Derecha extrema versus extrema derecha

Finalmente, el tapado en las encuestas cuando empezó el proceso de primarias de la derecha francesa, el que vino de ninguna parte y nadie vio venir, el considerado como «outsider» del que se reían por su tradicionalismo católico extremo, el llamado «Monsieur Austérité» y declarado seguidor de Margaret Thatcher, ha sido el elegido para, según dicen los sondeos, enfrentarse a Marine Le Pen por ser el próximo presidente francés. François Fillon se impuso ayer a Alain Juppé en un duelo que enfrentó a dos exprimer ministros. Ambos, con sus matices, personifican como nadie el establishment, pero finalmente ha sido Fillon con un discurso que habla de «cambiar el sistema» y de la necesidad de un «shock radical» quien ha conquistado la carrera para ser candidato de la derecha francesa.

Los actuales son tiempos que sugieren que el viento va a favor del voto antisistema y populista, que se compacta más en contra de algo que a favor de una propuesta concreta. Está por ver si el Estado francés será una excepción. La apuesta por una figura del fundamentalismo católico, partidaria de revertir derechos de adopción para parejas homosexuales, de hacer respetar «las raíces cristianas de Francia», de volver a los uniformes en la escuela y al currículum donde se enseña la «grandeza de Francia» pretende movilizar el voto tradicional de la derecha francesa frente a un Frente Nacional que dan por seguro en la segunda vuelta. Ante la extrema derecha lepenista, es un ir de frente con un candidato y una propuesta de derecha extrema.

La política francesa en particular no hace soñar a nadie, hay un resentimiento social muy grande. Más de un 50% no vota, casi un 80% piensa que el mayor problema son los políticos. Apostar por repetir la disyuntiva entre lo muy malo (Fillon) y lo peor (Le Pen), y jugarlo todo a un triunfo del voto al menor de los males, no es necesariamente la mejor opción, ni la única jugada ganadora, como se ha visto recientemente al otro lado del Atlántico.

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