No era inevitable

En las elecciones griegas de mañana no solo está en juego el mero relevo de una fuerza por otra cuya gestión no diferiría sustancialmente de la anterior, sino también la posibilidad de que gobierne una fuerza que propugna cambios fundamentales que repercutirían notablemente no solo en el país heleno, sino también en el contexto europeo, con especial incidencia en los estados del sur. Guardando la debida prudencia, toda vez que el único resultado fiable es el que arroja el recuento de los votos, todas las encuestas reflejan la probabilidad de que Syriza se haga con la victoria, hasta el punto de reducir la incógnita a si logrará el número de escaños suficiente para gobernar.

Ante las serias posibilidades de victoria de la coalición izquierdista, el debate se ha centrado en la repercusión que una victoria de Syriza podría tener en las recetas económicas de la Troika. Cuando se anunciaron las elecciones griegas, tuvieron lugar una serie de bochornosas amenazas por parte del FMI o la canciller alemana, Angela Merkel, si bien la Comisión Europea rebajó el nivel de «alarma» asegurando que no contempla la salida del euro de Grecia, temerosa del varapalo que ello supondría para la moneda única. Lo cierto es que lo que hasta ahora algunos dirigentes europeos criticaban a nivel privado, como son las políticas de austeridad impuestas en la UE, ahora no se contempla como algo inevitable y sin alternativa. Y a ello no solo ha contribuido el empuje de Syriza en Grecia, sino también la percepción, más bien la evidencia, de que esas políticas han fracasado tras empobrecer a gran parte de la población de varios países.

Si la coalición de izquierda lograse hacerse con el Gobierno de Grecia, se enfrentaría a necesarios y profundos cambios en política fiscal y medidas para atajar la corrupción y las consecuencias del servilismo de los sucesivos gobiernos ante los grupos de presión, que hacen inviable acometer no solo la deuda actual, sino también otra eventualmente rebajada. Mañana se despejará la incógnita; en cualquier caso, en vísperas de las elecciones griegas, dentro y fuera de Grecia, parece ser que la la austeridad no era inevitable. Y tampoco un remedio.

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