejorar la calidad de vida de la población.

Dada la falta de una oposición consolidada en la isla, la economía y un mejor aprovechamiento de los recursos se antoja imprescindible para mantener los logros sociales de la revolución. Es por todo ello que posiblemente gran parte de su futuro se lo juegue Cuba en el campo de las reformas económicas que comenzaron en 2011. En todo caso, Cuba  sigue siendo ejemplo de un país pequeño, celoso de su soberanía y empeñado en seguir su propio camino.

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