Mientras Madrid se descompone y Barcelona huye, Gasteiz recompone equilibrios

Nadie podría prever hace una semana que el Estado español mostrase en tan poco tiempo tal grado de descomposición. Esta no es solo la crisis de un partido, el PSOE, es la crisis de un sistema político degenerativo, el español. No tiene solución, ni siquiera parece tener apaño. No es viable como proyecto político, aunque tiene espíritu autoritario como para resistir, incluso con aparente firmeza. Hoy por hoy, solo la homologación internacional le permite sostenerse. Y si bien el sistema financiero se puede rescatar, no ocurre lo mismo con la cultura política. Todas las taras de la Transición han brotado ahora, desde las económicas hasta las institucionales, pero sobre todo las culturales y políticas. La más clara: la falta de cultura democrática. No es que no fuesen evidentes, pero el resultado formal, el Estado, tenía la fuerza de lo establecido, del orden y la estabilidad, del equilibrio. Ese equilibrio está saltando por los aires. La debacle del PSOE es el acontecimiento, la manifestación de esa crisis profunda, auténticamente sistémica. El Estado español es un Estado fallido.

La semana en que Rodrigo Rato se sentaba en el banquillo de los acusados y el PP era definitivamente procesado por destruir pruebas de su corrupción endémica, el establishment del PSOE, los fundadores de muchos de los dogmas de esa Transición, grandes beneficiarios de este sistema y defensores a sueldo de sus intereses, decidieron dar un golpe interno para forzar a su hombre de paja a dejar gobernar a Mariano Rajoy, al PP.

El espectáculo dado por el PSOE esta semana es tremebundo, bochornoso, no tiene comparación posible. Pedro Sánchez se ha resistido, pero no ha aguantado y dimitía a última hora de ayer. Haciendo balance, no deja de ser un político mediocre, un líder ridículo. Lo que tenía enfrente, una casta delirantemente narcisista y perversa, no eleva su talla, solo expresa el nivel general.

En este sentido, desde la perspectiva vasca, queda por ver qué ocurre con los defensores de Sánchez tras el naufragio. Patxi López y Roberto Jiménez, y con ellos PSE y PSN, han ligado su devenir a un espectro político.

Un equilibrio más realista y productivo

Tampoco nadie podía esperar hace una semana que un quiebro caprichoso de la democracia –o la burocracia– alterase el escenario político vasco como lo ha alterado el cambio de un escaño de manos del PNV a EH Bildu.

La opción de bloqueo por parte de los partidos unionistas era el peor escenario desde el punto de vista del país. No solo desde un punto de vista abertzale, ni desde un punto de vista de izquierda, ni siquiera desde un punto de vista democrático. Lo era desde un punto de vista puramente político, de juego y debate. La comodidad de poder acordar con PSE y PP las políticas de gobierno, pudiendo esquivar mayorías más amplias con otro tipo de potencial político y social, nos condenaba a una legislatura pobre en debates estratégicos y roma en ambiciones como pueblo. Ahora hay margen, opciones.

En todo caso, la victoria del PNV en las elecciones del 25S resulta inapelable, y responde a un plan y un método que merecen ser analizados en profundidad por parte de quienes quieran confrontar o pactar con ellos.

Catalunya como factor de cálculo

La frenética actualidad ha dejado en segundo plano al proceso catalán en esta semana crucial. El mencionado plan del PNV defiende que Catalunya no es un modelo para Euskal Herria. Llegados a este punto, el debate es otro. Vista, como se ha visto esta semana, la determinación de los dirigentes catalanes de avanzar hacia la independencia por vías democráticas, y siendo cada vez más evidente la desconexión social y cultural respecto a España de su ciudadanía, ¿puede permitirse Euskal Herria ser garante de la estabilidad del Estado español en ese escenario? ¿Existe un proyecto viable y a la altura de los deseos y capacidades de la ciudadanía vasca dentro de ese Estado español aún más empobrecido y desequilibrado? Apartar este elemento del cálculo político no es ni inteligente ni responsable. Hay que prever ese escenario, porque en la política tan importante son los acontecimientos como estar preparados para ellos.

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