El pulso democrático de la ciudadanía vasca se sostiene, en otros parámetros y plazos

El fenómeno Podemos tiene lecturas particulares en el caso de los territorios vascos, donde literalmente ha arrasado en las elecciones estatales de ayer. Lecturas para sus militantes y simpatizantes aquí, para sus adversarios de ayer y sus aliados de mañana, y sin lugar a dudas lecturas también para sus mentores en Madrid. En cierto sentido, con todas sus especificidades, los resultados en Catalunya y Galiza deben ayudar a conformar un análisis más profundo de este fenómeno, no solo postelectoral, sino sobre todo político. Es en las naciones sin Estado –junto con sitios concretos y segmentos como el voto joven y urbano– donde la propuesta de cambio institucional y social para el Estado adquiere mayor potencia y calado, donde la idea de una revolución democrática tiene más arraigo sociopolítico. Pero también donde ese discurso general adquiere matices relevantes para entender el mensaje del electorado, de «la gente».

En Euskal Herria está claro que Podemos-Ahal Dugu bebe del cambio político promovido por EH Bildu hace cuatro años, del escenario político abierto por el cambio de estrategia de la izquierda abertzale. Eso sí, dándole a la coalición soberanista de izquierda un vapuleo electoral que escuece en este primer momento. Una vez superado el primer impacto, esa realidad debería llevar a unos y a otros a un análisis más pausado en clave estratégica. En Nafarroa, por ejemplo, ese bocado en votos se lo mete por igual a EH Bildu y a Geroa Bai –que no logra hacer efectiva su posición de liderazgo en el Gobierno de Iruñea–, tirando de la utilidad del voto en Madrid y capitalizando la inercia de un cambio político que se consolida y que, si las fuerzas que lo promueven saben gestionar con humildad e inteligencia, tiene margen de implementación y necesidad de otros equilibrios.

Podemos-Ahal Dugu ha capitalizado en estos comicios una fuerte corriente democrática que durante estas décadas de conflicto abierto y transición fallida ha impregnado toda la política vasca. Pero lo ha hecho en parámetros distintos a los tradicionales de la política vasca en este periodo. Si en términos ideológicos en estas páginas hemos calificado a Podemos como el germen de un nuevo unionismo inteligente y democrático, estos resultados dan una nueva vuelta a esa caracterización, puesto que gran parte de su electorado en este caso es abiertamente autodeterminista, no se identifica como español y en algunos casos puede llegar a ser independentista. Pablo Iglesias lo apuntaba en su primer discurso. Algo que ya era evidente en Catalunya.  

 Respecto al inapelable golpe de EH Bildu, es más duro de lo esperado, pero también es evidente que los problemas estaban ahí –basta recordar la autocrítica de la noche electoral de mayo–, que estaban identificados y que no han tenido tiempo para revertirlos. También es cierto que no han acertado, que la coalición ha cometido errores serios de discurso, de misión, de posicionamiento y liderazgo en esta campaña. Necesitan paciencia, perseverancia, honestidad y talento para gestionar este golpe, que visto desde una perspectiva más general y menos particular no es tan grave como podría parecer. Lo grave sería no saber encajarlo y gestionarlo.  

En paradójica relación con un potente deseo social de cambio político en Euskal Herria, el PNV sigue siendo aquí el partido de la gente de orden y mantiene un apoyo sustancial que le otorga estabilidad, su principal valor. Con todo, no es precisamente estabilidad lo que se avecina en el panorama político español.

Un Estado con difícil enmienda
Frente al fenómeno Podemos, la jugada Ciudadanos no ha funcionado en el Estado. Pese a todo el PP gana, aunque no le dan las cuentas y está más aislado que nunca, el PSOE sigue cayendo pero sorprendentemente aguanta, mientras que el experimento de Unidad Popular es otro de los daños colaterales del tsunami Iglesias. Un resultado tanto o más endiablado que lo previsto.

Los escenarios son ahora una improbable Gran Coalición, un frente de la socialdemocracia a la izquierda contra la austeridad y por la reforma constitucional o elecciones anticipadas. Esto no ha hecho más que empezar, pero esta mano se jugará con estas cartas.

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