El cambio consiste en no aceptar el chantaje

Ayer, un día después de las votaciones que le dieron la victoria y bajo la mirada de Europa y el mundo, el líder de Syriza, Alexis Tsipras, juró su cargo de primer ministro de Grecia y contaba ya con el respaldo de la formación Griegos Independientes a su Gobierno, un apoyo que en principio no parece imprescindible pero que podría evitarle problemas en el Parlamento.

Las reacciones de las instituciones europeas no se hicieron esperar: desde el respeto y la disposición a iniciar conversaciones mostrados por la Comisión Europea hasta la advertencia del presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, más en la línea de la directora del FMI, Christine Lagarde, asegurando que la UE no aceptará una quita de la deuda griega y que si Grecia no cumple los compromisos contraídos anteriormente, se le retirará la ayuda. Schulz aludió, además, a la falta de «capacidad de chantaje» de Grecia, en lo cual tiene razón, pero al mismo tiempo reconocía el chantaje de quienes tienen mucha mayor capacidad, como Alemania, o instituciones como el FMI y el BCE. Un chantaje que aceptaron los anteriores gobernantes griegos, al igual que los italianos, portugueses o españoles, consistente en la imposición de programas de ajuste que empobrecen a la población y desmantelan las estructuras de servicios sociales, que en vez de combatir el paro lo perpetúan y precarizan el empleo, que hacen pagar la crisis a trabajadores y clases populares mientras favorecen a las grandes rentas.

Europa debe entender y asumir que Syriza, con un un respaldo muy amplio de los griegos, no tiene intención de adoptar las políticas de sus predecesores. Y es que el único posible éxito de esa formación consiste en gobernar según el mandato de los ciudadanos, que le han pedido expresamente romper dentro y fuera del país con ese modelo neoliberal. Europa debe ser consciente de ello y de que la victoria de Syriza puede ser solo el hito que marca el comienzo del cambio.

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