Tejer, sumar y activar pueblo por los presos

Etxerat, asociación de familiares y allegados de los presos vascos, ha concluido su decimosexta asamblea nacional reclamando nuevos compromisos y un gran acuerdo social para acabar con la vulneración de derechos, con la infame crueldad de una política de venganza y sufrimiento a la que son sometidos. La petición se plantea no a modo de contrapartida o recompensa, sino de urgencia humanitaria, como cuestión básica de derechos, como contribución al nuevo escenario, de nuevas oportunidades, que el inminente desarme de ETA abrirá.

Casi treinta años de dispersión. Se dice fácil. Casi tres décadas que han generado muertes y un grandísimo sufrimiento, un enorme sacrifico de los familiares y amigos no exento de un lógico cansancio, de inercias que impiden afianzar una paz justa y duradera, de segregación política y parcialidad moral. Situaciones dramáticas como la de los presos gravemente enfermos que deben gestionarse con urgencia. Una excepcionalidad legal basada en la justicia del enemigo que debe desmontarse, una política criminal que debe caer cuanto antes. Y caerá, tarde o temprano. No es consuelo para quienes la sufren, es difícil prever fórmulas y plazos, pero ese escenario llegará: los presos vendrán a Euskal Herria y, antes o después, serán liberados.

Para ello, ante tanta mediocridad y mezquindad oficial, es clave una sociedad movilizada en toda su pluralidad. Lejos de ser una desventaja operativa, la pluralidad de esa gran masa social que, desde enfoques y argumentarios diferentes, demanda la vuelta a casa de los presos y las presas, se debe celebrar y gestionar. Ante la incógnita de la velocidad en que progresará la vuelta a casa de los presos vascos, la profundidad de los pasos que se den y su sintonía con la sociedad resultan determinantes. Como propone Etxerat, toca perseverar, sí, pero también tejer, sumar y activar pueblo. Desde los pequeños esfuerzos particulares a sacrificios importantes y movimientos colectivos inteligentes. Sin poses ni pulsos, con redes y palancas. Ante tanta tiniebla, una sociedad vibrante puede proyectar luz.

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